UN NUEVO HOGAR
El Quinto Palacio Real era hermoso. Hermoso, odiosamente lujoso y completamente desconocido.
Nada activó un recuerdo.
-Solía verse diferente -dijo Jimin con brusquedad, rompiendo el incómodo silencio que había descendido entre ellos desde que salieron del monasterio.
Wooyoung hizo un ruido sin compromiso, sintiéndose decididamente incómodo. No estaba seguro de cómo actuar con Jimin. No era como si no pensara en él como su hermano: durante su mes de cautiverio, había llegado a aceptarlo como un hecho, y ahora que sus recuerdos habían vuelto, lo recordaba. Ni siquiera le disgustaba el tipo; Jimin tenía razón en que ya tenían el comienzo de un vínculo familiar, que sin duda se fortalecería con más exposición y tiempo. No, el problema era que no sabía lo que Jimin esperaba que fuera. Tenía la sensación de que Jimin había convertido a su hermano pequeño desaparecido en una especie de ángel, algo que Wooyoung definitivamente no era.
Y en su estado mental actual, Wooyoung no estaba seguro de poder fingir ser alguien que no era.
-Solía haber antiguas estatuas en este salón -ofreció Jimin, algo dolorido parpadeando en su rostro sombrío-. Madre las amaba.
Wooyoung miró hacia otro lado, sintiéndose irracionalmente culpable por no recordarlo.
-Todo lo que recuerdo de ella es su cabello y su voz -dijo-.Tenía una voz muy bonita, ¿no? O eso creo.
-Sí -dijo Jimin, irradiando alivio-. Un poco como la tuya, pero más alto. Te pareces mucho a ella.
Wooyoung frunció los labios y miró alrededor del vasto salón.
-¿Podrías mostrarme mi habitación? Estoy un poco cansado-Y abrumado. Y asustado. Y muy perdido.
Todo se sentía tan surrealista todavía, pero era real y estaba sucediendo. No podía creer que realmente iba a vivir en este palacio de ahora en adelante, con su hermano. Con su hermano que realmente lo quería.
La mera noción parecía extraña. Debería haberlo hecho feliz, Wooyoung había querido pertenecer toda su vida, pero solo lo hizo sentir extraño, como si fuera un sueño absurdo del que se despertaría en cualquier momento, con su Maestro criticándolo por ser un sueño y omitiendo su meditación matutina.
Wooyoung frunció los labios.
Buscando desesperadamente algo en lo que concentrarse, dijo:
-¿Dónde están la regente y su hijo? ¿Ya los echaste?
Una sombra cruzó la cara de Jimin.
-No. Es imposible por ahora. Todavía viven aquí.
Wooyoung parpadeó confundido.
-¿Qué? ¿Por qué?
Jimin hizo una mueca.
-Es una larga historia.
Parecía reacio a hablar de eso, así que Wooyoung lo dejó ir, pensando que lo descubriría pronto. No estaba tan interesado en el funcionamiento interno de la Quinta Casa Real, la verdad sea dicha. Su Maestro desaprobaría su falta de ambición, sin duda. Si San estuviera aquí, él...
Wooyoung hizo una mueca y respiró hondo. Exhaló.
Concéntrate, maldita sea.
-No hay pruebas de todos modos -dijo Jimin con el ceño fruncido en su rostro-. Ella ha cubierto todas sus huellas. La evidencia en su contra es circunstancial en el mejor de los casos. Sería mi palabra contra la de ella, y mis recuerdos serán fácilmente descartados como las ilusiones de un niño traumatizado que simplemente escuchó algo mal. Ella tiene muchos amigos en el Consejo. Mi propia gente la adora a ella y a su hijo.
Wooyoung frunció el ceño, sintiendo una punzada de simpatía por él.
-¿Es por eso que todavía viven aquí? ¿Porque no quieres que ganen más simpatía pública?
-Sí. Lucas lo aconsejó. Odio la política, así que confío en su juicio.
Wooyoung tarareó pensativamente.
-No está equivocado. Si juega bien sus cartas, podría provocar una guerra civil.
Suspirando, Jimin se pasó una mano por el pelo.
-Jodidamente lo odio. ¿Por qué nunca puede ser simple?
Los labios de Wooyoung se torcieron en una sonrisa sin humor.
-Me encargaré de ella si quieres.
Jimin lo miró con el ceño fruncido. De alguna manera parecía preocupado y complacido.
-¿Estás seguro? Es muy resbaladiza.
Wooyoung se rio entre dientes.
-Entonces me sentiré como en casa. Después del Alto Fever, ella no será nada.