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MAESTRO


La mirada de San lo estaba buscando, casi cautelosa.

Wooyoung lo miró, esperando... No sabía por qué. ¿Que sintiera algo diferente? Desafortunadamente, tal como había temido, tener bloqueadas sus hormonas de retroceso no cambió nada sobre sus sentimientos.

Todavía amaba a este hombre: desesperadamente, sin esperanza, estúpidamente, no importa qué.

—¿Wooyoung? — San dijo, mirándolo—. ¿Me recuerdas?

La mano de Wooyoung se hizo un puño.

—Eres un imbécil tan egoísta —dijo. Salió más cariñoso de lo que pretendía. Se rió entre dientes, odiándose a sí mismo por su incapacidad para estar enojado—. Uno pensaría que serías feliz sin mí y mis desagradables emociones constantemente comprometiéndote, pero no, aparentemente no. ¿Cuál es el problema, Maestro? ¿Te apegaste?

San no parecía desconcertado en lo más mínimo. Continuó mirando a Wooyoung con la misma mirada intensa y codiciosa.

Luego levantó las manos y acunó la cara de Wooyoung.

—Te acuerdas de mí.

Wooyoung lo fulminó con la mirada.

—Todavía me amas —dijo San con la misma mirada inquietantemente codiciosa—. Está bien, Wooyoung.

Muy bien, Wooyoung definitivamente estaba enojado ahora.

—Jódete, Maestro —gruñó—. Serme amablemente permitido amarte no es suficiente para mí. Vete. No iré contigo a Fever. Como todavía tengo bloqueadas mis hormonas de retroceso, puedo superarlo. Voy a superarte. Vete. Lamento haber perdido tu valioso tiempo y pedirte que borres mis recuerdos para nada. Como siempre, tenías razón: era una mala idea. Es mejor si nos evitamos de ahora en adel...

San lo besó.

Wooyoung quería alejarlo; él realmente lo hizo. Pero parecía que se estaba muriendo de sed y que acababa de recibir un vaso de agua. Un pequeño gemido salió de su boca, y se lanzó hacia adelante, devolviéndole el beso hambriento, incapaz de calmar la sed dentro de él.

Su vínculo se abrió, latiendo con te extrañé, te necesito, te extrañé, te necesito.

Cuando finalmente se separaron para tomar el aire que tanto necesitaban, ambos estaban sonrojados y respirando con dificultad.

—Hablas demasiado —dijo San en su mejilla, sus manos todavía acunaban la cara de Wooyoung —. Hablas demasiado y eres excelente para irritarme. Debo estar loco para que realmente me guste.

Wooyoung parpadeó, inseguro de estar entendiendo eso correctamente.

—¿Me extrañaste? —Dijo, su voz más pequeña de lo que le hubiera gustado.

San se echó hacia atrás, su expresión un poco tensa. Él permaneció en silencio.

Wooyoung se burló, alejándose.

—Necesito palabras, San. Tu mierda de 'No siento emociones' ya no va a ser suficiente. Habla o déjame en paz —Su voz flaqueó y esperó que San no lo notara. Tenía que ser firme.

—No sé cómo hablar de esas cosas.

Evasivas. San usaba eso solo cuando estaba enojado, o incómodo o muy molesto por algo.

Wooyoung ladeó la cabeza hacia un lado y lo miró por un momento. Tal vez no era que San no tuviera sentimientos profundos; quizás el problema era su incapacidad para comunicarse sobre ellos después de años de erradicar cuidadosamente cualquier emoción fuerte. Tal vez solo necesitaba relajarse antes. Perder ese control de hierro.

—Está bien —dijo, su voz más suave—. Tengamos una conversación honesta. Comenzaré, para hacerte las cosas más fáciles. ¿Sabes que tenía dieciocho años cuando comencé a masturbarme pensando en ti?

Las fosas nasales de San se ensancharon. Miró a Wooyoung con las pupilas dilatadas.

Wooyoung reprimió una sonrisa.

—Ni siquiera podía soportarte en ese entonces, pero algo sobre tu horror y tu actitud fría y aguda me hizo sentir tan frustrado y cachondo que me toqué todo el tiempo, metiendo mis dedos dentro de mí e imaginando que eras tu.

Un leve rubor apareció en los pómulos de San. Tragó saliva y abrió la boca, pero no dijo nada.

Wooyoung se inclinó y presionó su nariz contra la mejilla de San. Inhaló.

Sentía que San se ponía rígido, su cuerpo prácticamente vibraba por la tensión.

—Fue realmente jodido —dijo—. Ni siquiera me gustabas en ese entonces, pero eras lo único en lo que pensaba cuando me masturbaba —Le susurró al oído de San: —Me has mojado tanto, Maestro.

....Where stories live. Discover now