UN ACTO DE BONDAD
—Llega tarde —gruñó Jimin, paseando por la habitación.
Wooyoung se miró las manos.
—Probablemente tuvo que lidiar con las consecuencias de ese artículo.
Sus palabras solo hicieron que Jimin frunciera el ceño.
—Los demandaré por difamación.
—No —dijo Wooyoung —. Eso sería infructuoso, porque ese blog de chismes siempre dice cosas como si no fuera su propia opinión y son solo los mensajeros. Además, demandarlos solo les daría más publicidad. Deberíamos ignorarlos.
—Pero tenemos que hacer saber que lo que escribieron sobre ti es una mierda.
Wooyoung sintió una oleada de afecto por su hermano. Ni una sola vez Jimin había dudado de que el artículo estuviera mintiendo.
—La gente va a hablar de todos modos. Déjalos.
Jimin frunció el ceño.
—¿Cómo estás tan tranquilo al respecto?
Wooyoung se encogió de hombros con una sonrisa torcida.
—Años en la Orden me hicieron crecer una piel bastante gruesa. Cuando eres el aprendiz del Gran Maestro, siempre eres blanco de los chismes. No es la primera vez que escucho a alguien insinuar que mi Maestro me eligió porque le chupé la polla.
Jimin se sonrojó, luciendo profundamente incómodo.
— Wooyoung... —dijo, sonando inusualmente vacilante para él—.No lo hizo... ¿verdad? No te obligó a...
—No. Chuparle la polla no era el requisito para convertirme en su aprendiz, Jim— Wooyoung dijo con calma, bajando la mirada—. Me reclamó preliminarmente cuando aún era un niño.
Míralo mintiendo sin mentir.
Wooyoung reprimió una punzada de culpa, diciéndose a sí mismo que una pequeña mentira por omisión no importaba. Lo que sea que él y San hubieran sido el uno para el otro, sucedió años después. Y se acabó, de todos modos. Se terminó.
—El Gran Adepto está aquí, Su Majestad —anunció su IA.
Wooyoung trató de no tensarse, consciente de que Jimin lo estaba observando cuidadosamente.
Tomó un respiro profundo.
—¿Podrías dejarnos solos, Jimin?
—¿Por qué?
—Hay cosas de las que no hablará contigo en la habitación. Sobre el Alto Fever.
Jimin apretó los labios.
—No confío en él a solas contigo.
Wooyoung soltó una carcajada.
— Jimin, he estado a solas con él por años. Puedo manejarlo. Puedo manejarlo mucho mejor que tú.
Jimin frunció el ceño pero asintió con la cabeza y salió de la habitación. Wooyoung podía escucharlo intercambiar algunas palabras concisas con San en el pasillo. Wooyoung tragó, su estómago retorciéndose.
Tranquilo. Él podría estar tranquilo. Podía calmarse y estar tranquilo. Él era un Príncipe. Él era-
San entró en la habitación.
Su pesada túnica negra y sus botas fueron lo primero que vio Wooyoung. No pudo evitar sentir una oleada de cariño. Parecía que a San todavía no le gustaba usar la túnica blanca del Gran Maestro.
Lentamente, arrastró su mirada hacia arriba, reforzando sus escudos mentales mientras su marca telepática avanzaba hambrientamente.
Sus miradas se encontraron y Wooyoung se lamió los labios secos. Se sentía como si su mente estuviera llena de ruido blanco, y no podía formarse ningún pensamiento además de querer - necesitar- ¿por qué estás tan lejos?
San miró a Wooyoung, casi sombríamente, antes de finalmente caminar hacia adelante.
Wooyoung se puso de pie, con las piernas desagradablemente temblorosas. Sintió una pesadez entre las piernas, deslizándose por los muslos a medida que se acercaba su Maestro.
Jodidamente odiaba su cuerpo.
—Su Gracia —se escuchó decir.
San lo miró con frialdad.
—Deja de dirigirte a mí así. Aquí no hay nadie más que nosotros. Si esperas que me dirija a ti como Alteza, estarás esperando mucho tiempo.
Wooyoung levantó la barbilla y cruzó los brazos sobre el pecho.