XI: Algo que no funciona.

116 2 1
                                    

7 de Abril del año 2042.

Tras calmarse la situación en aquella abandonada base, decidí quedarme unos días hasta descansar. Durante el tiempo que permanecí allí, intenté atrancar la puerta y cualquier ventana o sitio por el cual pudieran entrar los soldados del Amanecer. Cuando ya me disponía a abandonar la base, saqueé todos aquellos suministros alimenticios que encontré y emprendí el viaje de vuelta al campamento. Salí por la puerta trasera del edificio y eché a andar por la calle.

El silencio era mi habitual guía y acompañante en este tipo de situaciones. Aquellas situaciones en las que estaba completamente desprotegido, solo, y... No me gustó nada el gesto que tuvieron mis compañeros conmigo. Me habían dejado tirado. ¿Habría pasado algún contratiempo o simplemente se habían olvidado de mí? No estaba hecho para la guerra, y sigo sin estarlo, pero algo hay que hacer.

La sociedad te obliga a trabajar en cualquier cosa, te guste o no, si quieres sobrevivir. Y si no, será cuestión de tiempo que vivas a costa de otras personas o acabes mendigando. Debía abandonar quizás la guerra. Reitero que no estaba ni estoy preparado para ello. No he nacido para ella. ¿Para qué he nacido entonces? ¿Algo predestinado o el azar más ciego? A lo largo de los monótonos y pesados días, y meses, lo meditaría todo.

Pero no sé si llegaría a alguna conclusión, meditar, reflexionar, filosofar... no era tampoco lo mío. ¿Dónde está mi lugar? La noche empezaba a hacer acto de presencia, lo que normalmente a alguien le intimidaría y le preocuparía pero a mí con mi arrebato de nihilismo me da exactamente igual. Mi paso firme ni aumentó ni descendió por mucho que la oscuridad se cerniese.

Lo que sí que me extrañó y me dio la sensación de que había gente que habitaba por la zona eran los numerosos barriles y pequeñas antorchas llameantes que alumbraban el perímetro, pero no había nadie. No tenía prisa por volver al frente, porque cuanto antes volviera antes me mandarían de nuevo a luchar o a otro trabajo como el de hoy que arriesgara mi vida de manera inútil. Porque no creía demasiado en la causa de la Confederación.

No sé a qué tanto cambio radical en este aspecto, pero perdí las ganas de todo. Después de andar algo parecido a trescientos metros me paré junto a un depósito de vehículos. Era un espacio muy grande y amplio que contrastaba con los edificios de su alrededor. Pequeñas casas viejas de ladrillo parecían allí tiradas, abandonadas. Detrás del depósito veía agua. ¿Dónde estaba ahora entonces? ¿Había un depósito de vehículos al lado del río?

Mucho no me importaba, y si me paré fue para que la espalda dejara de castigarme con intenso y tenaz dolor. Todo aquel lugar estaba rodeado por vallas metálicas y una barra rojiblanca, y sembrado de vehículos de todos los colores, clases, matrículas y tamaños. Ni una plaza se encontraba vacía. Al fondo pude contemplar lo que parecía ser una pequeña caseta de acero de color azul oscuro.

Junto a la valla me deslicé con la intención de reposar el cuerpo un poco y que el dolor se calmase un poco. Aquí no pernoctaría, eso lo tenía bastante claro. Seguiría andando hasta estar fatigado y después buscaría un refugio. Allí dormiría siete u ocho horas y me pondría en marcha de nuevo. Debo admitir que dormir solo era una idea que no me seducía, sino que me aterraba.

Supongo que porque nunca he dormido yo solo en un lugar abandonado. Todos deseamos estar al lado de alguien para sentirnos escuchados, queridos, acompañados o protegidos. Cuando lo creí adecuado, me levanté y comencé a dar pasos, o mejor dicho, tumbos, por las aceras. Seguí el rastro de fulgurantes luces que provenían de portales simples y antiguos. Mientras caminaba intentaba seguir por un lado ese rastro de luz en busca de buen y agradable cobijo.

Esto se vio interrumpido cuando sentí el frío tacto de un arma de fuego en mi nuca. Un hombre con ropa harapienta y sucia, encapuchado, de estatura media y rasgos toscos mantenía su arma sobre mi cabeza. Sin más. Esta situación por pintoresca o extraña que pareciera era totalmente normal.

El camino de IvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora