14 de abril del año 2042.
Anduvimos durante aproximadamente tres cuartos en la fría madrugada. Nuestro objetivo era alejarnos del horror de esa casa y buscar un techo sobre el que dormir y descansar al fin. Estaba rendido y a menudo cerraba los ojos durante unos segundos con la intención de que se disipara toda la oscuridad así como mi extenuación. Las calles guardaban silencio y el único destello que paseaba por ellas era el de nuestra linterna. Decidimos asentarnos en un bar abandonado. Era de barrio, mediano, sencillo, con un letrero que mostraba un nombre chispeante e ingenioso. Sus puertas estaban cerradas con candado pero no supusieron ningún problema, pues fue retirado con ayuda del hacha que habíamos conseguido tiempo atrás. Por dentro el sitio era de aspecto rectangular. Frente a los poderosos y a la vez bonitos ventanales que poblaban la fachada, estaban un mar de mesas con sus sillas; todas ellas cubiertas de ingentes cantidades de polvo.
Al fondo se extendía, como una serpiente alargada, una extensa barra de madera rústica sobre la que aún quedaban vasos, platos y servilletas. Cogimos los manteles de las mesas y los colocamos sobre el frío suelo de madera falsa que cubría todo el espacio del bar en forma de sábanas y de almohadas. Los manteles eran feos y ásperos, y amortiguaban poco la dureza del suelo. No obstante era mejor que nada. Dejamos delante, a un lado, nuestras cosas, armas incluidas y nos sumergimos en el sueño. Nadie habló, nadie expresó nada. Todo esto lo hicimos con extremada calma y sin ningún tipo de prisa. Cuando me tumbé sobre la cama improvisada los ojos estaban resecos, las piernas no sentían nada y mi cabeza estaba dolorida.
Ni aún así, con estas condiciones, pude dormir decentemente. Y ni mucho menos dejar de pensar y analizar las cosas. Aún no comprendía cómo no había muerto a causa del hacha; estaba a punto de clavármela en el centro del pecho pero Friedrich... lo impidió todo. Confía en mí, en lo que puedo aportar a la vida y a la sociedad, aunque yo no quiera sufrir ya en este mundo tan retorcido como cruel. ¿Debería intentarlo de nuevo? ¿Qué valor tiene mi vida? ¿Qué hay más allá de todo esto: un plano, una dimensión...? ¿Qué hay? Si Dios existe parece que no ha querido que muriera hoy... quizás quiera que sea otro día o... no lo sé. Sigo sintiendo un vacío que no podría ser colmado por más amistades ni placeres, quizás ni por el imperecedero amor.
Por todo esto quiero acabar con todo, o... quería. A la vez que lo detesto todo, siento un sentimiento de arraigo hacia la vida que es difícil extirpar. Quiero vivir, pero no quiero vivir así. ¿Qué vida más triste es esta? La mía. Sacadme de esta jaula, de esta realidad con barrotes; derribad los muros que me alejan del resto y que solo con impedimentos medrosos. ¿Alguien oye mis profundos gritos de auxilio? ¡Sacadme de aquí, por favor! Os daré todo lo que tenga, todo lo que sea mío. Solo quiero sentimiento, no posesión. No necesito nada más. Sufro en la soledad y en el silencio de esta muda ciudad, y no parece que pueda hacer algo para revertirlo. ¿Qué es lo que me queda ahora? ¿Más lucha? ¿Para qué? La primavera llega, está en su apogeo, pero yo no. Todo esto es difícil para mí, pues no consigo enfocar la situación ni sé cómo superarlo.
Hay una voz que grita muy fuerte dentro de mi ser, y me es difícil no escucharla. Las lágrimas empezaron a brotar lentas a la par que silenciosas por mis ojos a la luz de la luna. Eran lágrimas transparentes y mudas porque no llevaban consigo ningún mensaje. Simplemente tenía ganas de seguir llorando hasta la extenuación, pero me dormí entre ellas. Cuando abrí los ojos me encontraba tumbado sobre la plácida hierba y rodeado de centenares de árboles. Era de noche. Me encontraba en un bosque fuera de la ciudad.
A lo lejos no se veía ningún rastro de la ciudad, ni sus edificios, ni sus trampas. No había nadie, siquiera parecía que hubiera animales. Únicamente se divisaban árboles, arbustos y plantas con ojos y oídos. Sin saber porqué llevaba un hacha entre mis manos. Me levanté confuso y comencé a caminar por el bosque. Arriba, en lo más alto, solo se veía la Luna acompañada de un par de medianas nubes que la tapaban y cubrían con sus mantos para que esta noche no pasara frío alguno. El agua de un pequeño charco vibraba de forma animada. Unos murmullos empezaron a escucharse cerca. ¿Qué significaban?
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El camino de Iván
Science FictionEl camino de Iván relata la historia del joven homónimo, solitario y meditativo forzado a vivir en un mundo que le arrebató el derecho a tener vida segura. La polución del aire que asediaba la ciudad era una causa constante de enfermos, a los que...