Me encontraba ya en el otro lado de la valla. Adormecido, con dolor en la cadera, en la cabeza y a pocos metros de poder llegar al hospital. Empecé a avanzar lentamente, intentando apoyarme en los restos de vehículos y mobiliario urbano hasta llegar a un hombre, un guardia. Éste cuando me vio al principio desconfió de mí y me apuntó con su mortífera arma al pecho sin atender a mis súplicas. Intenté explicarle lo que sucedía pero no parecía hacerme caso.
—¡Por favor! Ayúdenos. Necesitamos ayuda, mi amigo vive aquí —dije como pude.
—¿Qué os ayude? —expresó contrariado—. Solo te veo a ti, no intentes tomarme el pelo o te pegaré un tiro.
—Allí está. Tras la valla.
Fijó sus ojos en la valla intentando buscar e identificar a quién se hallaba al otro lado, siempre guardando unos metros de separación de mí para que no le infectara. A continuación se acercó hacia la valla para ver más de cerca de quién se trataba. Cuando llegó y reconoció a Carlos ambos mantuvieron una conversación y el hombre acabó abriendo la valla para que pudiera entrar y luego la cerró.
—Siento haberos tratado así —dijo el hombre mientras se dirigía hacia Carlos—. No sabía que erais vosotros, por esa zona solo se ven infectados, sufrimiento y muerte.
—No pasa nada —respondió Carlos con calma—. Hemos tenido un viaje muy complicado y difícil. Mi amigo necesita ayuda médica así que no nos demoremos más.
Me di la vuelta para seguirles el ritmo y pude ver una pequeña explanada, en el centro de ésta había una estatua parecida a la de mi calle de un hombre con barba y ropas extrañas y antiguas. La fachada y la forma del edificio eran rectangulares, de color blanco con tonos grises, y muchas ventanas cuadradas dispuestas en dos filas.
Abajo una entrada formada por dos columnas a los lados y escalones, y ya más al fondo unas grandes y bonitas puertas negras con un cristal translúcido que parecía pesado, resistente. Subí los escalones como pude mientras las puertas se abrían como una entrada la salvación, a un lugar habitado y guarnecido.
—He llamado a un médico, os atenderán enseguida, esperad aquí—. Expresó el guardia mientras se marchaba de nuevo a su puesto.
Aquel lugar por dentro era singular. Las paredes y suelos eran de baldosas blancas y azules, en el centro había un mostrador plateado vacío en el que no se veía nada y a los lados pasillos que llevaban a diferentes alas del edificio.
A ambos lados de la puerta dos guardias vigilaban y custodiaban la entrada, llevaban armaduras pesadas y oscuras, cascos acolchados y poderosas armas. A escasos metros del guardia que se encontraba en la derecha había una fila de cuatro asientos negros, sucios, acolchados y e incómodos.
Aproveché y me senté en uno de ellos para que descansar, la cabeza me daba vueltas y la cadera parecía estar a punto de fragmentarse.
—Lo hemos conseguido Carlos Lo hemos conseguido —dije con ánimo.
—Sí, casi no lo contamos, pero menos mal que hemos logrado llegar —contestó mientras suspiraba.
Los síntomas no desaparecieron. Me desperté en una camilla a un lado de una gran sala con la misma estética, espaciosa, con gran cantidad de aparatos, estanterías, libros, botes con numerosas y diferentes pastillas y sobres.
Mis ojos se pusieron inmediatamente después a buscar a Carlos, que se hallaba hablando con dos personas mayores, con ropas limpias y anteriores a todo esto, el hombre bien afeitado y la mujer con una coleta, supongo que serían sus padres. Aunque esa suposición se turbó cuando mi amigo recibió una bofetada de éstos. No sé si había perdido la audición y hablaban bajo porque no escuchaba nada. Tras acabar la conversación se acercó a donde yo estaba.
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El camino de Iván
Science FictionEl camino de Iván relata la historia del joven homónimo, solitario y meditativo forzado a vivir en un mundo que le arrebató el derecho a tener vida segura. La polución del aire que asediaba la ciudad era una causa constante de enfermos, a los que...