III: Encrucijada.

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a tensión envolvió el ambiente. Mi fría e implacable mirada se posaba con detenimiento en el joven al que observaba con una pesada carga en la conciencia.

Miraba a Carlos y miraba al joven. Con el cuchillo en la mano y una decisión.

—¿Qué hago? —pregunté mientras sujetaba con fuerza y sudor el cuchillo.

—Lo que te he dicho… —contestó él con abatimiento, decepcionado.

Mil pensamientos y mil ideas, mil formas de hacerlo, pero solo una sería la privilegiada. Podía matar al pobre joven o dejarlo inconsciente, difícil tarea, difícil encrucijada en la que me hallaba. ¿Qué hacer? ¿Por qué no intentar convencerle para que nos de la llave? ¿Eso sería lo más correcto? ¿Lo más ético?

No quería hacerle daño, él llevaba una vida de pena, incluso peor que nosotros como presos. Hiciera lo que hiciera tendríamos que sobrevivir Carlos y yo.

Suena egoísta, mucho, pero… Pocas opciones había, así que decidí hacer lo que me pareció más correcto; intentar convencer al joven. Me acerqué a los barrotes e intenté llamar al joven.

—Danos la llave de la celda. —Mientras le llamaba hacía un gesto con la mano.

—¿Así de sencillo? ¿Qué nos entregue la llave? —Intervino Carlos indignado—. No te la va a dar sin más.

El joven, con tranquilidad y cierto miedo enunció mientras se acercaba hacia nosotros.

—No puedo, si no mi señor… me pegará —contestó el joven mientras arrastraba unas cadenas que llevaba en los pies.

—Danos la llave, sácanos de aquí, si lo haces podremos liberarte, te lo prometo.

—Lo siento, me gustaría, pero ya no creo en nada, aparte no lleváis armas ni nada, solo sois simples presos, y lo que me harían a mí por dejaros escapar se saldría de todo derecho humano —contestó él mostrándose intransigente.

Medité unos segundos y volví a intentar convencer al joven.

—Aquí tenéis…vuestra comida —enunció el joven mientras pasaba por debajo un plato con un trozo de pan y agua.

—Mira, se me ocurre una cosa, tu nos das la llave, y si luego nos pillan o algo y te preguntan les dices que te la hemos quitado a la fuerza, que te hemos golpeado, así toda la culpa será nuestra.

—¿Sí? ¿Toda nuestra? Entonces sí que no saldremos vivos de aquí… —Intervino de repente Carlos.

El joven que conocía muy bien las consecuencias de tales actos volvió a negar:

El camino de IvánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora