C a p í t u l o : 1

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Olivia:

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Olivia:


        La sensación de felicidad recorre todo mi cuerpo cuando estrecho la mano de mi agente de inmobiliaria, y luego ella toma su bolso junto con el contrato que acabo de firmar.

—Felicitaciones. Espero que lo lleves bien. Aquí tienes las llaves. –dice, entregándome el juego junto con un bonito llavero de tiras azules.

Me regala una sonrisa y desaparece al cruzar la puerta. Suspiro de felicidad y me giro para admirar el departamento que acabo de adquirir a las afueras de Manhattan. Gracias a mi reciente empleo como instrumentadora quirúrgica, he podido conseguir una buena pasta para dejar mi vieja residencia.

—¿Dónde va esto? –oigo detrás de mí, y me giro hacia la puerta.

Mi mejor amigo, Ron, está de pie en el marco, con una caja cerrada en sus brazos. Le doy una sonrisa y apunto hacia el sofá de gamuza color marrón.

—He visto a la agente marcharse. ¿Así que todo esto es tuyo?

—Por ahora y durante el próximo año, si. –sonrío. —Me mantendrá ocupada la decoración, pero valdrá la pena.

Su novia, y mi mejor amiga, entra con otra caja, y no se molesta en preguntar dónde va cuando la deja en el suelo.

—Esa ha sido la última. –dice. —No puedo creer que todo este lugar sea tuyo, Oli. Es increíble. Estoy segura de que pondrás mucho alcohol aquí. –señala la barra de desayuno en la cocina.

—Tal vez. No me he puesto un plan en la cabeza aun. –los miro a ambos cuando entrelazan sus manos. —Gracias por esto, chicos. Hubiera sido un verdadero dolor en el culo hacer esto sola.

Me sonríen y luego se miran el uno al otro.

—De nada. Esta zona está genial, alejada del caos y los ruidos de bocina… –se queda callado cuando oímos un ruido igual en la calle. —Bueno, casi.

—La habitación está más alejada del caos.

Comenzamos a vaciar las cajas para guardar cada cosa en su correspondiente lugar. Ron y Andrea se centran en la cocina y yo me quedo colocando los almohadones en el sofá. Levanto la mirada y miro por la ventana, hacia el edificio de junto. Mi departamento da vista al departamento que está frente, a todo el piso, desde la habitación hasta la puerta de entrada.

No me fijo mucho en eso, sino en el tío que está de espaldas a mí, golpeando un saco de boxeo, fuerte, sin control. Noto como cada músculo de su increíble espalda se tensa con cada movimiento brusco. Mi boca se seca, y todo lo demás se apaga a mi alrededor mientras lo miro.

—Guau, bonita vista. –oigo a Andrea a mi lado y vuelvo a la realidad. —Te servirá luego de un día intenso en el trabajo.

Le miro y sonrío.

—Si. Debería poner cortinas, de todos modos.

No sería bonito estar viendo todo lo que ese vecino hace en su casa, al igual que él mire lo que hago yo. Termino de decorar la mesa de café con fotos mías y de mis amigos y vuelvo a mirar por la ventana, pero él ya no está allí.

Regreso mi atención a mi departamento y noto que Ron y Andy han hecho un gran trabajo con la cocina.

—Con eso bastará. –dice ella, al cerrar la puerta del estante de copas. Se gira hacia mí y sonríe. —Debemos celebrar esto.

—Uhm… todavía no está del todo listo y no me apetece recibir a nadie en este lío.

Ambos ríen y luego Ron toma las llaves de su coche. —Será fuera. Esta noche en el bar de siempre. Te dejaremos para que descanses y te acomodes con todo lo demás.

—¡Los quiero! –grito cuando cierran la puerta al largarse.

Me paseo por todo el piso llevando mi ropa hacia la habitación de paredes de ladrillo. Me echo en la cama y suspiro mirando hacia el techo. Cierro mis ojos y el cansancio de este largo pero corto día cae sobre mí, obligándome a detener cualquier cosa por el momento.

••••

Despierto cuando el sol ya no se filtra por las cortinas de la ventana. Compruebo en el reloj que son pasadas las seis treinta. Me levanto y me voy directo a la ducha para quitarme el resto de la modorra por aquella siesta.

Me pongo un vestido de mangas largas color negro, unas botas de cuero marrón y me dejo el cabello suelto para que se seque por sí solo. Busco mi único abrigo bonito y tomo todo el conjunto de llaves antes de apagar las luces del departamento y salir en dirección al elevador.

El transito de sábado se agudiza a medida que me acerco al centro de la ciudad. Detengo mi viejo Jetta Clásico en color negro a una calle del bar y camino el resto. Una vez que entro, camino hacia nuestra mesa de siempre, encontrándome con todos los rostros conocidos de mis amigos.

Todos me sonríen y felicitan por mi nuevo punto de vivienda. Chocamos nuestras copas de vino blanco en señal de brindis y dejo que la fría bebida moje un poco mi garganta.

—Es bueno saber que tienes un lugar. –comenta Jeremy, dejando que su mano descanse en mi rodilla.

Yo le sonrío mientras asiento con la cabeza.

—Servirá para declarar mi estatus e independencia. Ya no encontraré niños vomitando en mi puerta cada fin de semana. –digo, causando que él ría.

Cenamos cordero con papas a las hierbas y me bebo otras dos copas ligeras. Puede que a veces el trabajo me impida algunos gustos, algunos pero no éste.

Luego de medianoche, cada uno comienza a tomar su camino, saliendo del bar cuando se convierte en una especie de discoteca. Me abrocho los botones del abrigo y busco las llaves de mi coche en la cartera, mientras que salgo del bar.

Estoy por cruzar la calle cuando oigo mi nombre a mis espaldas.

—¡Olivia! –oigo una vez más.

Al darme la vuelta, diviso a Jeremy esquivando a todas las personas en la acera para llegar a mí. Su respiración está agitada y me sonríe.

—¿Si?

—¿Qué harás ahora?

—Supongo que volver a mi nueva casa.

Juntos cruzamos la calle y él ríe.

—¿Vamos a mi departamento?

Trago saliva y giro mi cuello para mirarlo. Su mirada cae sobre la mía, con un oscuro brillo que no indica que quiera jugar Monopolio. Me muerdo el labio inferior y asiento con la cabeza. No es secreto, me he follado a Jeremy incontables veces, pero nunca hemos sido algo más, nunca hemos mezclado las cosas. Al menos no yo.

Me subo a mi coche y él camina hasta el suyo. Lo sigo por las avenidas hasta llegar a su edificio, ambos estacionamos y luego nos metemos al ascensor. Su boca cae sobre la mía en el momento en que las puertas del elevador se cierran. Chocamos con cualquier cosa que se nos atraviesa en el camino hasta llegar a su departamento.

Me desnuda y me arroja sobre el sillón de la sala, las ventanas no tienen las cortinas cerradas, y por un momento, mi imaginación cae en la tarde de hoy, cuando vi a ese tipo frente a mi propio departamento.

Jeremy me penetra y cierro mis ojos, recordando sus músculos tensarse. ¿Qué estoy haciendo? Ni siquiera conozco a ese tipo, y recuerdo perfectamente su piel brillosa por el sudor de sus movimientos contra ese saco de boxeo.

—Más duro. –suplico en la oscuridad, jadeando en voz baja.

Necesito más…

—Olivia…

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