Raiden vuelve a tomar mi mano. Relamo mis labios al salir del bar cuando el aire golpea mi rostro. Siento mis mejillas sonrojadas, por el alcohol, por Raiden…Él no suelta mi mano cuando comenzamos a caminar hacia nuestros edificios. El aire se siente pesado y al mismo tiempo cargado de electricidad.
—¿Qué quieres hacer ahora? –pregunta cuando subimos los pocos escalones de mi edificio.
Oh... Mi...
Una sonrisa brota en mis labios. Sé perfectamente lo que propone, y es exactamente lo que yo esperaba que hiciera, pero decido no morder el primer anzuelo.
—Lo siento, no me acuesto con desconocidos. –repito tal cual la primera vez que nos vimos, pero esto ya no es una propuesta de cenar juntos.
Él levanta las cejas en un gesto divertido, y su sonrisa se vuelve maliciosa.
—Yo sí.
Lo sé...
—¿Alguna vez alguien te ha dicho que tienes una actitud arrogante? –pregunto con voz serena.
—Te sorprenderías.
Cierro los ojos cuando su boca sella la mía. Sus labios saben a “Sex Potion”, y son suaves, más suaves de lo que siempre he imaginado. Pero su beso no es suave, porque Raiden devora mi boca, su lengua chocando contra la mía, estremeciendo mi cuerpo.
Haciéndome desear más, mucho más.
Su cuerpo se pega contra el mío, mi espalda choca contra el cristal de la puerta. Siento su dura erección contra mi vientre, punzando contra mí, haciéndome imaginar de todo, y nada referido inocentemente.Sus dientes tiran suavemente de mi labio inferior y yo gimoteo en el momento en que comienza a alejarse. Me deja deseando más. Mi respiración errática se asemeja a la suya. Su mirada cae sobre mí y luego vuelve a acercarse.
Pero esta vez solo oigo el »clic« que hace la puerta al abrirse detrás de mí.
—Hasta luego, Olivia.
—Hasta luego, Raiden.
Entro al ascensor y sus ojos azules, con un destello ardiente, es lo último que veo antes de que las puertas se traben.
Suelto todo el aire de mis pulmones, e incluso más que eso. Me apoyo contra una de las paredes mientras intento respirar.
—Santo Dios…
Apenas entro a mi departamento, miro hacia la ventana. Él todavía no ha entrado. Camino a través del piso en dirección hacia el pasillo. Me meto en el baño y comienzo a llenar la tina.
Agua caliente, lo cual solo suma más calor a mi cuerpo. Me desnudo lentamente, la ropa cae sobre mis pies y luego me meto en el agua. Cierro los ojos y me hundo bajo el calor. Mis manos aun tiemblan, y las cosquillas todavía se presentan en mi piel.
Me quedo en el agua hasta que se enfría. Me pongo un pijama de seda de dos piezas y salgo hacia mi habitación. Me cepillo el cabello y me pongo crema humectante en el cuerpo. Miro por la ventana que da hacia la calle, hacia el bar.
Media hora atrás estaba en aquella acerca, respirando el aire que quemaba. Sigue quemando.
Me giro cuando el móvil comienza a vibrar dentro de mi bolso. Lo rebusco entre todas las cosas que tengo metidas en ese mundo aparte y lo encuentro.
Llamada entrante: Desconocido
Sonrío. Así lo he agendado luego de haberme llamado.
Y contesto, una vez más.
—Raiden. –digo, sintiendo el aire abandonar mi habitación.
—Olivia.
—¿Todo en orden?
Llama para decirme que el beso ha sido un error, y que no quiere volver a hablarme en lo que me queda de vida…
—Algo así. ¿Estás en la ducha ahora?
—Eh, no. –respondo. —Estoy en mi habitación, a punto de acostarme para dormir.
—Ve hacia la sala. Quiero verte.
Contengo la respiración al oír aquellas palabras. Quiere verme...
—No creo que sea buena idea.
—¿Por qué no? Estoy seguro de que pasas mucho tiempo allí.
—Estudio demasiado, tienes razón.
—Seguro. Entonces, no creo que tengas problema en ir hacia allí otro rato.
—Vale.
—Acércate a la ventana, Olivia. –ordena.
Trago saliva y no me tardo mucho en volverme y abrir la puerta para caminar descalza sobre el porcelanito frío. Ninguno habla mientras avanzo en la oscuridad. El corazón me late con fuerza y rapidez una vez que entro a la sala. Me acerco al sofá, ese que tanto contaría si pudiera hablar. Enciendo la lámpara que tengo a mi lado y la luz tenue me baña.
Levanto la mirada hacia aquel oscuro departamento de en frente, que también tiene un punto de luz blanca cerca de la ventana.
Sentado en el sofá, empapado en el nítido brillo de la luz blanca, allí está el hombre que me ha besado hace media hora atrás.
—Buena chica. Bonito pijama, por cierto.
Se lleva a los labios que me han besado un vaso de lo que parece ser Whisky.
—¿Para qué me has llamado? –pregunto, apoyándome sobre el brazo del sofá.
—Solo quería mirarte.
—¿Disfrutas mirarme?
—Disfrutaría más si estuvieras aquí. Me gusta apreciarte en vivo y en directo.
Relamo mis labios.
—Creí que llamaste para decirme que todo fue un error. –confieso.
Él niega con la cabeza.
—Nunca podría considerarte un error, Olivia. Mi mente está volando desde que chocaste conmigo en la cafetería.
Lo único que puedo hacer es sostener su mirada mientras el aire abandona mis pulmones. Es entonces cuando deja su vaso de Whisky y de aquella misma mesa vuelve a tomar algo, puedo divisar la tela azul de encaje entre sus dedos mientras que su mirada me ataca. Me quedo sin aliento al darme cuenta de que en sus manos lleva mis bragas.
Él… Joder, él las tomó cuando estuvo aquí y se metió en mi habitación. Y ahora las enseña descaradamente mientras que una sonrisa maliciosa nace en sus carnosos y tentadores labios.
Raiden no me conviene. Puedo notarlo en la manera en la que me hace sentir. Es peligroso, todo esto es peligroso. Y el miedo de jugar con fuego y quemarme me atraviesa. ¿Por qué he jugado a pensar que puedo lograr hacer algo que a este tío le guste? He estado engañándome a mí misma, cubriéndolo bajo toneladas de deseo, pero la realidad se ha destapado frente a mis ojos.
“—No intentas nada nuevo, y es por eso que con Betth funcionó mejor.”
Aun recuerdo un poco las palabras que Henrik me dijo cuando me enteré de su infidelidad con mi propia hermana. Pude perdonarme por algo de lo que no tuve la culpa, pero aún pueden haber algunas secuelas, muy al fondo de mi alma.
Mis ojos se llenan de lágrimas y cierro las cortinas antes de poder seguir viendo algo a lo que no puedo atreverme a disfrutar. Corto la llamada cuando puedo oír su voz susurrando apenas mi nombre:
—Olivia…
Arrojo el teléfono sobre el sofá y mis pies descalzos corren a mi habitación. Me meto en la cama y me quedo el resto del rato mirando un punto fijo mientras oigo el tono de mi móvil sonando a lo lejos, en toda esa melancolía.
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Desconocido
Storie d'amoreOlivia se muda a su primer departamento en Manhattan. Todo marcha perfectamente bien, hasta ese segundo en el que mira hacia por la ventana. Frente a su edificio puede tener la vista exclusiva de todo lo que realiza su increíblemente apuesto vecino...