C a p í t u l o : 1 1

3.9K 190 17
                                    


Manipulo el tenedor de plástico para pinchar un poco de lechuga bañada en vinagre de manzana. El sabor alcanza para llenar la mitad del vacío que ha quedado en mí desde hace días.

No he vuelto a mirar por la ventana desde que dejé a Raiden plantado aquella noche de sábado. Exactamente hace cinco días.

Es injusto. Para mí. El hecho de no poder lanzarme hacia lo que quiero solo porque un maldito comentario traumático regresa a mi mente. No debería afectarme, pero a veces no soy tan fuerte como parece, y me desarma por completo.

Es jodido saber que no puedo tener ni dar lo que quiero por temor a no ser suficiente.

—Olivia, tenemos cirugía en veinte minutos. ¿Has acabado ya?

Levanto la mirada hacia la puerta. El reloj encima marca las seis en punto. Genial, llego tarde. Y eso que por fin había encontrado un hueco para almorzar.

—Si, subo en un minuto.

Arrojo la bandeja con ensalada a la basura y me lavo las manos antes de salir corriendo por el pasillo, directo hacia el elevador.

Quinto piso.

Me encuentro con Spencer, saliendo de su oficina. Sonríe al verme.

—Olivia, por fin te veo. Me puse contento al saber que te tendría como instrumentadora en la cirugía de hoy. –comenta mientras se acomoda la camisa del ambo azul marino que lleva puesto.

—Es un placer ayudar al mejor cirujano que tiene la clínica.

Abre la puerta y me cede el paso. Ambos entramos a la sala de lavado y tomo un jabón para volver a lavar mis manos. Me las cubro con guantes y me coloco la mascarilla y la bata antes de entrar al quirófano.

—Bien, –dice Spencer cuando entra detrás de mí —Señorita Foster, comenzaremos con la anestesia, el proceso es sencillo.

Repito en mi mente el mismo cuento que hacen con todos los pacientes. “Comienza una cuenta desde el diez al cero, y cuando llegues a seis, estarás dormido.”

La paciente se queda dormida al llegar al siete, y coloco la bandeja de instrumentos cerca de la camilla.

••••

Es medianoche cuando llego a mi departamento y miro hacia el reloj. Suspiro. La operación tuvo una complicación que nos retrasó un buen rato, debimos reanimar a la chica, la cual casi muere desangrada por un corte interno.

Me quito las botas y las dejo tiradas en el medio de la sala. Cuelgo mi bolso y también me quito el abrigo para colgar ambos en el recibidor. Dejo las luces apagadas ya que tuce suficiente con la del quirófano. Camino hacia el refri en busca de algo rápido para comer.

La luz ilumina unas alitas de pollo y mi estómago ruge. Tomo una y comienzo a comerla en silencio.

Hasta que el silencio termina con un agudo gemido que puedo oír hasta mi centro. Trago lo que hay en mi boca ya que repentinamente el hambre pasa a ser obsoleto.

No te des la vuelta…

Mi teléfono suena. Junto a la encimera que hay frente a la mesa de café.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora