C a p í t u l o : 8

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Aquella mirada azul penetrante permanece fija con la mía. El calor recorre mi cuerpo, cada parte de él. Sus dedos todavía mantienen sujeta mi barbilla, para poder evitar que me aleje de esa mirada…

Está pareciéndome como una droga. Es imposible dejarla, imposible querer que eso ocurra.

Vuelvo a la realidad. Parpadeo y me despego de su agarre. Cada pieza vuelve a su lugar y finjo que nuestro contacto visual no ha humedecido mi entrepierna.

—Yo… siento que debas estar haciendo de terapeuta cuando solo has venido a reparar el grifo.

Me pongo de pie y me sacudo las manos para que él no se de cuenta de lo nerviosa que me ha puesto. Raiden se pone de pie y vuelve a mirarme, esta vez hay una sonrisa en sus labios rosados y carnosos.

—Solo falta un ajuste y estará listo.

Volvemos a la cocina y tal como ha dicho, solo le da un apretón con la pinza al grifo para comprobar el ajuste que ha hecho la tuerca. Enciende el grifo y yo celebro con un aplauso cuando el agua corre con normalidad, sin crear ningún médano en el suelo.

Raiden guarda todas las herramientas dentro de la caja roja y vuelve a guardarla dentro del mueble, se lava las manos y vuelve a mirarme.

—No sé cómo agradecértelo, Raiden.

—Dame tu número.

No ha sido pregunta.

—¿Disculpa?

—Ya me has oído. Quiero tu número. –responde con un tono tranquilo y sensual. —¿Te apetece dármelo?

Me alejo hasta tomar la libreta que he dejado más temprano sobre la mesa de café. Anoto rápidamente mi teléfono y corto la hoja para dársela. Él la dobla y se la guarda en el bolsillo delantero de sus vaqueros, sin apartar la mirada de mí.

Todo índica que debe irse. Abro la puerta y él me regala una última mirada cuando se detiene frente a mí.

—Te veré luego, Olivia.

Mi nombre sonando con dulzura y deseo en su lengua hace que mi pulso se dispare.

Le regalo una sonrisa y entonces él se marcha.

Suelto todo el aire que llevo en los pulmones mientras pego mi espalda contra la puerta. ¿De verdad acaba de estar aquí? ¿De verdad acaba de irse? He sido testigo de la perfección que es. Sus ojos, su boca, su cuerpo. Jodidamente debería estar prohibido dentro del paraíso, porque alguien así solo puede ser admitido en el infierno.

Levanto la mirada hacia el frente justo cuando él vuelve a entrar en su departamento. Vuelvo a perder el aire cuando lo primero que hace es quitarse la camiseta, revelando la tinta coloreando en su cuerpo. Muerdo mi labio inferior y él se mete dentro del baño, cerrando la puerta detrás de él.

Raiden Pietri. Incluso su nombre me genera fantasías.

••••

—¿De manera en que, tu vecino, Raiden Pietri, te ha arreglado la cañería? –pregunta Andy, incrédula ante lo que acabo de contarle.

No dejo de asentir con la cabeza.

—Tenías que ver sus ojos, son como un clímax. Oh, luego Bettany apareció y las cosas se desestabilizaron un poco.

—Maldita perra. Debiste haberle jalado aquellos mechones rojos y…

—Se ha cambiado el color del cabello. –aclaro. —Además, el tiempo ha pasado, lo superé.

—El hecho de que lo hayas superado no quiere decir que no se merezca lo suyo. –reprocha. Acto seguido levanta las cejas con provocación. —¿Qué harás ahora?

Yo suspiro, dándole a entender que no tengo idea de qué responder a eso.

—Me ha pedido mi número. No sé si vaya a llamarme.

—Lo hará. Doy por fe que sí. –mira por unos segundos hacia el piso de Raiden, pero está vacío. —Se ve que es muy ordenado. ¿Cuántos años crees que tenga?

—No tengo idea. Deja que le pregunte. –respondo con irónica mientras volteo la mirada —Ya deja de mirar, quizás tiene cámaras… ¡Oh, por Dios! ¿Y si tiene cámaras?

Ella parece palidecer igual que yo. Ambas nos asomamos a la ventana para comenzar a mirar cada espacio de su departamento. Pero no hay señales de vigilancia en él.
Volvemos al sofá, mientras que la duda sigue firme en mí.

¿Cómo es posible que no haya pensado en eso antes? Me he masturbado frente a esta ventana cada vez que él trae mujeres a su piso, sin ser consciente de que él puede tener cámaras de monitoreo. Soy una pésima tía.

—Relájate, quizás sea por eso que anda detrás de ti. –se burla Andy, y luego se pone de pie.

—Eso no me hace sentir mejor. ¿Te vas, tan pronto?

Ella se pone los zapatos y asiente con un gesto triste.

—Mis padres vendrán por la noche, debo preparar la cena. Avísame si Mister ojos azules te llama.

Me da un beso en la frente y luego se marcha. Vuelvo a quedar sola en este enorme nido. Mi móvil suena en la mesa de café y me estiro hasta tomarlo. Es un mensaje de Jeremy.

“¿Nos vemos esta noche?”

Apago la pantalla, ignorándolo por completo. No tengo ganas de verlo, al menos no por ahora. Ni siquiera me ha enviado un puto mensaje desde la última vez que nos vimos, aunque sea para cerciorarse de que llegué bien a casa esa madrugada.

Por ahora, mi único plan de sábado es darme una ducha de agua caliente y mirar una peli en mi cama. Lo preparo todo, y solo llevo veinte minutos mirando “Un paseo para recordar” cuando mi celular vuelve a sonar.

Planeo ignorar el llamado, pero algo dentro de mí hace todo lo contrario cuando veo aquel nombre, bueno, técnicamente no es un nombre, pero puedo generarme una idea de quién puede ser.

Llamada entrante: Número desconocido.

Cuando me doy cuenta, ya estoy presionando el botón verde. Me lo llevo al oído.

—¿Hola?

—Olivia, es un placer oír tu voz otra vez.

Mis pulsaciones se alteran y finjo no estar a punto de caerme de la cama solo por estar oyendo su voz.

—Raiden. ¿Cómo estás? El grifo ha funcionado de maravilla.

Idiota. Eres una idiota, Olivia.

Oigo su risa a través de la línea y mi corazón vuelve a acelerarse.

—Me alegra saber eso. Pero no he llamado para saber de tu grifo.

—Oh, vale. ¿Puedo devolverte el favor, entonces?

—Llamaba para saber si quieres ir conmigo al bar que está en la esquina de la calle.

Me quedo en silencio durante lo que aparecen ser miles de años. Mis dientes atrapan mi labio inferior y un cosquilleo se extiende por todo mi cuerpo.

Exhalo.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora