C a p í t u l o : 6

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—¿De modo en que te ha salvado de un robo y tú rechazaste su invitación a cenar? ¿Desde cuando te echas atrás?

Andy me mira fijamente, tratando de encontrar la respuesta a sus preguntas, o esperando a que yo decida responderlas.

—Supongo que desde que todas las noches puedo verlo follando con una tía distinta.

—¿Lo juzgas?

—No. Pero no puedo mirarle a la cara sabiendo como es debajo de su ropa, Andy.

Ella se echa a reír y luego come otro bocado de su ensalada.

—¿Entonces es lo que planeas seguir haciendo? ¿espiarlo desde la oscuridad de tu departamento?

Le devuelvo una mirada amarga.

—Si mal no recuerdo, fuiste tú la que me dijo que no había nada de malo. Justo en el momento en que dejo de pensar en lo raro que es, me tratas como una acosadora.

—Si, he dicho que no hay nada de malo, pero lo dije cuando aun no cruzaban palabras y cuando no te invitaba a cenar. –responde de inmediato. —Oli, sé que la única pareja sexual que has tenido en todos estos años ha sido Jeremy, y sé que ese tío está colado por ti.

—Andy…

—Déjame terminar. –interrumpe a mi interrupción. —No puedes pasarte la vida huyendo de otras experiencias. Jeremy es buen tío y le gustas, pero no es lo que necesitas para tu vida.

—¿Dices que necesito follar con todo Manhattan?

Nos echamos a reír y ella se encoge de hombros antes de beber de su copa de vino blanco.

—Tu vecino podría ser el comienzo.

Sacudo la cabeza, aun con una sonrisa.

—De todas formas, dudo que pueda aceptar su cita ahora, porque no tengo su número, y no saldré corriendo a su edificio y tocaré su puerta desesperada.

Andy vuelve a reír y niega con la cabeza.

—Hazlo a la antigüita, un cartel pegado al vidrio de la ventana.

Volvemos a reír, una y otra vez con nuestras locas ideas de niña de preparatoria. Terminamos nuestro almuerzo y las dos volvemos a nuestros respectivos trabajos.

Las palabras de Andy resuenan en mi mente una y otra vez el resto de la tarde. ¿Podrá ser el momento de intentar otra cosa? Es tonto plantearme la idea cuando ni siquiera sé su nombre. Solo es eso, un desconocido.

••••

El sábado por la tarde regreso de Central Park luego de una intensa maratón, la música sigue sonando por mis audífonos una vez que giro la llave y entro a mi departamento. Busco mi botella de agua en el refrigerador y la encuentro vacía. Me maldigo por no haberla llenado antes de marcharme y me acerco al fregadero para hacerlo ahora.

—¡Mierda!

El agua dispara por todos lados cuando abro el grifo. De inmediato comienza a salir agua por debajo de la mesada y todo se convierte en un charco. El agua sigue escapando del grifo todavía cuando lo cierro. Tomo mi teléfono y me acerco a la ventana para marcar el número de la inmobiliaria.

—Necesito una solución de inmediato. –digo, levantando la voz al tercer cambio de agente.

—Nuestro servicio de reparación se encuentra ocupado en otra emergencia. El lapso de espera es de tres horas.

—¡¿Tres horas?! Necesita ser una jodida broma.

—Lo siento, señorita Sandler, enviaremos a los técnicos en cuanto terminen un trabajo.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora