C a p í t u l o : 9

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Las puertas del elevador se separan y Raiden aparece frente a mí, con una sonrisa sexi y…

—Olivia. –dice, a modo de saludo, y mis labios se estiran.

—Raiden.

Esto no es una cita. Esto no es una cita.

Son las palabras que llevo repitiendo en mi cabeza desde que la palabra »Sí.« abandonó mi lengua cuando él me propuso esto.

Pero… ¿por qué estoy tan nerviosa? ¿Será por el hecho de que su sola presencia tiene efectos húmedos en mí? ¿O será el descaro que carcome dentro de mí al aceptarle un trago al hombre que espío cada noche con una chica diferente?

Dejo de pensar en cuanto Raiden abre la puerta para permitirme el paso. Salgo y él lo hace detrás de mí. No puedo evitar mirarlo nuevamente.

Camiseta blanca con las mangas enrolladas hasta los codos, dándole una mejor perspectiva a las mangas de tatuajes que cubren ambos brazos. Pantalones oscuros y botas de nieve, aunque no hay nieve. Su barba incipiente va perfectamente perfilada y sus pestañas hacen resaltar sus ojos azules.

Le sonrío cuando él me mira. Puedo notar la seguridad que se tiene así mismo, no luce nervioso ni tampoco se muestra extasiado. Parece tenerlo todo controlado.

Damos la vuelta en la esquina y luego cruzamos la calle hacia el bar que tiene un cartel brillando en luz led color fuxia, “Insomnia”.

Raiden vuelve a abrir la puerta para mí y yo entro. No quiero comenzar a respirar con fuerza cuando siento su mano tomar la mía, se adelanta a mi paso y me guía a través de todas las mesas del bar.

La decoración es afrodisíaca. Hay espejos en cada rincón, es como si invitara a espiar a todas las personas que vienen a tomarse una copa.

Irónico.

—¿Qué vas a beber? –pregunta.

Me encojo de hombros.

—No tengo idea de lo que sea un buen trago. ¿Puedes darme ideas?

Él me regresa una mirada atónita.

—¿Crees que soy un gran degustador de tragos?

—Pareces serlo.

Estoy coqueteando con él. Abierta y descaradamente, y ya no hay rastros de pudor en mí, y tampoco puedo culpar al efecto del alcohol ya que todavía no he ordenado nada.

A Raiden parece gustarle mi respuesta, levanta dos dedos y cuento tres segundos hasta que una chica de cabello cobrizo se acerca a nosotros.

—Buenas noches. ¿Qué desean ordenar?

Su mirada cae sobre mi acompañante, y se queda igual de embelesada que yo. Pero Raiden no le devuelve la mirada, ya que ésta se encuentra sobre mí en este momento. Y su boca acaricia las palabras:

—Dos copas de Sex Potion, por favor.

Trago saliva y me remuevo en mi lugar. La camarera se aleja y vuelvo a quedarme en las garras del desconocido.

—Entonces, vecina. ¿Qué te ha traído al vecindario? –pregunta y toma una aceituna que tiene en un pequeño tazón frente a él.

—Me he mudado desde mi antigua residencia, viví los últimos cuatro años allí y necesitaba un cambio de aire. Conseguí el piso en internet y aquí estoy. Está bien, excluyendo a los ladrones que sorprenden en mi entrada.

Raiden sonríe.

—Tienes suerte de encontrar personas sensatas que te salven de los robos.

—Solo ha habido un superhéroe.

Le regalo una mirada que índica de quien hablo. La camarera regresa con una bandeja en su mano izquierda y frente a nosotros coloca ambas copas. El color rojo fuego de la bebida advierte que me iré pasada de vueltas a dormir.

Raiden levanta su copa y la extiende hacia mí, entonces hago lo mismo.

—Por los superhéroes. –brinda.

—Por aquel desconocido. –digo, y nuestras copas tintinean.

Doy el primer sorbo y sé que me iré borracha a la cama. El sabor es dulce, muy dulce y puedo degustar el sabor de la Ginebra en mi lengua. Una delicia.

—¿Y tú? –pregunto. —¿Vives aquí desde hace mucho?

¿Follas frente a tu ventana desde el primer día, también?

—Tres años. Me mudé cuando terminé una relación.

—Lo lamento.

—Descuida, no ha sido para nada malo desde entonces. –indica.

Sé perfectamente de lo que está hablando, y aprieto los muslos bajo la mesa de madera que nos divide.

—¿De modo en qué ahora no estás formando algo serio? –pregunto luego de beber otro trago.

Raiden vuelve a sonreír. He perdido la cuenta de las veces que lo ha hecho en lo que va de nuestra salida, y también de los mini infartos que he tenido cada vez.

—¿Interesada?

—Curiosa. Eres la primera persona con la que hablo desde que me mudé aquí. Beber con desconocidos no es algo que haga frecuentemente.

—No somos desconocidos, he arreglado tu grifo.

Vuelve a beber. Hay un grifo entre mis piernas que ni él ni yo podemos controlar. Las hormonas me juegan en contra con Raiden Pietri dando vueltas a mi alrededor.

—Sigo debiéndote un favor por eso. Tampoco soy de dar favores, así que deberías aprovecharlo. –le aviso.

Relame sus labios y yo no finjo no mirar aquel gesto.

—Estoy seguro de que ese favor estará allí para cuando yo lo necesite. ¿Quieres otra copa?

Bajo la mirada solo para darme cuenta de que mi copa ya se encuentra vacía. Enarco las cejas. Sabe tan delicioso que ni siquiera me he dado cuenta de que me lo he bebido entero. Pestañeo en dirección a él y asiento con la cabeza.

—Solo uno más, no quiero tener que trepar las escaleras de mi edificio con tal de alcanzar la cama luego.

Él vuelve a levantar los dedos en dirección a la barra y luego me mira.

—Tienes suerte de tener un superhéroe que estaría encantado de llevarte a la cama.

Cristo.

—Otra ronda, por favor. –le dice a la misma chica. Esta vez la mira y le da su tarjeta de crédito al mismo tiempo.

—¿Quieres que vayamos a medias? –pregunto y comienzo a buscar mi bolso.

—No. –responde firmemente. —Yo he invitado.

Le sonrío.

—Recuérdame pagar en la próxima.

—¿La próxima? –pronuncia, y yo contengo el aire. —Eso me hace un poco creyente.

La camarera vuelve con nuestra segunda ronda. Cada vez avanza más la noche. “I Wanna Be Yours” de Sofia Karlberg suena a un ritmo casi electrizante. El alcohol comienza a involucrarse con mi sangre, y cada vez que miro a Raiden, puedo recordar como es su cuerpo debajo de toda aquella ropa.

Y así me paso hacia la cuarta ronda.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora