C a p í t u l o : 4

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El agua caliente cae sobre mi cuerpo mientras que las velas aromáticas iluminan el pequeño espacio entre las cortinas de la bañera. Trago las gotas de agua que caen sobre mis labios, siento el calor del agua arrasando con cada átomo de suciedad, pero el sentimiento descarado aun permanece en mí.

Cierro el paso del agua y envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo antes de pisar la alfombra para secar mis pies. Seco mi cabello con otra toalla y luego salgo hacia la sala para beber algo. Mi mirada cae sobre el sofá, y cada recuerdo de anoche vuelve a atacar mi mente, una vez más.

Las cortinas están cerradas, aunque casi son las diez de la mañana. No puedo ni siquiera acercarme a ellas luego de lo que he hecho. Si cierro mis ojos y me concentro, todavía puedo oír los gemidos del desconocido, todavía puedo sentir el deseo recorriendo cada vértebra de mi cuerpo.

Me he pedido el día libre en la clínica. Le dije a quien me cubre que no me sentía bien, pero el día de hoy solo tocaba una pequeña cirugía con un tumor benigno, así que el mundo no se detendrá si falto.

Me preparo un café y dos tostadas antes de comer encima de la barra de desayuno. ¿Para eso existe, no? No necesito sentarme en el sofá todo el rato…

¿A quien quiero engañar? Ni siquiera puedo hacerlo a mí misma. Me duele el trasero sentada aquí. Me bajo y a medida que me acerco al sofá, mi corazón se acelera.

—Listo, Olivia. No es necesario abrir las cortinas. No es necesario abrir las cortinas. –me digo a mí misma cuando logro sentarme en el sofá.

Las abriré… obviamente luego de que me ponga algo de ropa encima. El hecho de que yo lo vea follar a él, no quiere decir que hay un vínculo y que ahora yo pueda pasearme frente a las ventanas semidesnuda para que él me vea.

Aunque muy en el fondo quiera hacerlo…

—No. No quieres hacerlo, Olivia Sandler.

Suspiro frustrada.

Si… si quieres hacerlo.

Antes de seguir pensando en cualquier otra cosa con respecto a la maldita ventana y al maldito desconocido, me pongo de pie y camino hacia mi habitación. Entro y cierro la puerta con los dos giros de llave. Miro el picaporte durante unos segundos y luego me doy la vuelta para abrir las puertas del armario.

Me pongo un juego de lencería en color blanco y bordes rosados, una camiseta blanca de mangas largas y unos vaqueros color marrón. Busco las botas de cuero y me pongo unos calcetines antes de calzarme.

Abro la puerta e ignoro todo el recorrido hasta llegar al baño y volver a encerrarme bajo llave. Me desenredo el cabello y lo dejo suelto antes de pasar a ponerme rímel en las pestañas y corrector de ojeras ya que lo de anoche dejó marcas.

Me cepillo los dientes y luego abro la puerta. Camino hacia las cortinas y tiro de ambas hasta el extremo, hasta que puedo ver toda la claridad del día. Ni siquiera miro hacia ese departamento. Me giro y tomo mi bolso antes de largarme de aquí.

••••

—¿De manera en que ahora te has vuelto una observadora de primera? –pregunta Andy cuando nos sentamos en una de las bancas de Central Park.

Le quito la tapa a mi café y le coloco el sobrecito de azúcar que he tomado del mostrador de la cafetería. Vuelvo a mirar a Andy y asiento con la cabeza.

—Es que ni siquiera puedo comprenderlo. –digo. —No pude evitarlo.

No puedo tener secretos con ella. Lo he hablado desde la primera vez que vi al desconocido follar a la primera chica, y le he hablado acerca de lo que vi anoche. Y acerca de lo que hice.

—No creo que esté mal. –dice ella, encogiéndose de hombros y bebiendo café.

—Si lo está. Y me apena.

—Creo que todo el mundo tiene un lado voyeur, Oli. No quiero decir que debes sentarte en la sala de tu departamento y esperar a que él llegue con una nueva chica cada noche. Pero no está mal sentir deseo al ver como folla.

Enarco las cejas y la miro. ¿De dónde salen todas estas palabras?

—¿Tú lo haces? Tú… oh, Dios. –digo cuando ella me mira de esa forma tan desvergonzada.

—No lo hago, pero me gusta que Ron me mire masturbarme.

—No quiero imaginar que como mis dos mejores amigos de la secundaria se masturban frente a frente. Déjalo para ti misma, Andy.

Ella ríe y bebe de su café, no vuelve a hablar de eso. En cambio me mira, brindándome confianza.

—¿Por qué no le hablas y ya?

—Porque bien podría ser un asesino o un loco desquiciado.

—Ya tenemos a la loca desquiciada. –indica con una sonrisa descarada, y yo pongo los ojos en blanco en respuesta a esa tontería.

—Si, gracias por ponerme en mi lugar.

—Oye, era una broma. No creo que sea un asesino. Bueno… por la forma en la que me has contado todo, se nota que no asesina con otra arma que no sea…

Cubro su boca inmediatamente, logrando frenar la frase que estaba por finalizar.

—No necesito recordarlo. –le espeto.

En serio no lo necesito, porque su polla tampoco ha salido de mi mente desde que vi a esa mujer chupándosela.

Quito mi mano de la boca de Andy y vuelvo a sujetar mi vaso de café par darle un sorbo. El viento sopla entre los árboles y un escalofrío recorre mi cuerpo.

—Solo digo que no sería mal pedirle su número, quizás interrumpas su polvo un minuto o dos, pero lo recuperará y tú tendrás como hablarle.

Suelto una carcajada y varios corredores voltean a mirarme, pero eso no me importa en lo absoluto. Miro a mi mejor amiga y sacudo la cabeza.

—Diría que esa es una buena forma de ligar. Vámonos, hace frío aquí.

••••

Cuando regreso a mi departamento, hay una especie de vacío que me encanta. Enciendo velas aromáticas, riego las plantas que mis amigos me han regalado para decorar este lugar y me pongo al día con toda la limpieza.

Salgo un momento del departamento para deshacerme de las cajas de mudanza que he acumulado estos días y luego regreso. Aspiro el sofá y las alfombras. Le saco brillo a las mesas y encimeras, y limpio con alcohol y periódicos los ventanales.

La música ayuda mucho a mejorar el proceso de limpieza. Termino el ventanal del centro y me pongo de pie, mirando ahora con más claridad. Mi corazón se pone en pausa durante un segundo cuando lo veo. El desconocido está mirando por la ventana de su piso, directo hacia mí. Sus ojos están en mí, durante lo que parece ser una maldita y condenada eternidad.

Trago saliva mientras permanezco quieta bajo su mirada llena de misterio.

Luego de un minuto eterno, se da la vuelta y se aleja de la ventana, y yo vuelvo a respirar.

—Qué mierda…

Mi piel arde, mis mejillas arden, todo mi cuerpo ha quedado entumecido. Me doy la vuelta y camino directo hacia el cuarto de baño para darme una ducha de agua helada, para quitarme este calor de encima.

••••

Me pongo un abrigo y lo dejo abierto sobre la camisa blanca antes de tomar mi bolso y mis llaves. Salgo hacia el elevador, el cual me lleva a planta baja. Atravieso la pequeña plazoleta que une mi edificio con el edificio del desconocido y camino hacia la cafetería que hay justo en la esquina de ese edificio.

Hay solo un hombre pidiendo su orden en el mostrador, me pongo detrás de él mientras espero mi turno.

Todo pasa muy rápido cuando él se da la vuelta y choca conmigo, derramando su bebida caliente sobre mí. Tardo medio segundo en levantar la mirada y encontrarme con la suya. Ojos azules intensos, una mirada llena de sorpresa y misterio…

Oh, Dios mío…

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora