C a p í t u l o : 1 6

6.2K 258 35
                                    


Mis piernas están abiertas a la altura de su cintura, disfrutando de su invasión. Su boca atrapa la mía mientras los movimientos de sus caderas sincronizan con los de su boca.

Es la cuarta vez, solo nos hemos detenido para beber agua. Pero incluso en el medio de eso, su boca volvió a caer sobre la mía.

Estamos sobre su cama ahora, nunca antes había tenido el vistazo completo de su habitación. Tampoco ahora, porque me encuentro muy ocupada gimiendo cada vez que su polla se desliza dentro de mí.

Gimo desprevenida contra su boca cuando se hunde bruscamente.

—¿Más?

—Si...

Cierro mis ojos cuando vuelve a empalarme. Mi coño es un charco de sensaciones, mientras que Raiden solo aumenta la velocidad.

Estoy ardiendo. Él me hace arder, tal y como le he pedido que hiciera.

—¿Te gusta? –provoca mientras sus incesantes embestidas parten todas mis piezas.

Asiento con la cabeza, y vuelvo a sentirlo dentro de mí.

—¿Esto es lo que le haces a todas tus vecinas?

—Solo a las que me miran follar desde sus ventanas.

Un par de embestidas más, y mi respiración comienza a ser errática y jadeante.

—Raiden..., me voy a correr.

Sin apartarse de mi boca, y sin dejar de mirarme, comienza a ser torturante.

—Ya sabes, sobre mi polla. –gruñe.

Entierra su polla otra vez, y el clímax colma cada parte de mi cuerpo. Raiden gruñe y vuelve a seguirme al orgasmo. Cae sobre mí, mientras que ambos disfrutamos de como nos golpea la sensación.

—No creo poder caminar hasta mi departamento. –jadeo, luego de unos segundos.

Raiden sale de mi interior y arroja el condón usado en el cesto que hay a un lado de su cama. Me mira fijo, decidido por lo que va a decir.

—No ibas a hacerlo, de todos modos.

Sonrío.

De un segundo al otro, cada orgasmo parece golpear de otra manera en mí. Mis ojos pesan y suelto un bostezo, lista para lo siguiente.

Cierro mis ojos y luego de unos segundos, siento el musculoso brazo de Raiden rodeándome la cintura. Entonces es cuando puedo quedarme completamente dormida junto a él.

••••

Mis ojos se abren al sentir los rayos de sol directamente sobre mi cara. Me cubro con mi mano y reacciono al notar que en mi habitación nunca me ha dado así el sol. Esta no es mi habitación.

Me siento sobre la cama y también noto que voy desnuda. Levanto la mirada y mi departamento está totalmente vacío frente a la ventana. Es como si no viviera nadie allí.

Una sonrisa se estira en mis labios, y solo se intensifica cuando me muevo y todo mi cuerpo duele, en el mejor de los sentidos.

Hay un lado frío y vacío en la cama, me pongo de pie y me envuelvo con la sabana para salir hacia la sala.

Mi boca se seca cuando me topo de frente con un adonis. Vestido con pantalones de vestir y una camisa con las mangas enrolladas hasta los codos, todo en el ardiente color negro.

Se lleva una taza de café a la boca y rápidamente su mirada cae sobre mí cuando me animo a salir del pasillo.

—Buenos días. –dice, y me recorre de pies a cabeza. —Bonita vestimenta.

No llevo ninguna más que la sábana blanca que apenas me cubre.

—Si, tal vez debería buscar mi ropa. –digo. Y de inmediato aparto la mirada al sentir como el peso de la suya me hace sentir acalorada.

Encuentro junto al sofá mi camisa y mis pantalones. No me molesto en ponerme bragas y tampoco en abrochar los botones de la camisa.

—Eso es incluso más sexi todavía. –gruñe mientras me mira de reojo. —¿Quieres café, una tostada?

—Unas piernas nuevas. Gracias.

Me sonríe con malicia, sabe de lo que hablo. Porque él es el culpable de que camine un poco chueca ahora.

—¿Qué hora es? –pregunto, y tomo una tostada de la canastilla para comerla sin nada encima.
Estoy muerta de hambre.

—Casi las nueve. ¿Tienes que trabajar?

Asiento con la cabeza.

—Debería irme ya. Tengo que ducharme y conseguir un poco más de ropa.

Raiden asiente con la cabeza y me acompaña. De camino a la puerta, encuentro mis bragas en el suelo y las levanto.

—¿Cuándo puedo verte otra vez? –pregunta detrás de mí.

Llena de sorpresa, me doy la vuelta hacia él.

—¿Otra vez? –pregunto con cierto tono esperanzador.

No creí que haría esa pregunta luego de las cuatro veces en las que me folló ayer por la noche. Y por dentro, una sonrisa pícara se despierta, llena de gusto.

Raiden asiente con la cabeza.

—No pude obtener suficiente de ti. ¿Esta noche?

Ufff, Don Mandón está dando ordenes de forma indirecta ahora. Y recuerdo de todas las veces en la que lo obedecí anoche.

Miro mis bragas en mi mano antes de guardárselas en el bolsillo de la camisa. Levanto la mirada y le sonrío.

—Te veré luego, Desconocido.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora