C a p í t u l o : 1 2

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Dos días después estoy tocando los estribos del suelo, si es que eso existe.

Estornudo. Vuelvo a estornudar y luego lo hago otra vez.

—¿Estás bien? –pregunta un residente.

—Claro. Solo es gripe, una maldita gripe.

—¿Tienes Keterolac? Es muy buena para ese tipo de síntomas.

Sonrío mientras paso un pañuelo por mi nariz.

—¿Ya estás recetando sobre mí, acaso?

—Puede que sí. Pero es cierto. Creo que he visto uno en la oficina del Doctor Oliver. Le pediré uno para ti.

No me da tiempo de negarme ante aquella molestia, simplemente se pone de pie y desaparece del cuarto de receso. Regresa a los dos minutos y me da la pequeña píldora blanca. Me la bebo sin preguntar nada más.

Minutos después soy llamada para cirugía, lo cual parece ser como dinamita para mí. Me rompe completamente y debo salirme una hora antes de mi horario habitual. Cuando llego a casa, se siente como si un camión me hubiera pasado por encima.
Me voy directo a la cama y me quedo dormida de inmediato.

La siesta no dura mucho. O quizás si, porque por la ventana ya no entra ningún tipo de luz. Me siento como la misma mierda, el dolor de mi cabeza se siente como mil disparos y tengo mucho frío. Mucho frío…

Esto no pinta para nada bien. Intento dar con mi móvil entre todas estas cobijas y lo encuentro en mis pies.

Marco el número de Andy, y como puedo, llevo el teléfono hacia mi oreja mientras espero a ser atendida.

—¿Olivia? –pregunta y yo asiento con la cabeza aunque no pueda verme.

—Si. Ehm... Me siento muy enferma justo ahora, Andy. Quizás solo sea el cambio de clima, pero veo doble.

—¿Estás en tu departamento?

—Si. ¿Crees que podrías venir? Mis padres están muy lejos...

—Cruzo en un minuto.

¿Eh?

La llamada se corta y no espero ni repaso lo que pienso. Logro caminar hasta el baño y encender la luz. Me pongo de rodillas junto a la bañera y enciendo el grifo, haciendo que el agua caliente comience a correr.

Agua cristalina empapa mi mano a medida que la muevo bajo el chorro. Comienzo a sentir calor, y una gota de sudor cubre mi frente.

Oigo la puerta abriéndose y miro hacia la oscuridad de la sala cuando una enorme silueta se hace presente. De repente, es Raiden quien se arrodilla frente a mí, sujetando mi rostro y haciendo que esa mirada azul vea mis ojos.

Genial, estoy delirando.

—¿Te encuentras bien?

Joder. De verdad está aquí.

—Tal parece que no. Deberías irte, mi amiga llegará en un minuto.

—Es a mí a quien has llamado, Olivia. Estás volando de fiebre.

Desconocido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora