𝑳𝒊𝒈𝒉𝒕 ; 𝐾𝐴𝐼𝐺𝑈𝑅𝐷

〜 2 〜

Narra Sigurd:

La mañana se pasó muy rápido debido a las alertas a las que nos tocaron asistir. El comienzo del mediodía se dio de la misma forma, con la diferencia de que esta vez mi hermano decidió no asistir a la nueva alerta que surgió ya que la anterior le dejó demasiado exhausto.

Subiéndome al lado de copiloto, abroché mi cinturón y Dereck arrancó a una velocidad moderada. Éramos cuatro en total los que abordamos el vehículo, sin contar la ausencia de mi hermano y Holly quien hoy estaba en su día libre.

Las calles estaban muy vacías, facilitando nuestra llegada al lugar alertado.

Suspirando, recosté por completo mi cuerpo en el asiento y dirigí mi mirada al paisaje fuera de la ventana. El escenario otoñal era uno de mis favoritos, era casi como tener un cálido mar inundando las calles, pero compuesto de crujientes hojas muertas. Qué magnífico y nostálgico a la vez.

Tras un pequeño rato, mis ojos dieron con la presencia de una persona habitando una de las bancas de la plaza por la que nos encontrábamos pasando. Esa mirada verdosa conmocionada estaba fijándose en el vehículo, sin percatarse de que yo estaba mirándole fijamente a él.

Habrán sido no más de unos segundos, pero eso no me impidió visualizarle bien. A mi vista, el tiempo se había duplicado lo suficiente como para grabar cada uno de sus detalles por siempre en mi memoria.

Sobre su regazo descansaba una libreta, su hombro cargaba una bolsa reutilizable y sobre su mano se hallaba un bolígrafo, probablemente estaba anotando algo antes de que hubiésemos robado toda su atención.

Su vestimenta era simple, todo en él parecía tan sencillo y ordenado que no pude descifrar la razón inicial del por qué mis ojos depararon tanto en él. A lo mejor fue porque era el único en esa solitaria plaza, o quizás porque era bonito pese a su sencillez, casi como si irradiase una luz propia.

Se veía como una persona agradable, o por lo menos esa era la impresión que me pudo dar. Habrá sido como un encanto instantáneo, como si durante esos pocos segundos hubiese podido ver completamente a través de él, aunque ciertamente no nos conociésemos de nada y no tengo poderes para hacer una cosa así.

—¡Ya llegamos!, ¡manos a la obra, chicos!.

Esas palabras me devolvieron al presente. Aquella mirada se quedó tan atascada en mí que nisiquiera noté cuando el trayecto había acabado por completo.

El tiempo hoy estaba funcionando muy raro.