Después de la escuela Mia y yo caminamos hasta casa.
Lo que sucedió ayer en el estacionamiento pasó desapercibido para Crane. A ella le importa una mierda todo el mundo, ni siquiera sé porqué trabaja en una escuela si no está dispuesta a escuchar a absolutamente ningún alumno que no pueda patear o pasar un balón de americano.
Durante el regreso, justo antes de desviarnos por el camino largo y evitar el supermercado, veo a un perrito tirado en la acera, con su lengua afuera y jadeando por el calor, seguramente también tiene hambre.
Mia no lo nota, lo hace cuando se percata de que me desvíe de su lado. Camino hasta el perrito, quien no se inmuta cuando acerco mi mano a él. Acaricio su corto pelaje, es blanco con algunas manchas cafés, a medida que paso mi mano repetidas veces en su rostro cierra los ojos disfrutando del amor.
—¿Tienes hambre? —murmuro. Mia se agacha a mi lado para acariciarlo tambiés. Sus ojos brillan alegres. Ella nunca ha tenido una mascota y también es amante de los animales.
Recobro la compostura y echo una mirada hacia la calle de enfrente, si aquella que me empeño en evitar.
—Ya vuelvo —musito y comienzo a caminar.
Saco un billete de mi bolsillo y juego con él más nerviosa a medida en la que me voy acercando a aquella puerta de cristal.
Antes venía muchas veces aquí solo para ver a Trevor, ahora había hecho como que este lugar no existía hasta hoy.
Ese ligero aire me golpea al entrar, aquel del aire acondicionado que siempre está a todo lo que da. Aprieto ambas manos con el billete contra mi estómago, mi respiración es un desastre y comienzo a sentir náuseas. Paso rápidamente por los pasillos buscando la comida de perro, también tomo una botella de agua y un par de bols para ponérselo al perrito.
Cuando tengo todo eso en las manos no me muevo. Es difícil. Demasiado. Lo había intentado antes y siempre fracasé. Cierro los ojos tratando de respirar y completar lo que vine a hacer. Cuento hasta diez, pienso en otras cosas, pero todo sigue igual dentro de mí.
—Alex.
Al abrir los ojos me encuentro con Rod, quien es el jefe de aquí. Trae puesta su camiseta verde oscuro con aquel pequeño bordado que dice su nombre. De primeras me dedica una sonrisa amplia, al ver la expresión en mi rostro se preocupa.
—No te había visto en mucho tiempo. Bueno desde que...
Suelto un gran y ruidoso suspiro. Rod moja sus labios, su mirada luce nostálgica al perderse por unos segundos.
—¿Estás bien? —pregunta.
Yo asiento sin decir nada porque siento que el nudo en mi garganta no me dejará hacerlo. Claramente él nota que no lo estoy, me ayuda a llevar las cosas de mis manos hasta una de las dos cajas que hay, pasa los productos haciendo que estos hagan un ruidito al cobrarse y finalmente le pago.
—Gracias —musito. Rod me sonríe sinceramente y me tiende una bolsa con mi compra, puedo ver una pizca de dolor en sus ojos grises.
Tomo la bolsa de su mano y me acerco para abrazarlo, sé que ambos lo necesitamos, seguramente yo mucho más que él. Intento sonreírle con las pocas fuerzas que me quedan y salgo casi corriendo de ahí. Mia casi choca conmigo en la entrada, sus iris miel me examinan de arriba a abajo, su mano se posa en mi barbilla obligándome a mirarla. Mi vista se nubla por las lágrimas que comienzan a formarse en mis ojos pero esbozo una sonrisa.
—Lo hice —musito muy por lo bajo. Mi voz sale demasiado débil y llena de dolor.
Sí, lo logré, pero necesité ayuda. Me hubiera derrumbado como las otras veces si Rod no hubiera estado ahí.
Ignoro toda la mierda de mi interior y vuelvo a la calle donde está el perrito. Aún con lágrimas en los ojos y dolor de estómago pongo ambos bols en el suelo, lleno uno con agua y el otro con la comida que le compré. El perrito casi sonríe al mirarme y se abalanza por la comida. Mia llega a mi lado casi sin aliento, me mira y después al perro.
Yo no pude aguantar más y estoy sentada porque sentí que mis piernas no daban para más. Mia sonríe levemente y se acuclilla para abrazarme, sus manos rodean mi cuerpo y una se posa sobre mi cabeza. Siento que el ardor de la garganta me desgarra por dentro pero no derramo ni una sola lágrima.
⋆ ˚。⋆ ˚。⋆
Al llegar a casa los mellizos casi se le tiran a Mia encima, ellos la quieren mucho, a veces dudo que me quieran a mí tanto como a ella.
—¿Estás más alto? —le dice Mia a Dylan poniendo su palma sobre el cabello rubio de él.
Dylan es más alto que Jake, incluso casi me alcanza a mí, no es que sea muy alta, mi estatura está quedándose corta con el apresurado crecimiento de ambos. Mia me gana por unos cinco o siete centímetros.
Los tres se quedan hablando sentados en la barra de la cocina y yo paso de largo hasta el baño.
En realidad no sé porqué no me gusta llorar frente a otras personas, siento que ya lo hice demasiadas veces antes así que prefiero no hacerlo tan seguido.
Las lágrimas se escapan de mis ojos al cerrar la puerta, suelto un suspiro profundo y que creo que me desgarrará la garganta. Obviamente no lo hace. Me limpio la humedad de las mejillas y sonrío en el espejo, una y otra vez hasta que puedo creérmelo y salir.
Hay algunas cosas que nunca dejan de doler y sí, Trevor fue de las que más duelen y lo siguen haciendo, pero no es la única.
⋆ ˚。⋆ ˚。⋆
—Sí, papá sigue trabajando ahí, le ha ido muy bien. Fue un gran cambio. —Mia le sonríe a mi padre y lleva el tenedor a su boca.
—¿Sigue dando terapias? —pregunta mamá en un tono que no se descifrar si sonó grosero o solo poco interesado.
Mia asiente ignorando lo mala persona que es mi madre.
A veces siento que ella tiene parecido con Crane. Mamá también desacredita a los psicólogos y eso que me pasé unos seis meses viendo a muchos, incluso cuando estuve en una clínica. Pero el poco interés de mamá hacia ellos pudo verse reflejado cuando me hizo cortar relación con mis terapeutas. Y sí, mi madre puede llegar a hacer cosas así, les dije que era capaz de hacer cosas peores.
Deborah Carter se presentó en la clínica psiquiátrica para llevarme de regreso a casa, hizo un pequeño espectáculo y me sacó de ahí. Después cortó comunicación con todos mis psicólogos y terapeutas porque «podía hablar con ella, no necesitaba a nadie más.»
Cuando necesito hablar ella no escucha, ya ni siquiera lo intento.
—Logan dijo que se me veía bien —dice Jake en medio de una conversación de la cual solo escuché la mitad. Mia le sonríe escuchando a mi hermano hablarle sobre su novio.
Mamá me da un golpe en la mano sin importarle que Mia esté a mi lado para que deje de morderme los labios, tengo ese pequeño acto nervioso de hacerlo todo el tiempo, siempre mis labios están feos y con heridas por ello.
Dylan habla con papá sobre la escuela, él juega futbol de vez en cuando, solo hacen pequeños torneos entre compañeros y eso le hace feliz. Papá lo escucha poniendo toda su atención en él, sus iris marrones están atentos a los suyos y sonríe escuchando la emoción que Dylan pone en sus palabras.
Mamá y yo estamos en silencio, juego con mi comida solo escuchando. Mamá come y mira su celular unas cuantas veces.
Quisiera saber qué es lo que piensa, qué piensa de mí, por qué me trata de esa manera y si hay una razón específica poder cambiarla. Pero como no leo mentes solo me toca mirarla por fuera, comerme sus insultos, malos tratos y ofensas diarias. Algún día podré irme de aquí e incluso de solo pensarlo ya me siento mal por saber que no la extrañaré ni un segundo a ella.
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Sola #1 [✓]
Teen FictionLa vida de Alex se desmorona. Después de perder a la persona que la complementaba se siente perdida. La tristeza y frustración constante la acompañan desde hace años, pero todo se intensificó cuando su persona murió. Ahora sabe que la familia no lo...