Juegos Malabares

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—¡Yaser! —dijo Des tan pronto bajó del coche.

Me dirigí hacia la casa y, una vez que me hube resguardado bajo el porche, le hice señas a Zayn de que entrará. Oí a Des saludarlos efusivamente a mis espaldas.

—Zayn, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobación.

—En la reserva obtenemos muy pronto los permisos de conducir —replicó Zayn mientras yo abría la puerta y encendía la luz del proche.

—Seguro que sí —se rió Des.

—Tengo que aprovechar para dar una vuelta.

A pesar de los años transcurridos, reconocí con facilidad la voz retumbante de Yaser. Su sonido me hizo sentir repentinamente más joven, un niño.

Entré en la casa, dejando la puerta abierta detrás de mí, y fui encendiendo las luces antes de colgar mi chamarra. Luego, permanecí en la puerta, contemplando con ansiedad cómo Des y Zayn ayudaban a Yaser a bajar del coche y a sentarse en la silla de ruedas.

Me aparté del camino mientras entraban a toda prisa sacudiéndose la lluvia.

—Vaya sorpresa —estaba diciendo Des.

—Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confío en que no sea un mal momento —respondió Yaser, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mí.

—No, es magnífico. Espero que puedan quedarse para el partido.

Zayn mostró una gran sonrisa.

—Creo que ése es el plan... Nuestra televisión se descompuso la semana pasada.

Ya le dirigió una mueca a su hijo y añadió.

—Y, por supuesto, Zayn deseaba volver a ver a Harry.

Zayn frunció el ceño y agachó la cabeza mientras yo reprimía una oleada de remordimiento. Tal vez había sido demasiado convincente en la playa.

—¿Tienen hambre? —pregunté mientras me dirigía a la cocina, deseoso de escapar de la inquisitiva mirada de Yaser.

—No, cenamos antes de venir —respondió Zayn.

—¿Y tú, Des? —le pregunté de refilón al tiempo que entraba rápidamente en la cocina para escabullirme.

—Claro —replicó. Su voz se desplazó hacia la habitación de enfrente, hacia el televisor. Oí cómo lo seguía la silla de Yaser.

Los sándwiches de queso se estaban tostando en la sartén mientras cortaba en rodajas un tomate, cuando sentí que había alguien a mi espalda.

—Bueno, ¿y cómo te va? —inquirió Zayn.

—Bastante bien —sonreí. Era difícil resistirse a su entusiasmo—. ¿Y a ti? ¿Terminaste el coche?

—No —arrugó la frente—. Aún necesito piezas. Pedimos ése prestado—comentó mientras señalaba con el pulgar en dirección al patio delantero.

—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. ¿Qué es lo que están buscando?

—Un cilindro maestro —sonrió de oreja a oreja y de repente añadió—: ¿A la pickup de falla algo?

—No.

—Ah. Me lo pregunto porque veo que no la usas.

Mantuve la vista fija en la sartén mientras levantaba el extremo de un sándwich para comprobar la parte inferior.

—Di un paseo con un amigo.

—Un buen coche —comentó con admiración—, aunque no reconocí al conductor. Creía conocer a la mayoría de los chicos de por aquí.

crepúsculo /l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora