Los Tomlinson

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Finalmente me despertó la tenue luz de otro día nublado. Tenía el brazo sobre los ojos, aturdido y confuso. Algo, el atisbo de un sueño digno de ser recordado, pugnaba por abrirse paso en mi mente.

Gemí y rodé sobre un costado esperando volver a dormirme. Y entonces lo sucedido el día anterior irrumpió en mi conciencia.

-¡Oh!

Me senté tan deprisa que la cabeza empezó a darme vueltas.

-Tu pelo es un maraña, pero gusta.

La voz serena procedía de la mecedora de la esquina.

-¡Louis, te quedaste! -me regocijé y crucé el dormitorio para arrojarme irreflexivamente en su regazo. Me quedé helado, sorprendido por mi desenfrenado entusiasmo, en el instante en que comprendí lo que había hecho. Alcé la vista, temeroso de haberme pasado la raya, pero él se reía.

-Por supuesto -contestó, sorprendido, pero complacido de mi reacción. Me frotó la espalda con las manos.

Recosté con cuidado mi cabeza sobre su hombro, inspirando el olor de su piel.

-Estaba convencido de que era un sueño.

-No eres tan creativo -se burló.

-¡Des! -recordé.

Volví a saltar de forma irreflexiva en cuanto me acorde de él y me dirigí hacia la puerta.

-Se fue hace una hora... Después de volver a conectar los cables de la batería de tu coche, debería añadir. Estoy un poco decepcionado. ¿Es todo lo que se le ocurre para detenerte si estuvieras decidido a irte?

Estuve reflexionando mientras me quedaba de pie; me moría de ganas de regresar junto a él, pero temí tener mal aliento.

-No sueles estar tan confundido por la mañana -advirtió.

Me tendió los brazos para que volviera. Una invitación casi irresistible.

-Necesito otro minuto humano -admití.

-Esperaré.

Me precipité hacia el baño sin reconocer mis emociones. No me conocía a mí mismo, ni por dentro ni por fuera. El rostro del espejo, con los ojos demasiado brillantes y unas manchas rojizas de fiebre en los pómulos era prácticamente el de un desconocido. Después de cepillarme los dientes, me esforcé por alisar la caótica maraña que era mi pelo. Me eché agua fría en el rostro e intenté respirar con normalidad, sin éxito evidente. Regresé a mi habitación casi a la carrera.
Parecía un milagro que siguiera ahí esperándome con los brazos tendidos. Extendió la mano y mi corazón palpitó con inseguridad.

-Bienvenido otra vez -musitó, tomándome en brazos.

Me meció en silencio durante unos momentos, hasta que me percaté de que se había cambiado de ropa y traía el pelo liso.

-¡Te fuiste! -lo acusé mientras tocaba el cuello de su camiseta nueva.

-Difícilmente podía salir con la ropa con que entré. ¿Qué pensarían los vecinos?

Hice un gesto.

-Dormiste profundamente, no me perdí de nada -sus ojos centellearon-. Empezaste a hablar en sueños muy pronto.

Gemí.

-¿Qué oíste?

Los ojos dorados se suavizaron.

-Dijiste que me querías.

-Eso ya lo sabías -le recordé, hundí mi cabeza en su hombro.

-Da lo mismo, es agradable oírlo.

crepúsculo /l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora