Tuve que admitir que Louis conducía bien cuando iba a una velocidad razonable. Como tantas otras cosas, conducir no parecía exigirle ningún esfuerzo. Aunque apenas miraba la carretera, los neumáticos nunca se desviaban más de un centímetro del centro del camino. Conducía con una mano, sosteniendo la mía con la otra. A veces fijaba la vista en el sol poniente, otras en mí, en mi rostro, en mi pelo expuesto al viento que entraba por la ventanilla abierta, en nuestras manos unidas.
Había sintonizado en la radio una emisora de viejos éxitos y cantaba una canción que en mi vida había oído. Se sabía la letra entera.
—¿Te gusta la música de los cincuenta?
—En los cincuenta la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los setenta... ¡Buaj! —se estremeció—. Los ochenta fueron soportables.
—¿Vas a decirme alguna vez cuántos años tienes? —pregunté, indeciso, sin querer arruinar su buen humor.
—¿Importa mucho?
Para mi gran alivio, su sonrisa se mantuvo clara.
—No, pero me lo sigo preguntando... —hice una mueca—. No hay nada como un misterio sin resolver para mantenerte despierto toda la noche.
—Me pregunto si te perturbaría... —comentó para sí.
Fijó la mirada en el sol, pasaron los minutos y al final dije:
—Ponme a prueba.
Suspiró. Luego me miró a los ojos, al parecer olvidándose por completo del camino durante un buen rato. Fuera lo que fuera lo que vio en ellos, debió animarlo. Clavó la vista en el sol —la luz del astro rey al ponerse arrancaba de su piel un centelleo similar al de los rubíes— y comenzó a hablar.
—Nací en Chicago en 1901 —hizo una pausa y me miró por el rabillo del ojo. Puse mucho cuidado en que mi rostro no mostrara sorpresa alguna, esperando el resto de la historia con paciencia.
Esbozó una leve sonrisa y prosiguió—: Mark me encontró en un hospital en el verano de 1918. Tenía diecisiete años y me estaba muriendo de gripe española.Me oyó inhalar bruscamente, aunque apenas era audible para mí mismo. Volvió a mirar mis ojos.
—No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se desvanecen —se sumió en sus propios pensamientos durante un breve lapso antes de continuar—. Recuerdo cómo me sentía cuando Mark me salvó. No es nada fácil ni algo que se pueda olvidar.
—¿Y tus padres?
—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con el caos de la epidemia, nadie se iba a dar cuenta de que yo había desaparecido.
—¿Cómo...? ¿Cómo te salvó?
Transcurrieron varios segundos antes de que respondiera. Parecía estar eligiendo las palabras con sumo cuidado.
—Fue difícil. No muchos de nosotros tenemos el autocontrol necesario para conseguirlo, pero Mark siempre ha sido el más humano y compasivo de todos. Dudo que se pueda hallar uno igual a él en toda la historia —hizo una pausa—. Para mí sólo fue muy, muy doloroso.
Supe que no iba a revelar más de ese tema por la forma en que fruncía los labios. Reprimí mi curiosidad, aunque estaba lejos de estar satisfecho. Había muchas cosas sobre las que necesitaba pensar respecto a ese tema en particular, cosas que surgían sobre la marcha.
Sin duda, su mente rápida ya había previsto todos los aspectos en los que iba a eludirme.Su voz suave interrumpió el hilo de mis pensamientos:
—Actuó desde la soledad. Ésa es, por lo general, la razón que hay detrás de cada elección. Fui el primer miembro de la familia de Mark, aunque poco después encontró a Esme. Se cayó de un risco. La llevaron directamente a la morgue del hospital, aunque, nadie sabe cómo, su corazón seguía latiendo.
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crepúsculo /l.s
VampireCuando Harry Styles se muda a la fría ciudad de Forks y conoce al misterioso y atractivo Louis Tomlinson, toda su vida dará un giro emocionante a la par que aterrador. Con su piel de porcelana, sus ojos dorados, su voz hipnótica y sus dones sobrenat...