Despedidas

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Des me esperaba levantado y con todas las luces de la casa encendidas me quedé con la mente en blanco mientras pensaba en algo para que me dejara ir. No iba a resultar agradable.

Louis estacionó despacio, a bastante distancia detrás de mi automóvil. Los tres estaban sumamente alertas, sentados muy erguidos en sus asientos; escuchaban cada del bosque, escrutaban cada sombra, captaban cada olor, todo en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. El motor se apagó y me quedé sentado, inmóvil, mientras continuaba a la escucha.

—No está aquí —anunció Louis muy tenso—. Vamos.

Liam se inclinó para ayudarme a quitarme el arnés. —No te preocupes, Harry —susurró con jovialidad—. Solucionaremos las cosas lo antes posible.

Sentí que se me humedecían los ojos mientras miraba a Liam.
Apenas lo conocía y, sin embargo, me angustiaba el hecho de no saber si volvería a verlo después de esta noche. Esto, sin duda, era un aperitivo de las despedidas a las que debería sobrevivir durante la próxima hora, y ese pensamiento hizo que las lágrimas se desbordaran de mis ojos.

—Gemma, Liam —dijo Louis con autoridad.

Ambos se deslizaron en la oscuridad en el más completo silencio y desaparecieron de inmediato. Louis me abrió la puerta y me tomó de la mano, amparándome en su brazo protector.

Me acompañó rápidamente hacia la casa sin dejar de escrutar la noche.

—Quince minutos —me advirtió en voz baja.

—Puedo hacerlo —inhalé. Las lágrimas me habían inspirado.

Me detuve delante del porche y tomé su rostro entre mis manos, mirándolo con ferocidad a los ojos.

—Te quiero —le dije con voz baja e intensa—, siempre te amaré, no importa lo que pase ahora.

—No te va a pasar nada, Harry —me respondió con igual ferocidad.

—Solo te pido que sigas el plan, ¿sí? Mantén a Des a salvo por mí. No le voy a caer muy bien después de esto, y quiero tener la oportunidad de disculparme en otro momento.

—Entra, Harry, tenemos prisa —me dijo.

—Una cosa más —susurré apasionadamente—. No hagas caso a nada de lo que me oigas decir ahora.

Louis estaba inclinado, así que sólo tuve que ponerme de puntitas para besar sus labios fríos, desprevenidos, con toda la fuerza de la que fui capaz. Entonces, rápidamente me di la vuelta y abrí la puerta de una patada.

—¡Vete, Louis! —le grité.

Eché a correr hacia el interior de la casa después de cerrarle la puerta de golpe en la cara, aún atónito.

—¿Harry?

Des deambulaba por la sala, así que ya estaba de pie cuando entré.

—¡Déjame en paz! —le grité entre lágrimas, que ahora caían implacablemente.

Corrí escaleras arriba hasta mi habitación, cerré la puerta de golpe y eché el pestillo. Me abalancé hacia la cama y me arrojé al suelo para sacar mi bolsa de lona. Busqué precipitadamente debajo del colchón para sacar el viejo calcetín anudado en el que escondía mi reversa secreta de dinero.

Des aporreó la puerta.

—Harry, ¿te encuentras bien? —su voz sonaba asustada—.¿Qué está pasando?

—Me voy a casa —grité; la voz se me quebró en el punto exacto.

—¿Te ha hecho daño? —su tono derivaba hacia la ira.

crepúsculo /l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora