Grupo Sanguíneo

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Me dirigí a clase de Lengua aún en las nubes, a tal grado que al entrar ni siquiera me di cuenta de que la clase había comenzado.

—Gracias por venir, joven Styles —saludo despectivamente el señor Mason.

Me sonroje de vergüenza y me dirigí rápidamente a mi asiento.

Hasta el final de la clase me di cuenta de que mi pupitre contiguo, como siempre, se sentaba Taylor. Sentí una punzada de culpabilidad, pero tanto ella como Eric se reunieron conmigo en la puerta como de costumbre, así que supuse que me habían perdonado.

Taylor parecía volver a ser la misma, y mientras caminábamos hablaba entusiasmada sobre el pronóstico del tiempo para el final de semana. La lluvia exigía hacer una acampada más corta, pero aquel viaje a la playa parecía posible. Simulé interés para maquillar el rechazo de ayer. Resultaría difícil; fuera como fuera, con suerte sólo se suavizaría a los cuarenta y muchos años.

Pasé el resto de la mañana pensando en las musarañas. Resultaba difícil creer que las palabras de Louis y la forma en que me miraba no fuera fruto de mi imaginación. Tal vez sólo fuese un sueño muy convincente que confundía con la realidad. Eso parecía más probable que el que yo le atrajera de veras a cualquier nivel.

Por eso estaba tan impaciente y asustado al entrar en la cafetería con Tom. Quería verle el rostro para verificar si volvía a ser la persona indiferente y fría que había conocido durante las últimas semanas o si, por algún milagro, de verdad había oído lo que creía haber oído esa mañana. Tom cotorreaba sin cesar sobre sus planes para el baile –Lauren y Ángela ya se lo habían pedido a los otros chicos e iban a acudir todos juntos–, completamente indiferente a mi desinterés.

Un flujo de desencanto recorrió mi ser cuando de forma infalible miré a la mesa de los Tomlinson. Los otros cuatro hermanos estaban ahí, pero él se hallaba ausente. ¿Se había ido a casa? Abatido, me puse en la fila detrás de el parlanchin Tom. Había perdido el apetito y solo compré una limonada. Únicamente quería sentarme y enfurruñarme.

—Louis Tomlinson vuelve a mirarte —dijo Tom; interrumpió mi distracción al pronunciar su nombre—. Me pregunto por qué se sienta solo hoy.

Volví bruscamente mi cabeza y seguí la dirección de su mirada para ver a Louis, con su sonrisa pícara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la cafetería al que solía sentarse. Una vez que atrajo mi atención, alzó la mano y movió el índice para indicarme que me acercara. Me guiño el ojo cuando lo mire incrédulo.

—¿Se refiere a ti? —preguntó Tom con un tono insultante incredulidad en la voz.

—Puede que necesite ayuda con la tarea de Biología —musité para controlarlo—. Será mejor que vaya a ver qué quiere.

Pude sentir cómo me miraba al alejarme.

Inseguro, me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de Louis al llegar a la mesa.

—¿Por qué no te sientas hoy conmigo? —me preguntó con una sonrisa.

Lo hice de inmediato, contemplándolo con precaución. Seguía sonriendo. Resultaba difícil concebir que existiera alguien tan guapo. Temía que desapareciera en medio de una repentina nube de humo y que yo me despertara. Él debía de esperar que yo comentara algo y por fin conseguí decir:

—Esto es diferente.

—Bueno —hizo una pausa y el resto de las palabras salió de forma precipitada—. Decidí que si me voy a ir al infierno, qué más da que sea ahora.

Esperé que dijera algo coherente. Transcurrieron los segundos y después le indiqué:

—Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres.

crepúsculo /l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora