Capítulo 15

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Un mar de pensamientos diferentes residían en su cabeza, haciéndole dar puntadas de dolor. Estaba sobrepensando tantas cosas ese último tiempo, exigiendose a sí mismo a saber las respuestas a cosas de las cuales no tenía idea. Minhee era un caos. Un remolino de ideas, de desconfianza, pero aún más de curiosidad. Y en esos momentos, más que nunca, necesitaba al hombre que lo sostuvo en brazos desde siempre. 

Younghoon no era un padre perfecto, cometió un sin fin de errores a medida que Minhee crecía, pero creía que nadie jamás podría ocupar el lugar de aquel hombre. Minhee deseaba profundamente volver a los brazos de su padre, decirle que tenía razón, que no debió entrometerse donde no debía. Pero, como dice el dicho, la curiosidad mató al gato. Aunque no estaba muerto, ahí, avanzando a pasos lentos en completa soledad, así lo sentía. 

En medio de su sin fin de ideas, el sonido de una notificación del teléfono del otro Minhee logró colarse por sus oídos, haciéndole detener su paso. 

Seongminie<3 Hyung, estoy teniendo problemas con mi tarea :(( ¿Puede venir a ayudarme? 

Leyó y releyó aquel mensaje una gran cantidad de veces, cuestionando en su cabeza aquella misma pregunta. 

¿Qué haría cuando volviera a su verdadera casa? Porque no era certero que volvería con Seongmin. No tenía la certeza de que el chico que tanto aprendió a adorar querría volver junto a él. Temía tanto perderlo, pero pensaba que las ganas de volver a su hogar eran más fuertes. 

Si así era, entonces, ¿por qué estaba tecleando una afirmación? ¿Por qué sus pies avanzaron hacia la dirección que Seongmin le escribió por mensaje? Tal vez porque, muy en el fondo, una voz murmuraba que debía volver con Seongmin. Como si fuese algo obligatorio. Y, para eso, necesitaba convencerlo de hacerlo, convencerlo de volver a casa juntos

Siguió ese mismo camino que hizo un tiempo atrás, cuando un remolino de dudas giraba alrededor de Seongmin, cuando se topó a Wonjin en su camino y fue capaz de relacionar al chico del espejo con el nombre de Ahn Seongmin.

La casa resultó ser un tanto diferente a aquella fría que aparentaba abandonada que vió en su realidad. Ahora estaba decorada con tantas flores coloridas y plantas verdes en su jardín delantero, dándole un aspecto lleno de vida. Pero la principal diferencia ahí era aquel chico de cabellos negros que observaba un cielo despejado. Seongmin se veía tan concentrado admirando hacia arriba, a ese cielo enorme que se compartía con millones de personas más, que Minhee solo pudo quedarse en su lugar, mirándolo. Pensando en que era el chico más bonito que alguna vez pudo ser capaz de mirar jamás. Y, en ese corto momento, fue capaz de pensar en lo mucho que agradece haber sido tan curioso. Al menos por un momento olvidó cuánto deseaba volver con su padre. 

— ¡Mini! —Seongmin, al verlo, le mostró una de las sonrisas más brillantes del mundo. Levantó su mano moviéndola en un saludo que fue rápidamente correspondido por el alto castaño. 

— ¿Qué haces afuera? —le preguntó una vez estuvo en frente suyo, tomándose la confianza de acomodar el fleco que se posaba en su frente. Seongmin cerró sus ojitos, sin dejar de sonreír. 

— Tenía muchas ganas de verte, así que pensé que si te esperaba aquí lo haría en menos tiempo. 

Minhee le apretó las mejillas, sonriendo lleno de ternura. Y le dejó un corto besito en su naricita, creando un sonrojo en Seongmin. 

No tardaron mucho en meterse a la casa, Minhee conoció a los señores Ahn en medio de su camino. Ambos adultos eran demasiado agradables, lo cual le dejó un tanto pensativo. Recordó vagamente haber escuchado, o leído, en su realidad que los padres de Seongmin eran malos con él. Ahí ellos resultaban ser muy diferentes, atentos y dulces con su único hijo. 

— Iré a buscar algo de comer, espérame aquí —Seongmin dijo una vez llegaron a su cuarto.

— De acuerdo, ¿quieres que prepare tus cuadernos mientras? 

— Por favor~ 

Seongmin salió del cuarto poco rato después, dejándolo a solas ahí. Y Minhee solo fue directo a la mochila del otro, abriéndolo para comenzar a sacar los útiles correspondientes. 

Aunque su intención de cumplir con lo que él mismo se ofreció a hacer, Minhee se distrajo con el espejo posado a un costado del armario, dejando todo de lado. Caminó hacia él, observándose a sí mismo. La figura que se presentaba ahí no era su verdadero yo, lo cual le causó incomodidad. Relacionó la habitación de Seongmin con la misma que él había visto en la suya, a través de un espejo que se parecía a ese, todo estaba igual. Incluso aquel dron.

Lo único diferente fue que, por alguna razón, creía que el espejo estaba moviéndose. No de forma notoria, más bien era como las olas de un mar tranquilo, lentas, poco predecibles. 

Deberías mirar un poco más, sin perder ningún detalle. Aquella frase se le cruzó por la cabeza rápidamente, así que se mantuvo quieto ahí, detallando lo más que podía a aquel espejo antiguo. De pronto, la idea de tocarlo le hizo alzar la mano, sus dedos temblaron levemente mientras se acercaba. Pensó en cómo había viajado de esa forma, tocando el vidrio de uno, lo cual le hizo creer que volvería a su casa sin siquiera haber intentado convencer a Seongmin de hacerlo con él. 

Pero, contrario a lo que creía, Minhee se sumergió en ese reflejo de la habitación. Con una gran y notoria diferencia: ahí la oscuridad era reina. Vió trozos de vidrios esparcidos por el suelo con manchas de sangres por doquier. Iba a mentir si decía que no se asustó. E intentó volver en sus propios pasos, pero cuando se volteó se encontró con un espejo roto. 

Tragando saliva, forzó a sus propios ojos a ver en medio de tanta oscuridad. Fue capaz de reconocer el armario, la mesa de luz, el escritorio y también la cama. Sus iris deteniéndose en el bollito que resaltaba sobre la cama. Minhee apretó los puños ante el miedo, tan fuerte que sus nudillos cambiaron de su color natural a un blanco sumamente pálido. Su mente gritó que huyera, pero sus piernas avanzaron hacia aquel bollito sobre la cama. 

Se mordió el interior de su mejilla tan fuerte que comenzó a sentir el amargo sabor de su propia sangre en su boca, la mano subió de forma lenta hacia la sábana que tapaba lo que fuese que estuviese debajo de ella y comenzó a correrla de forma lenta, ahogando un sonido de sorpresa en su propia mano. 

Minhee retrocedió unos pocos pasos atrás, con los ojos bien abiertos, mientras aquella figura se despertaba. Observó petrificado el rostro delgado del chico, las ojeras descansando debajo de su párpado inferior, sus labios estaban resecos y rotos, no habían mejillas rellenas ahí. Era por completo alguien diferente a lo que él estaba acostumbrado. 

— ¿A-Ahn Seongmin? —susurró, mirándolo plasmado. 

Los ojitos marrones tardaron un tiempo en ver correctamente en la oscuridad, pero cuando lo hicieron, Minhee fue capaz de distinguir las lágrimas. 

— A-ayúdame, p-por favor… —rogó, sollozando. Intentó levantarse, pero volvió a caer en ese colchón algo hundido—. Sa... sácame de aquí… T-te lo ruego…

Minhee pensó que cuando el otro Seongmin se acercaba al espejo y él podía verlo, en realidad nunca lo vió a él. 

Seongmin estaba mirando al verdadero Ahn Seongmin de esa realidad. 

MIRROR.          minijeuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora