Capítulo 1

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Minhee no iba a mentir. Ese día no pudo dormir en esa habitación, le generó miedo así que terminó por dormir junto a su padre con la excusa de “aún no me acostumbro a dormir en una habitación tan grande”. Su padre sabía que era mentira, pero lo pasó por alto y compartió su cama con él.

El adolescente se sentía como si hubiera vuelto a tener nueve años y le tuviera miedo al monstruo debajo de su cama que no era nada más que algo que su pequeña cabecita creó.

Pasando casi una semana, las cosas iban con normalidad. No volvió a ver a ese chico en el espejo o, tal vez, era porque casi no pasaba tiempo en su nueva habitación.

Fingía estar demasiado ocupado con las tareas que le eran enviadas por sus profesores, —ya que sus clases eran virtuales, algo que decidieron con su padre porque solía estar cambiándose de escuela todo el tiempo y a ninguno le gustaba—, diciendo que era mejor estudiar en la mesa del comedor. Recibió una mirada extraña de parte de Younghoon, pero éste no mencionó nada al respecto.

— Oye, Min. —habló el adulto, apoyándose en la puerta que dividía el comedor con el living—. Hay unos niños afuera, sal a saludar.

Dejando sus cuadernos de lado, Minhee asintió con su cabeza.

No tenía muchos amigos en verdad, el trabajo de su padre les hacía mudarse más de cinco veces al año. No lograba crear una amistad con alguien de su edad que ya debía comenzar a empacar para mudarse. Pese a esto, Minhee nunca se negó a conocer nuevas personas aunque sabía que estarían temporalmente en su vida.

Al salir se encontró con tres chicos, los tres de diferentes alturas. El más alto tenía el cabello de un color castaño y unos ojos llamativos. Otro chico, unos centímetros más bajo, tenía el cabello rubio y unos cachetes que a Minhee le gustaría picar con su dedo. Por último estaba el más bajito, de cabellos naranjas y ojos grandes.

— ¡Hola! —saludó el pelinaranja de forma alegre.

Minhee esbozó una sonrisa hacia los tres.

Los tres chicos vivían en el vecindario lo cual significaba que serían vecinos,  a Minhee la agradó tener adolescentes cerca suyo. La última casa donde vivieron estaban rodeados de ancianos que se quejaban del más mínimo ruido.

Los chicos, —llamados Jungmo, Woobin y Hyeongjun—, eran super agradables. Minhee se la pasó riendo todo el tiempo que estuvieron en su habitación jugando videojuegos, comiendo chucherías y hablando para conocerse mejor. Incluso dejando en el olvido todo ese asunto extraño con el espejo.

O al menos fue así hasta que llegó el anochecer y los chicos debieron marcharse a sus respectivas casas.

Minhee era un chico bastante distraído, así que no se dió cuenta de la forma en que Woobin intercaló su mirada entre él y el espejo antes de salir de su habitación. Porque, en definitiva, si lo hubiese notado entonces le llenaría de miles de preguntas. Comenzando con si ese chico del espejo era un fantasma o todo era parte de su imaginación.

Sentado sobre su cama, con la mirada centrada en el espejo, esperó hasta altas horas de la madrugada a que su reflejo cambiara en cualquier momento. Pero no hubo nada.

No hasta que las cinco de la madrugada se marcaron en su teléfono.

Comenzaba a quedarse dormido, sus ojitos cerrándose de forma involuntaria y su cabeza comenzaba a caerse hacia un costado. Entonces escuchó el ruido de una puerta siendo cerrada con fuerza, haciéndole sobresaltar y abrir los ojos de golpe.

Observó el pequeño pasillo que conformaba sus escaleras, solo para asegurarse de que no era su padre quien andaba por ahí dando vueltas. Solía hacerlo los primeros días que estaban en una casa nueva, porque decía que en las madrugadas se inspiraba más, podía ver claramente cómo terminaba por decorar la casa. Minhee aseguraba que estaba loco.

Tal vez ahora ambos lo estaban.

Volviendo a repasar toda la habitación con su mirada, se centró en el espejo, viendo con el corazón acelerado el reflejo que se veía.

Era el mismo chico, estaba ahí otra vez. Pero no estaba parado delante del espejo. Él estaba sentado sobre su cama, —que curiosamente estaba posicionada en frente del espejo tal y como lo estaba la cama de Minhee—, tenía un dron en sus manitas. Sus cejas fruncidas y los labios abultados.

A Minhee se le desapareció el miedo, —y el sueño, por supuesto—, ahora llenándole un sentimiento de curiosidad.

Lo observó desde su posición. No hacia nada más que inspeccionar ese dron, ni siquiera parecía ser consciente de la mirada intensa que tenía sobre sí mismo.

A las seis en punto, Minhee se quedó dormido. Sin una clara respuesta de qué era lo que estaba pasando con ese espejo y ese chico.

MIRROR.          minijeuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora