Prólogo

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Tomando una última caja del camión de mudanza, Minhee se tomó un corto tiempo para mirar la casa desde su posición.

Las ventanas estaban abiertas, su padre dijo que eso era lo mejor para que entrara aire fresco a la casa y se fuera todo el polvo que se creó por no haber tenido personas conviviendo allí. La pintura de las paredes estaba arruinada, en algunas partes ya podía notarse los ladrillos que utilizaron para las paredes. Los cortos escalones que dirigían a la puerta principal también estaban algo destrozados pero estaba seguro de que aguantarían un tiempo más antes de romperse por completo, por otro lado, las rejas que aseguraban la seguridad de la casa estaban algo oxidadas. Y el jardín delantero parecía un cementerio de plantas.

Aunque pareciera que estaba completamente arruinada, Minhee sabía que en unas semanas se vería preciosa. Después de todo, ese era el trabajo de su padre.

Sintió un apretón en su hombro que le hizo voltear su mirada hacia su costado, notando así que su padre también estaba ahí con él, viendo su nuevo hogar.

— ¿Ves esa ventana allá arriba de todo? —le preguntó, haciendo que su mirada se desviará en esa dirección. Minhee la observó, era redonda y tenía sus vidrios sucios—. Es la habitación más grande, puedes tomarla.

No tardó mucho en sonreír en grande, asintiendo en dirección a su padre.

La casa por dentro no estaba tan destrozada como por fuera, las pinturas aún se mantenían al igual que las lamparas colgantes en el techo. Sí podía notarse la suciedad del lugar, con telañaras en techos, rincones, escaleras y hasta dentro de los muebles antiguos que su padre se negó a tirarlos a la calle.

La escalera rechinó un poco cuando Minhee puso sus pies encima, pero no se inmutó, pues ya estaba bastante acostumbrado a las viejas casas donde las maderas estaban bastante viejas y hacían ruidos que podrían sonar extraños.

Al pasar por el pasillo, que dirigía a las habitaciones y el baño de arriba, buscó con su mirada la ventana que había visto desde afuera. La primer puerta que divisó era una habitación bastante espaciosa con un gran ventanal que dirigía a un balcón, el cual probablemente daría hacia el jardín trasero y la segunda puerta era la del cuarto de baño.

Dejándole como última opción la puerta que quedaba al final del pasillo.

Se sorprendió un poco al encontrarse con otras escaleras, –que eran mucho más cortas que la otra–, esas dirigiendo a, lo que supuso, sería un tercer piso.

¿Cuántas habitaciones tiene esta casa? Pensó, incrédulo de que esas escaleras tuvieran una puerta.

Al cabo de unos segundos, –esos que le costaron subir las escaleras–, notó que la habitación que le había dicho su padre era esa. Y sí, estaba en lo correcto, era la habitación más grande.

Dejando la caja en el suelo, Minhee caminó hacia la ventana. Riéndose por lo bajo, su padre seguramente no querría subir dos escaleras en el día por eso le habría dado esa habitación a él.

Abriendo el gran ventanal, dejó que el aire de afuera ingresara. Luego se volteó para avanzar hacia otra de las ventanas que, al igual que el balcón de su padre, dirigía hacia el patio trasero. Ésta era mucho más grande a diferencia de la ventana redonda.

Vió que su padre junto a los hombres de la mudanza ya habían subido todos sus muebles: la cama, su ropero, la mesita de noche y su escritorio. Lo único que faltaba por subir eran las cajas con sus pertenencias, como sus cómics y ropas.

Y pretendía bajar para subir algunas cosas y comenzar a ordenar un poco mientras escuchaba música, pero se detuvo al ver por el rabillo de su ojo algo que definitivamente no era de su pertenencia. Había algo que estaba siendo tapado por una manta blanca algo sucia. Lleno de intriga, avanzó hasta allí. Tomando la tela entre sus manos, minhee tiró un poco de ésta, destapando así un gran espejo gigante.

Por supuesto el espejo estaba bastante sucio. No habían personas viviendo en el lugar lo que significaba que nadie podría limpiarlo.

Deslizando sus dedos largos por los contornos del objeto, Minhee no se percató que el espejo parecía deformar su figura de alguna manera. O, por lo menos, no lo hizo hasta que logró divisar el reflejo de un chico pelinegro, mucho más bajito que él, devolviéndole la mirada.

Con el corazón latiendole acelerado, Minhee se volteó hacia atrás, esperando encontrarse con el chico que reflejaba el espejo y que éste le dijera que era algún vecino. Pero nada, no había nadie más que él ahí.

Retrocediendo unos cortos pasos, Minhee observó como el chico parpadeaba varias veces, inclinándose un poco hacia delante.

— ¿Q-quién eres..? —le preguntó en un susurro. Estaba aterrado, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en ese momento. ¿Acaso ese chico era un fantasma o algo por el estilo?

Sin embargo, aunque cuestionó, no recibió ninguna respuesta.

No aguantando más, Minhee corrió lejos del espejo, bajando las escaleras apresurado en busca de su padre. Al encontrarlo no le dijo ni una sola palabra, simplemente comenzó a arrastrarlo escaleras arriba, directo a su habitación. E ignoró todo tipo de queja que su padre hacia.

Una vez en la habitación, se dirigió hacia el espejo. Mirando a su padre con ojitos aterrados, esperando por su reacción.

— ¿Lo ves? —le preguntó, parpadeando rápido.

Su padre miró al frente, con las cejas levemente fruncidas.

— Sí, lo veo. Es realmente.. —la frase se detuvo unos segundos. Y luego el hombre se volteó hacia su hijo—. Creo que estoy quedándome pequeño a tu lado.

Boquiabierto y completamente confundido, Minhee volvió a hablar.

— ¿Qué? No, eso no es..

Al volver su mirada al espejo, vió como éste ya no mostraba el cuerpo de un chico desconocido.

Estaba mostrándolo a él y a su padre.

Pero, tal vez, si Minhee observaba más allá. En el fondo. Podría haber notado que en el espejo, en donde estaba su ventana, se podía ver el cielo ya anochecido cuando en realidad recién estaban entrando a la hora del almuerzo.

MIRROR.          minijeuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora