Capítulo 4

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Catorce de junio se marcaba en el calendario de Kim Minhee. Se mantuvo quieto observando la fecha, teniendo unos vagos, —pero dolorosos—, recuerdos en su cabeza que no hacían más que bajar sus ánimos. Dejándolos tirados en el suelo.

Aunque buscó distraerse con otras cosas, como por ejemplo con su investigación sobre el chico perdido o tratar de descubrir qué tenía de extraño su espejo, nada parecía servir.

Terminó de hablar con su tía de procedencia japonesa, como solía hacerlo cada año en esa misma fecha. Ella solía contarle algunas anécdotas sobre su madre, que lo hacían reír en demasía pero que luego, cuando terminaban de charlar, lo hacían sentirse triste. Suspirando pesadamente, vió el techo de su habitación.

No, esa fecha en específico no sentía ganas de pensar en nada más. Solo se tenía permitido recordar esas memorias que vivió junto a su madre, fueron cortas puesto que ella lo dejó cuando apenas tenía cinco años, pero suficientes para que Minhee las mantuviera protegidas en su memoria. Deseando jamás olvidarlas.

— ¿Mamá me amaba? —le preguntó a su padre, suponiendo que él estaría ahí. Y así lo confirmó cuando la voz de su progenitor se alzó hablándole.

— Sana te amaba más que a nada en el mundo.

Asintiendo con su cabeza, Minhee esbozó una pequeña sonrisita. Porque aunque le llenaba un poco de alivio saberlo, estaba seguro de que oírlo de los labios de su madre se iba a sentir diferente.

Younghoon se acercó hasta su cama, tiró de su brazo hasta dejarlo sentando y le sonrió, dejándole un par de caricias en su cabello negro. Él no era bueno para subirle el ánimo a los demás, Minhee siendo su hijo lo sabía más que nadie, pero al menos lo intentaba y eso le causaba algo de confort.

Ambos solían hacerse compañía ese día, Minhee sabía que no era el único que extrañaba a su mamá Sana. Después de todo ella fue compañera de su padre por más de seis años antes de que falleciera. Y su papá Younghoon aún amaba a su madre, Minhee era consciente de eso y agradecía que aún sintiéndose dolido por la pérdida de su esposa, siguiera tratando de subirle los ánimos a él.

Más tarde volvió a quedarse solo en su habitación, viendo el techo de madera con suma atención.

De repente, vió un movimiento en la ventana de su habitación, haciéndole abrir los ojos tan grande como una lechuza. Una cabeza se asomó sacándole un grito de puro susto, los ojitos contrarios encontrándose con los suyos propios.

Tratando de calmar su acelerado corazón poniendo una mano en su pecho, Minhee caminó apresuradamente hacia la ventana, abriéndola para dejarle paso a Seo Woobin quién traía un par de hojas de árbol en su cabellera dorada.

— ¿Cómo...? —Minhee se asomó por la ventana, viendo unas escaleras posadas contra la pared de su casa—. ¿De dónde sacaste una escalera tan alta?

— Ka-... Kim Minhee. —le habló, interrumpiendose en sus propias palabras. Fingiendo que nada pasó, Woobin prosiguió mientras se sentaba en la cama del menor—. Tengo muchas cosas en mi casa que te sorprendería encontrar si fueras ahí.

— ¿Qué podrías tener? ¿Una máquina del tiempo o algo así? —se burló, cerrando la ventana. Prefiriendo ignorar ese tartamudeo del mayor, tal vez lo confundió con otro chico que se llamaba igual que él.

— Estaría genial tener una máquina del tiempo. —respondió vagamente, posando su atención en el único espejo de la habitación. Minhee se sentó en la silla de su escritorio, viéndole también—. ¿Qué onda con este espejo?

— Era de los antiguos dueños, al parecer. —le respondió, volteandose para abrir su computadora.

— ¿Por qué te lo quedaste?

— Supongo que me daba pena tirarlo.

— ¿No es por algo más?

Entrecerrando sus ojos, Minhee volvió a girarse de forma lenta. Lo observó con una ceja alzada.

— ¿Por qué tanto interés en mi espejo?

Woobin no le respondió, solo volvió a mirar un rato más el espejo y luego se marchó excusándose con que oía a su mamá llamándolo a lo lejos.

Que excusa más tonta, pensó Minhee tirándose sobre su cama.

Bueno, tal vez el chico no sabía nada del espejo y solo estaba curioso como él. No era como si hubiera conocido a la familia que vivía ahí antes que él y su padre, porque su progenitor le dijo que la casa llevaba sin ser habitada más de veintitrés años. Woobin apenas y tenía diecinueve, según sabía.

A menos que su amigo fuese un vampiro que vive eternamente teniendo diecinueve años y de esa manera fue capaz de conocer a los ex dueños.

Ay, por dios. Ya comenzaba a pensar disparates otra vez.

Volviendo a pensar en Ahn Seongmin a.k.a su chico desaparecido, una idea algo alocada cruzó por la cabeza de Minhee, haciéndole sentar en su cama y mirar su computadora que aún seguía encendida.

¿Y que tal si buscaba al mejor amigo de Ahn Seongmin?

MIRROR.          minijeuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora