Capítulo 3: Inconvenientes

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- Mi señor...Aquí están, tal y como ordenasteis.

El general hizo una señal, y dos soldados ataviados con armaduras negras retiraron la tela que cubría un bulto misterioso. Al ser la tela retirada, se revelaron los cuerpos de dos ciervos muertos. Uno de ellos tenía unas hermosas astas doradas y una saeta maldita clavada en el corazón. La otra era una hembra; en una de las patas finas había una flecha envenenada.

El Oscuro contempló los cuerpos exangües sin mostrar la menor emoción en su rostro. Ni siquiera se levantó de su trono con filigranas para observar mejor el resultado de su obra.

- ¿Y el príncipe? ¿Dónde está ese cervato esmirriado?

El general y sus soldados intercambiaron miradas de pánico.

- Así que habéis fallado, ¿eh?- aventuró Nurcuam, con voz terriblemente gélida y suave- Alguien tendrá que enseñaros a no defraudarme, ¿no creéis?

Alzó la mano derecha, con gesto poderoso. Y entonces, comenzó a cerrar los dedos, como si estuviera estrangulando a alguien. Los fue cerrando, más y más, hasta que...

El sonido metálico de los yelmos de los soldados al caer al suelo sobresaltó al general. Se giró, con un sudor frío bajándole por la espalda, y vio a los soldados muertos, en el frío suelo de piedra. Tragó saliva, aterrado, esperando su muerte, pero Nurcuam pareció juzgar que aquella amenaza era más que suficiente.

Tuvo el impulso de preguntar a Nurcuam que por qué mataba a sus propios soldados, pero entendió que era por motivos de confianza. Así que juzgó más conveniente callarse.

- Ahora, cuando salgas de aquí, vas a enviar al primer sector a rastrear el bosque, para enmendar el estúpido error que cometiste al no organizar adecuadamente a los centauros. ¿Entendido?

- Sí-sí, mi señor.

- Bien, ¿y cómo van los centauros tras matar a sus propios reyes?- preguntó, con tono frío e impersonal, sin dejar de mirar los cadáveres.

Apreció que, en el punto donde el veneno había entrado en la piel de los reyes, había finas líneas negras, como si las venas de ambos ciervos se hubiesen llenado de ponzoña. Sonrió al pensar en su pequeña victoria. A pesar de que habían cometido un error, las cosas no marchaban demasiado mal.

- Ella se ha quitado hoy mismo la vida, mi señor. Y él probablemente también, así como los centauros que formaban la partida encargada de matar a la escolta real. Se están notificando muertes entre los centauros, la mayoría de ellas por suicidio.

- Bah, tampoco son demasiado importantes- opinó Nurcam, en tono completamente despectivo-. Si mueren, igual dará.

El general inclinó la cabeza. Se abrieron las puertas de doble batiente; entraron una docena de soldados que cubrieron los diversos cuerpos con telas, y los sacaron de la habitación con premura. Así, desaparecieron los reyes de Norüem.

- Pon a los centauros a fabricar armas- ordenó Nurcuam, con una sonrisa pérfida que helaba la sangre-. Vamos a necesitar muchas espadas, flechas y lanzas para nuestro próximo movimiento...El sector sur del bosque va a ser nuestro primer objetivo.

- Como deseéis, mi señor- aceptó el general-. ¿Puedo saber qué ciudad atacaremos primero?

- Elfes By. No sé, pero a los elfos siempre les he tenido inquina... Tan perfectos y eso...Empezaremos por esa ciudad élfica; la del norte está mejor protegida, según mis fuentes. Además, en esta población se notaron más los efectos de la plaga de Fiuy, así que encontraremos menos resistencia.

- Entendido, mi señor. Mandaré a mis soldados a prepararse.

- Perfecto. Ah, y una cosa...

El general, que ya se dirigía a las puertas del salón, reculó y volvió a situarse junto a su señor.

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora