Capítulo 34: Aliados

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El campamento base de los rebeldes estuvo preparado del todo cuando apenas quedaban siete días para la luna nueva, el mismo día del ataque a la Fortaleza. Se situaba en la linde misma de la floresta, y contaba con una muralla mágica, cuya fuerza sustentaba la Estrella de Themir, que rodeaba por completo el perímetro y les protegía de cualquier agresión. También habían asignado vigías y puestos de vigilancia, por si acaso a Nurcuam le entraban ganas de atacarles poder estar preparados.

Tenían un buen montón de tiendas, entre las cuales había una que servía de armería, una que hacía de enfermería y otra de cocina. Los cocineros, enfermeros y proveedores de comida y tiendas habían ido llegando mientras se disputaba la batalla. Eran gentes de las poblaciones cercanas, en su gran mayoría.

En cuanto al número de bajas, de los trescientos guerreros que acudieron a presentar batalla regresaron ciento veinte, aproximadamente. Por suerte, consiguieron salvar las vidas de más de setenta personas, lo que compensaba, de alguna manera, el número de caídos.

Quedaban siete días. El sol se ponía tras las copas de los árboles, si es que podemos hablar de una puesta de sol cuando todos los días eran grises. En aquellos momentos, el campamento bullía de actividad: debían reponerse tras la batalla que habían disputado por la mañana. Había muchas cosas que hacer, muchos heridos que curar y vidas que lamentar.

Y entonces se escuchó el sonido de un gran ejército al marchar pesadamente sobre el suelo. Se escucharon algunas trompetas lejanas, anunciando la llegada de las tropas.

- ¿Qué es ese ruido?- se preguntó Enma, y corrió a asomarse entre los árboles para poder enterarse.

Se trataba ni más ni menos que del ejército de Kashi-Ar. Estaba formado por treinta batallones de unos cien soldados, y aquello sin contar con los capitanes y los portaestandartes. Además, cerrando la marcha había un grupo de lujosas caravanas, en las cuales se encontraba el séquito personal de la reina y, obviamente, la reina en persona.

Llegaron frente a la puerta principal de la Fortaleza Negra. Un capitán bajó de su montura de un salto y se acercó a la pequeña ventanilla por la cual se tramitaban los papeles. Tras dialogar unos minutos con el soldado situado tras la ventanilla, las pesadas puertas de hierro se abrieron con un espantoso chirrido, y el ejército comenzó a entrar ordenadamente.

- ¡Las fuerzas de Kashia!- exclamó Elhël, al lado de Enma- El Círculo tenía razón. Kashia nos ha vendido.

- Mira que hace dos años nos acogió en Kaher, e incluso ocultó la identidad de Swend a Nurcuam...- comentó Enma, apenada, viendo a los soldados desfilar en la lejanía.

- ¿Cómo?- preguntó Elhël, sorprendido- ¿Estuvisteis en Kaher...bajo la protección de Kashia? ¿El rey lo estuvo?

- Sí. Es una larga historia...

Se vieron interrumpidos por la súbita exaltación que invadió el campamento rebelde. La gente parecía más animada, con esperanza incluso. Swend salió de la enfermería y se reunió con ellos.

- ¿Qué sucede? ¿A qué viene tanto revuelo?

- No lo sabemos. Pero yo diría que es algo bueno- aventuró Enma, mirando hacia la espesura.

- Es mejor que bueno- rebatió Elhël, con los ojos brillantes-. Elfos.

Los tres corrieron hacia el tumulto, en los límites del campamento. Una extraña claridad salía de la vegetación, y se escuchaba un suave cántico en un idioma desconocido y ancestral.

- Në kohë të pasigurta, dyshimet shtypen

Është joshëse të zhytesh në torturim,

harro dhe fal,

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora