Capítulo 12: Vidente

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El día siguiente empezó bien temprano. A las siete en punto de la mañana ya estaban todos despiertos y con ganas de visitar los archivos reales. Desayunaron algo ligerito y a las ocho salieron de la casa. Swend se había tomado un trago de poción multifachadas: era peligroso, con los soldados de Nurcuam por ahí, que se dejara ver con su verdadero aspecto. Lo bueno de la poción multifachadas era que las personas de confianza de Swend le seguirían viendo como era en realidad, en vez de como un gran perro marrón.

Caminaron alrededor de dos horas por un camino muy bonito y transitado, ya que era una de las vías principales que conectaba Florbela con Nailem. Así que durante el trayecto no dejaron de cruzarse con carros, carretillas y caravanas; era día de mercado.

A las once aproximadamente llegaron a los archivos reales. La familia y Swend se quedaron con la boca abierta al ver lo que tenían delante.

Un árbol enorme, de tronco nudoso y enroscado sobre sí mismo, con hiedra que trepaba por parte de su gran tronco y tan alto que parecía rozar las nubes. A los lados había estatuas recubiertas de musgo, que representaban a todos los reyes y reinas que había tenido el bosque. Las estatuas estaban hechas en piedra, pero los cuernos de los ciervos no estaban formados por este mismo material. La cornamenta parecía estar formada por algo que resplandecía y que recordaba a una piedra preciosa. Cada antiguo gobernante tenía las astas de un tono distinto y su nombre grabado en el pedestal de la estatua.

Un montón de recuerdos llegaron a la mente de Swend. Retazos confusos de años atrás, pequeños momentos felices vividos con sus padres, mucho tiempo antes.

Inconscientemente, recorrió el pasillo de las estatuas, ansiando encontrarlos. Y de repente se paró frente a dos estatuas: una representaba a una elegante cierva con unos ojos increíbles de color azul; la otra reproducía la imagen de un ciervo fuerte con una hermosa cornamenta dorada.

Swend bajó la mirada hacia el pedestal de las dos estatuas, que estaban unidas entre sí por dos raíces de piedra que las conectaban. Leyó los nombres varias veces, mientras la lluvia de recuerdos aumentaba.

Reina Herive.

Rey Brioso.

El joven venado observó las raíces conectadas. De ellas salía una única hoja de piedra con un nombre grabado. El corazón le dio un vuelco.

Príncipe Swend.

Él.

El Príncipe del Bosque de Norüem.

Levantó la cabeza y observó a la familia que lo había acogido en su humilde casa sin reparos, aún sin saber que era su príncipe, pensando que era un simple cervatillo desorientado y confuso que necesitaba ayuda. Le habían dado apoyo, una casa, un hogar, una familia. Una familia que pudiera llenar el vacío de su corazón por la pérdida de sus padres a tan corta edad.

Una sola lágrima de ciervo resbaló del ojo derecho de Swend.

- Oh, Swend- dijo Lirisa, y fue a abrazarlo.

Pronto estuvieron todos formando una piña, tratando de consolar a su ciervo favorito.

- ¡Me estáis asfixiando!- se quejó Hermegilda, y todos se rieron.

Soltaron el abrazo, y Hermegilda se afanó en alisarse el vestido, murmurando y refunfuñando sobre lo bestia que era su extraña familia.

- Hermes vuelve a la carga- bromeó Ruz guiñando el ojo derecho y esperando provocar alguna carcajada, para que Swend alejara las preocupaciones por un momento. Causó el efecto esperado.

- Bueno, centrémonos en lo importante- pidió Divad.

- Sí, tienes razón...¿Por qué hemos venido hasta aquí?- preguntó Enma, que entre el abrazo, las risas y los mocos (había llorado un poco) se había olvidado de por qué estaban allí.

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora