Capítulo 25: Advertencia

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Tras cenar una sopa de raíces y setas variadas, Swend se había retirado a su habitación, con la idea de descansar unas horitas. Pero no llevaba ni una hora acostado cuando llamaron con insistencia a la puerta de sus aposentos.

<< ¿Es que aquí no se puede dormir?>> pensó, algo irritado porque otra vez lo habían interrumpido cuando trataba de conciliar el sueño.

Era el rey. Era su deber renunciar a sus horas de sueño si así conseguía que su pueblo estuviera mejor. Además, estaban más cerca que nunca de conseguir ser libres...

Bostezando, se levantó y se dirigió a la puerta de madera. La abrió y se encontró con el rostro de Elhël, que aquella noche estaba algo inquieto.

- ¿Qué sucede?- inquirió Swend, alertado por la expresión facial del elfo. Algo había pasado, eso seguro.

- Han llegado dos visitantes- explicó el elfo.

- ¿Quiénes son? ¿Te han dicho sus nombres?

- Son la Guardiana de las Rocas...

<< Rheineid>> pensó Swend.

- ...y Anaër- terminó de decir Elhël.

<< La única fugitiva...>>

Swend alzó la cabeza y miró a Elhël a los ojos. Si Rheineid se había tomado la molestia de ir hasta allí, dejando las Rocas de Nuom desprotegidas, era que tenía un buen motivo para hacerlo.

- ¿Te ha comentado algo sobre su repentina visita?- quiso saber Swend, ansiosamente.

- No. Anaër dijo que llevaba días vagando por el bosque, y que parece que el invierno ha vuelto. Ahora mismo están en la enfermería- explicó Elhël.

- Bien- Swend respiró hondo-. Vamos a la enfermería, mi fiel Elhël.

Y, sin importarles que la medianoche hubiera pasado, echaron a correr por el húmedo pasillo. Las antorchas estaban prácticamente consumidas, y en aquel momento un hombre se estaba encargando de quitar las viejas y poner nuevas.

Alcanzaron la enfermería en tiempo récord. La necesidad de saber qué necesitaba decirle Rheineid había motivado a Swend a no perder ni un segundo, y Elhël le había seguido el ritmo para no quedarse atrás.

El ciervo abrió las puertas con las astas y entró en la enfermería. Dentro todo estaba muy silencioso y oscuro; apenas estaban encendidas las velas de las mesitas de noche, que aportaban una escasa iluminación a la estancia. Sólo había una enfermera, que se encontraba junto a la cama en que descansaba Anaër.

Elhël le señaló la cama con la barbilla a Swend. Él reconoció la alta figura de Rheineid, que aguardaba de pie, y la sombra del pequeño dragón que siempre la acompañaba.

Caminaron hasta llegar junto a ellas, en la esquina derecha de la sala. En aquel momento la enfermera le estaba sirviendo sopa de raíces a Anaër, que miraba el cuenco llenarse con expresión desfallecida.

Rheineid fue la primera que se percató de que habían llegado el elfo y el rey. Mientras Anaër comenzaba a engullir la sopa, con ansia y como si se le fuera a escapar, la Guardiana se acercó a ellos y les susurró:

- Majestad, es un alivio encontraros al fin. Necesito hablar urgentemente con vos- solicitó, serena y firme. Swend nunca la había visto tan de cerca, y le pareció excepcionalmente suspicaz y poderosa. Antigua y sabia como la luna, igual de venerada y adorada por los mortales.

- Por supuesto, Guardiana- se apresuró a decir el rey.

- Hay una sala vacía dispuesta para audiencias, majestad. Podría veniros bien- sugirió Elhël, dispuesto a ayudar.

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora