Capítulo 30: Viaje

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A la mañana siguiente, Astrid se empeñó en que se encontraba bien y en que quería salir de la enfermería. La enfermera no opinaba igual, así que le costó lo suyo conseguir que la dejara hablar con el rey.

- Astrid, no estás en condiciones de salir por ahí montada en una loba. ¡Y menos aún podrás hacer un viaje largo por las Montañas del Norte! Necesitas reposo.

- Ya estoy bien- gruñó Astrid, haciendo gala de su gran cabezonería al intentar levantarse. Pero nada más poner los pies en el suelo, se tambaleó y la enfermera la sujetó antes de que tocara el suelo.

- ¿Lo ves?- alegó la mujer mientras ayudaba a Astrid a recostarse contra las almohadas- Necesitas descanso, no salir por ahí a buscar problemas.

- No eres mi madre- masculló Astrid, hastiada de escuchar el mismo discursito una y otra vez. Por suerte, la enfermera no la oyó.

- Te puedo poner una crema en la herida para acelerar el proceso de recuperación, pero igualmente no podrás...

- Salir y eso, divertirme escabechando enemigos y correr por ahí metiéndome en problemas- recitó Astrid, contando con los dedos y poniendo los ojos en blanco-. Sí, ya me lo sé de memoria. Y gracias por la crema. ¿Puedes ponérmela?

- Claro que sí- accedió la mujer, sonriendo ante la indulgencia y el descaro de la norteña. Le dio la espalda, en busca de la medicina.

- ¿Y no podrías decirle a alguien que quiero hablar con el rey? Es una cuestión de vida o muerte.

La enfermera se giró. Astrid puso cara de súplica, y la buena mujer acabó cediendo.

- Está bien. Informaré a Elhël de tu petición, y ya él juzgará si el rey puede visitarte. Visitarte, porque tú no vas a moverte, ¿queda claro?- recalcó la enfermera, con gesto severo.

- Sí, clarísimo- dijo Astrid. Y sacó su cuchillo para entretenerse mientras esperaba.

⚜⚜⚜

Una hora más tarde, mientras Astrid afilaba su cuchillo y ponía de los nervios a toda la enfermería, las puertas de la sala se abrieron. En el umbral aparecieron Swend y Elhël.

La enfermera se apresuró a hacerle una reverencia al rey. Cuando se incorporó, Astrid vio que le guiñaba un ojo, y no pudo evitar sonreír.

Swend y Elhël se situaron a un lado de su cama. Ambos parecían esperanzados, como si la llama de la fe hubiera vuelto a encenderse en su interior.

- Buenos días, Astrid- la saludó Swend-. Te noto distinta a ayer.

- Pues sí- contestó la norteña, enfundando su cuchillo. Elhël emitió un suspiro de alivio al ver el arma guardada-. Ya he decidido qué hacer para ayudar en esta guerra.

- ¿Has superado lo de...lo ocurrido en el Claro de la Conexión?- preguntó el rey, eludiendo el nombre de Nurcuam a propósito.

- Sí- confirmó Astrid, con un brillo extraño reluciendo en su mirada-. Quiero actuar, y vengarme de él. Voy a partir de regreso a mi clan.

- La venganza no es el camino- murmuró Elhël. La norteña no le hizo caso.

- Estoy dispuesta a salir cuando me dejen- Dirigió una mirada de soslayo a la enfermera, que atendía a otro herido-. Es una mujer buena, pero demasiado estricta para mi gusto. Quizá vos podríais ayudarme a recuperarme más rápidamente. ¿No?

- Hum, no lo sé- admitió Swend-. Igual Enma puede hacer algo...- Se dirigió al elfo, que aguardaba a su lado- Elhël, busca a Enma y tráela aquí. Dile que necesitamos su ayuda urgentemente.

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora