Capítulo 32: Luar

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Aquella ángel no podía parar de llorar. Todos la interrogaron al ver tal escena, pero ella no había podido contestarles. No lo recordaba.

Luar le creía. Algo dentro de él le decía que en verdad Helker no recordaba lo que había pasado. Le tenía confianza y aunque era muy probable que ella lo hubiera matado estaba seguro de que existía un trasfondo en todo eso. Una persona llena de luz podría creer que tales actos atroces no se los merece ni el peor ser del mundo, que todos somos seres vivos y que nadie debería acabar así. Pero, ninguno de ellos tenía esa luz, o al menos Luar ya no contaba con esta. Ellos, al igual que varios humanos caminaban entre penumbras gracias a las vivencias que los marcaron, por ello, y muchas cosas más, siempre le será leal a Helker, aunque no se lo diga directamente. Sin embargo, no se encontraba seguro de que todos en aquella casa aún le tenían esa lealtad. Lo notaba en sus miradas, esa desconfianza y duda era lo que le asustaban. Las personas con miedo son capaces de hacer cualquier cosa, pero cuando los seres sobrenaturales están atemorizados ¿Hasta dónde podrían llegar?

Algo le ocurría a Helker. No era normal que un ángel tenga lagunas mentales. Se supone que los ángeles son seres perfectos, no hay manera de que estos enfermen o enloquezcan, pero su caso era diferente; llevaba al hijo de un demonio dentro. Eso ponía en riesgo todo, principalmente a ella.

—Si los ángeles se enteran de esto no sé qué nos harán —mencionó Daven con la voz temblorosa—. El interferir con la humanidad está prohibido, eso ocasiona un castigo severo, pero el matar a un humano agravaría el asunto.

Nadie decía nada. Todos estaban en silencio, solo pensaban en lo que podían hacer para sobrevivir. Notando ese silencio, Daven dio una solución:

—Iré al cielo.

—¿¡Qué!? —La declaración de Daven fue suficiente para que Luar regresara a la realidad. Lo primero que pensó es que Daven se echaría la culpa de lo que pasó. El pecho se le apretó al imaginarlo encerrado en el cielo, no quería saber lo que sería vivir una eternidad sin la persona que amaba—. No puedes ir...

—¿De qué serviría que vayas al cielo? —interrumpió Geran mientras se lavaba el rastro de sangre que tenía en las manos. Él fue el que se encargó de desaparecer el cuerpo. ¿Quién más aparte del demonio torturador podría hacer ese trabajo? Lo único que ellos sabían de su paradero es que Geran lo enterró en una parte del bosque que no es frecuentada por los humanos, justo a varios kilómetros del río.

—Solo iré para saber si los ángeles saben algo. —Daven miró a Luar, notando el miedo que tenía de lo que le podría pasar. Calmó su tono de voz para explicarle lo que iba a hacer, esperaba tranquilizarlo un poco—: Puedo hablar con el Arcángel Miguel, si ya está enterado lo puedo persuadir para que no nos castigue. Él siempre nos ha protegido, espero que pueda hacerlo de nuevo. Por si las dudas me llevaré a Serabiel. Si algo sale mal él se los dirá.

—Me sigue pareciendo una mala idea. ¿Y si te encierran? —mencionó Luar ignorando lo mejor que puede el nudo en su garganta.

—Es la única opción que tenemos. Si nos quedamos aquí sin hacer nada nos podrán caer de sorpresa en cualquier momento. —Daven no respondió a su pregunta, solo la ignoró y Luar no insistió más.


Luar sabía que Daven tenía razón. Lo único que le quedaba era tener fe en que no durara tanto tiempo en el cielo. Realmente esperaba que este regresara rápido y con buenas noticias. 

 

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Hasta Volvernos a Ver © [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora