Hasta Volvernos a Ver © [Terminado]

Capítulo 37: Eilan

Todo el fin de semana decidió alejarse de todos. Y ellos tampoco lo buscaron. Afortunadamente en esos dos días no recibió ninguna llamada ni de los Edevane ni de sus amigos. Lo que sucedió el día del billar desearía que no hubiese pasado. Tuvo varias pesadillas en donde nadie llegaba para salvarlos de Sebastián y este lograba asesinar a Alex. Eilan no es de las personas a las que le suele perturbar las cosas, es más, siempre le daba igual todo, no había algo en específico que le causara algún temor, a excepción de lo que les pasó.

La idea de que Neith fuera una vampira era muy fantasiosa y la mayoría de las veces lo decía de broma porque era algo imposible. Creo que ser mitad ángel y mitad demonio resulta ser algo peor ¿no?

Antes de salir de su cuarto contempló por un momento la pistola que tenía guardada en un cajón. Aún no se la devolvía a Lucas y la verdad era que ya no pensaba hacerlo. Una idea guiada por su paranoia cruzó por su cabeza, pero la descartó rápidamente. Pensó en llevarse la pistola a la escuela, solo por si algo los llegaba a buscar. El problema era que si lo descubren lo expulsarían automáticamente o peor aún, si se dejaba guiar por su miedo terminaría hiriendo a alguien que no debe.

Salió de su casa y de lejos miró la casa de Alex. Eilan siempre lo esperaba en una esquina para irse juntos a la escuela, pero esta vez pasó de hacerlo. Necesitaba tener la cabeza fría antes de dirigirle la palabra. Nunca había discutido de esa manera con él. Desde niños fueron muy unidos. Se protegían mutuamente y Eilan no podía evitar tratar de cuidarlo. Por esa razón no estaba llevando muy bien la disputa que tuvieron.

Cuando llegó a la escuela y entró al salón de clases, Neith y Luar ya estaban ahí. Lo siguieron con la mirada, pero no intentaron hablarle. Supieron leer su comportamiento.

A pesar de eso no podía ignorarlos para siempre.

Alex llegó a mitad de la clase. Interrumpiendo al maestro que ya de por si tenía mal carácter que empeoró al ver que a uno de sus alumnos le daba igual la materia como para llegar a la hora que quisiera. Alex entró rápidamente, solo asentía a todos los regaños del profesor. Eilan notó extraña su manera de caminar, trataba de hacerlo apresurado, pero algo impedía que lo hiciera correctamente. Cojeaba, hasta que logró sentarse en el asiento detrás de él.

Ninguno de los dos hizo ademán de llamar la atención del otro, al menos en el transcurso de la clase. Cuando esta terminó Alex lo llamó, pero Eilan no tuvo la intención de hacerle caso.

Así se la pasaron en el transcurso de las siguientes clases, Alex tratando de hablarle y Eilan evadiéndolo.

Al finalizar la última materia que le tocaba, pensó en dirigirse solamente para su casa, pero ya sabía quién lo trataría de cazar para poder hablar con él.

Eilan cada que tenía dudas o crisis existenciales siempre veía a la misma persona para que lo orientará.

El consejo que le dio alguna vez a su mejor amigo de buscar ayuda no era solo un consejo dicho a la ligera, él mismo lo llegó a hacer.

En la escuela hay una psicóloga que siempre está a la disposición de los alumnos. A pesar de la fama que tienen los psicólogos escolares ella era buena en su trabajo. Al menos para el que estuviera dispuesto a dejarse ayudar.

—Pasa, Eilan. ¿En qué te puedo ayudar? —preguntó la psicóloga amablemente en cuanto lo miró abrir la puerta. Ella era una mujer no mayor de 35 años, pero realmente no los aparentaba. Si usará un atuendo más casual bien pudiera pasar por una universitaria en su último año.

Hasta ese preciso momento que Eilan tuvo enfrente a la psicóloga escolar se dio cuenta de que no era tan buena idea estar ahí. No porque ella no hiciera un buen trabajo, sino que ¿De qué manera le podría explicar lo que le pasaba? Si le comenzaba a contar todo sobre los ángeles y los demonios lo terminarían encerrando en un hospital psiquiátrico o lo tacharían como esquizofrénico. Pensó en utilizar metáforas, pero nunca se le había dado muy bien el ocultar las cosas, siempre fue como un libro abierto para quien le dirigiera la palabra.