Las dos caras de Sukuna

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"La monotonía era algo que la mayoría de las personas odiaban era como ir matando poco a poco la existencia de uno y sentir como la vida iba deteriorándose al grado de sentir un vacío, uno que a medida de los minutos, las horas, los días incluso años deseaban remplazar. Así era el ser humano nunca se conformaba con nada, siempre dejándose llevar por los sentimientos y emociones que iban generando a medida que crecían, por eso mismo el renuncio hace mucho tiempo a su humanidad quedando solo un cascaron vacío, olvidar aquellos que lo amaron o más bien soportaron. Pero no siempre esas emociones traían desgracias y aburrimiento a su existencia inmortal sino que era interesante incluso ventajoso. Sonrió soberbio viendo como esa joven lloraba desgarradoramente buscando consolar su dolor a través de esas lágrimas, amortiguar su sufrimiento y soportar el significado de que el amor no siempre es hermoso.

- Podrías callarte tus lamentos por más que me diviertan no me dejan dormir.

Aquella voz hizo que detuviera sus lágrimas, ya que desde hace tiempo no lo volvió a ver. Impresionada sus ojos azules detectaron una figura recostada en el tronco de un árbol mirando aburrido la luna llena que se reflejaba, pero ella pudo percibir como su energía maldita había incrementado considerablemente.

- ¿Qué acaso dejaste de tenerme compasión y por fin te despierto miedo, Cian-sama? – decía en tono burlón el nombre de la joven.

Pero Cian solamente lo veía sin ningún tipo de emoción solo dolor y sufrimiento incluso Sukuna podía olerlo en el aire.

- Por lo que veo estas por completar tu transformación a una maldición por completo, Ryomen-sama. – rio amargamente. – Sabes tus palabras se hicieron profecías y necesite del dolor para reencontrarme contigo.

- Eso ocurre cuando cometes la estupidez de enamorarte. – en un parpadeo se encontraba frente a ella. – El amor trae dolor y un poder que le estas otorgando a esa persona en controlarte no se compara con nada, te enamoraste del heredero que cambiara el mundo hechicería, ¿verdad?

Alzando las cejas y abriendo los ojos ante la afirmación de Sukuna.

- Yo podría hacer que dejaras de sentir ese sentimiento, dejar la carga de lo que significa proteger a todos y que nadie te procure. – colocando detrás un mechón de su cabello. – Dime, ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste protegida por alguien? Que la responsabilidad sobre tus hombros fue más ligera, cuando por fin sientes que la vida tendrá sentido para ti Cian la mujer y no la sacerdotisa.

Agachando la mirada la joven hizo recuento de su vida como desde el descubrimiento de sus poderes fue entrenada para proteger a la aldea, a los altos mandos, a los próximos herederos dejando de lado su vida, jugar como cualquier niño de su edad, desarrollar una amistad y no solo ser un instrumento que comenzaba a odiar su vida incluso el amor que fue sintiendo por él pronto se marchitaría a medida que esa enfermedad comenzara a carcomerlo.

- ¿Qué tengo que hacer? – su voz fue vacía como un cascaron vacío. – Me supongo que la piedad y consideración no son unas de sus virtudes, Sukuna-sama. – dirigiendo su mirada azul. - ¿Qué tengo que hacer para protegerlos sin seguir lastimándome?

La sonrisa perversa de Sukuna se amplió al grado de por primera vez asustarla.

- ¿Por qué no hacemos un trato? – ella enarco una ceja. – Te concederé la libertad que tanto ansias a cambio de ese poder espiritual que posees y un poco de diversión. - colocando su mano sobre la de ella. – A fin de cuentas ya corroboraste que tu familia no te ama, tu aldea solo te ve como una herramienta y el hombre que amas pronto morirá, claro no sin antes tomar una esposa que seguramente no serás tú.

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