Complementos

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Los complementos son aquellos que se añaden en nuestra vida mejorando o hacerlo integro, aunque en ocasiones estos no siempre terminan bien. Una prueba de ellos fue la amistad que lo unía a Suguru, una que con el pasar del tiempo pensó que sería inquebrantable hasta el grado de cumplir la solicitud de matar a todas esas personas si él lo hubiera pedido, pero no fue así, aunque a partir de ese día también algo se quebró dentro de Suguru Getou, algo que incluso él siendo su mejor amigo no pudo percibir. Algo que seguramente fue el detonante para los acontecimientos que seguirían.

Por eso no volvió a aferrarse a las personas o más bien a la vida en sí, dejando de lado toda esas clases inculcadas en su Clan, todo lo que creía en parte de la Hechicería y sobre todo no deseaba perder alguien más, porque una parte importe de Gojou Satoru murió el mismo día que vio cerrar los ojos de su mejor amigo. Debía de ser claro con sus objetivos: Crear un nuevo mundo de Hechiceros capaz de desafiar a los altos mandos, que nunca alguien más vuelva a desviarse del sendero y destruir por completo a Ryomen Sukuna.

En cambio, se encontraba en un callejón en pleno Tokyo, besando a una joven como si su vida dependiera de ello, mandando al diablo todo por lo que ha estado luchando; donde el peor del caso es que conocía parte de la triste historia de Miwa Kasumi. Una joven que lo veía como alguien excepcional, fuerte e inquebrantable, como suele hacerlo alguien experimentando el primer amor uno que durara para siempre. Uno sin defectos o errores, pero sabía que estaba mal de pies a cabeza todo estaba mal, desde su hambrienta curiosidad por ella, su triste pasado, como deseaba estar con ella y por último aquella información acerca de su reencarnación. Cuestionándose, ¿los complementos en la vida son realmente necesarios?

- Sa-Satoru. – gimió suavemente ella al sentir como la mano de él bajaba a sus glúteos.

- Vamos a mi departamento. – sugirió Gojou bajando sus labios por su cuello deteniéndose en el inicio de sus senos. – Tranquila solo comeremos unos pastelillos con mango.

Alzo la mirada para ver como Miwa se debatía entre aceptar o no deduciendo lo que su cuerpo deseaba de ella desde que se besaron y que los postres eran una excusa barata, para lo que realmente deseaba hacerle a ella en su "dulce hogar", pero el sonido de una campanilla en compañía de una voz despidiéndose de Nanami les advirtió que estar ahí era peligroso y sumamente excitante para Satoru, pero debía de mantener la mente fría y que su colega lo encuentre en esta situación con Kasumi no sería nada bueno.

- De acuerdo. – en los ojos azules no había duda, sonrió malicioso y antes de que Nanami los encontrara Gojou los teletransportó a su departamento.

En cambio, dentro del Santuario de Sukuna, el cual se veía aburrido viendo como la situación en esta época con Cian era completamente diferente, sintiéndose frustrado al ver que sus planes no volverían a concretarse respecto a esa joven llamada Miwa Kasumi.

Cerro los ojos aun podía sentir el calor corporal de su cuerpo, como su energía se adhería a la de él y como después de tanto tiempo volvía a sentir la necesidad de acostarse con alguien, aunque fuera un humano.

- Si tan solo ese hechicero no interfiriera tanto. – apretó los puños al recordar esa mirada celeste llena de soberbia. – Necesito buscar la manera en que el mocoso me preste su cuerpo más tiempo y en que Gojou Satoru no se entrometa.

Rio maliciosamente en rememorar la noche en la que Cian cayo en sus garras, no podía mentirse así mismo esa sacerdotisa pudo lograr que algo vibrara en su pudridor ser: "deseo y empatía". Confirmando aún más su decisión de haber renunciado a ser un humano y convertirse en una maldición un ser que solamente es capaz de destruir, sentir el poder correr por sus venas cada vez que mataba y con el tiempo ser el "Rey de las maldiciones".

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