Capítulo 10

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—Pero, no puede ser...tu antes...—dijo confundida y sin creérselo.—sabias muy bien lo que hacías.

Además de que la experiencia hablaba por sí sola, a Lorna le costaba mucho pensar que Alistair, con es ese físico, esa amabilidad y corrección que casi rozaba la perfección, no hubiera retozado con ninguna mujer

—He tenido encuentros con mujeres,—aceptó.—pero nunca he llegado a consumar en ninguna ocasión.—le explicó a una Lorna más que impactada.

—¿Por qué? —continuó preguntando incrédula. Alistair tenía que estar mintiéndole.

—Las mujeres con las que he intimado, no conocían varón. —carraspeó. —Yo no quería comprometerlas, no era lo correcto, ni tampoco quedar atado a un matrimonio forzado por ser el primero en yacer con ellas. —explicó. —Nos complacíamos como podíamos.

Lorna escuchó absorta su explicación. Eso no era nada común. Los hombres solo pensaban en sí mismos y sus caprichos. Después del acto solían esconder, olvidar o negar lo sucedido con cualquier mujer que reclamaran algo.

—Cuando los guerreros hacemos alguna misión, es muy usual que se pare en algún pueblo o taberna...—continuó. — en su mayoría como el Cisne Negro...

—Burdeles. —lo interrumpió Lorna. Él asintió algo avergonzado.

—Mientras los demás pasaban la noche con una o dos mozas, yo prefería estar en la soledad de mi cuarto o haciendo guardia. Mi hermano y mi primo intentaban convencerme siempre para que llevara alguna mujer a mi lecho, pero yo insistía en negarme...—hizo una breve pausa. — No quiero comprar mujeres como si fueran gallinas. Lo detesto, los burdeles y lo que pasa en ellos, todo.—dijo molesto. Lorna tragó saliva.

Eso explicaba muchas cosas, como por ejemplo su comportamiento en el Cisne Negro. Lorna se encontraba aún más sorprendida y confusa, nunca pensó que un hombre pudiera hablar de esa manera, con unos valores tan claros. Pero estaba frente a Alistair, quién en varias ocasiones le había demostrado su firme moral. Sus profundos ojos parecían hablar desde la sinceridad, además en ningún momento las palabras puta, fulana o ramera habían salido de su boca, lo cual le daba veracidad a su explicación.

—Lorna lo que trato de decir...—habló nervioso. —es que nunca he querido mancillar a una mujer, fuera cual fuera su condición.

—¿Y a mí no vas a mancillarme? —cuestionó con una risa nerviosa.

—¡Por favor no pienses que no te respeto! —suplicó nervioso juntando sus manos. —Mereces todo el respeto, y a alguien mejor que yo para compartir este momento...No quiero que pienses que soy menos hombre por permanecer célibe. Yo Lorna...—la tomó de la mano. —Yo quiero hacer el amor contigo. — ella se quedó expectante mirándolo sin decir nada.

Respiró con dificultad. Su mente comenzaba a dar infinitas vueltas en círculo. Todo lo que Alistair había dicho, la ponía en una difícil tesitura. Agachó la mirada hasta ver las botas de ambos.

—Lorna...—susurró levantando su rostro para ver sus preciosos ojos verdes.

Él había sido muy sincero con ella, pero Lorna no se sentía preparada para contarle toda la verdad. Sin embargo, algo en lo más profundo de su pecho quería explotar y desahogarse de una vez con alguien. Eso sumado a la sinceridad que se veía obligada a dar a Alistair la hicieron hablar.

—Hace mucho que no soy virgen, Alistair. —le confesó con voz trémula. Una lágrima cargada de dolor recorrió su rostro con rapidez, sabía que aquella frase haría que lo perdiera para siempre.

Él la miró perplejo y su respiración se volvió pesada. Una sensación desagradable subió desde su estómago hasta la garganta. Se sentía incómodo, después de todo lo que había dicho, era muy probable que Lorna hubiera malinterpretado sus palabras.

Criatura Salvaje | Saga Salvaje IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora