Seamus bajó la estrecha callejuela con rapidez, estaba amaneciendo en aquel momento, no había nadie en el camino. El empedrado mojado por las gotas de rocío había humedecido buena parte de su calzado cuando se paró frente a la robusta y vieja puerta. Golpeó la madera desconchada unas tres veces, esperando pocos segundos entre golpe y golpe, la paciencia nunca había sido su virtud.
Anduvo en círculo frente a la puerta durante lo que fue un largo minuto, sin poder soportar más aquella situación, se apresuró hasta la parte trasera de la casa. Acostumbrado como estaba a trepar a los árboles, llegar a la roñosa ventana del segundo piso no supuso ninguna dificultad. Solo tuvo que forzar un poco la ventana, sabía que las bisagras estaban más que mal ancladas a la pared además de oxidadas. Su cuerpo alargado pero delgado entró sin problemas por aquel hueco. Apartó la espesa cortina para abrirse paso en la silenciosa oscuridad. Se movía con seguridad, conocía la habitación a la perfección.
—¡Levántate Lorna! —dijo cuándo se acercó lo suficiente al catre. —Hace tres días que no se te ve el pelo por el castillo, Isobel ya está pensando en sustituirte ¿Acaso quieres perder el trabajo? —la sermoneó como si él fuera el adulto de los dos.
—Déjame Seamus...—respondió de mala gana contra la almohada.
—¿Qué te pasa? ¿Estas enferma? —movió el cuerpo de Lorna para ver su rostro, a pesar de su delgadez Seamus tenía fuerza.
—¡No! —contestó ella observándolo. Seamus nunca la había visto así, pálida con marcadas ojeras y el blanco de sus orbes cubierto de finísimos hilos rojos.
—¿Qué ha pasado Lorna? —cuestionó realmente preocupado.
—Estaba muy cansada...—contestó mientras se ponía en pie e intentaba adecentar su aspecto.
—¿Tanto como para dormir durante tres días seguidos? —dijo totalmente insatisfecho con la respuesta. —¿Sabes lo preocupado que he estado? —Ella no contestó, simplemente se calzó los pies. — ¿Vas a quedarte callada otra vez?
En algunos aspectos Lorna seguía siendo un misterio para él. Cuando no le apetecía hablar de algo, parecía volverse muda.
—Bien. —expresó él molesto mientras tiraba al suelo un pequeño saco. —Espero que al menos abras la boca para comer algo. — Lorna siguió arreglando su cabello frente al espejo roto que colgaba de la pared. —Conseguí hacer creer a Isobel que estabas enferma y que volverías hoy mismo al trabajo. —anunció. — No pienso volver a ayudarte para que me lo pagues con tu silencio. —dijo dejando notar su enfado. Con rápidos y violentos movimientos fue hacía la ventana, como un gato furioso saltó al exterior.
Lorna escuchó sus pesados pasos alejarse. Cabizbaja miró la punta de sus botas, le disgustaba comportarse así con Seamus, pero no podía remediarlo. En los últimos tres días ni siquiera había sabido comportarse consigo misma. Sus fantasmas la apresaron de tal forma que no había comido nada, solo bebido algunos sorbos de agua, para reponer las incontables lágrimas que le habían acompañado durante el insomnio.
Una manzana había rodado del saco que tiró Seamus. Se arrodillo para cogerla, sintió congoja al tocar su piel, realmente se había preocupado por ella. Pero no podía hablar de lo ocurrido, no con él. Con nadie, ni de lo ocurrido hacía tres noches, ni de lo ocurrido hacia cuatro años. En ambos casos un guerrero había tenido la culpa de todo. No estaba preparada para abrir viejas heridas, tampoco para alojar a las nuevas.
Pero Seamus tenía razón. Había pretendido parar su vida en aquellos tres días, pero el tiempo no espera a nadie y todos siguen su paso aunque Lorna se empeñara en detenerlos para luchar con sus demonios. Mordió la manzana con rabia y al tragar el primer bocado fue consciente de lo hambrienta que se sentía en realidad.
ESTÁS LEYENDO
Criatura Salvaje | Saga Salvaje II
RomanceSegundo libro #sagasalvaje Tras varios años perdida en su propia vida, Lorna ha conseguido la estabilidad que tanto ansiaba. Refugiada en las tierras de Caladh, ha creado una nueva Lorna de la que pocos conocen su verdadera historia, lo único certe...