Danielle Le Blond.
Sus labios, su tierna piel, sus jadeos y su cuerpo no quieren abandonar mi mente. He estado reviviendo cada uno de los momentos de la noche anterior.
He sido víctima de una hechicera de la belleza absoluta sin darme cuenta. Me ha encantado con su fragancia y su voz. Con su toque y movimientos, lo peor de ello, es que me gustó, y quiero que se vuelva a repetir.
Ella crea arte, sin saber que su cuerpo es la encarnación de el. Cualquier artista se quedaría magnetizando y deslumbrado con verla, de ello estoy bastante seguro.
Tan diferente a las demás, sobre sale sin siquiera hacer el vago intento. Su cuerpo no es voluptuoso como muchos, no es totalmente delgado como otros, no es baja, pero tampoco alta.
Tiene las medidas perfectas en cada rincón de su cuerpo. Sin duda ella fue la musa de Dios ante su creación. Su cuerpo tiene una espléndida figura de reloj de arena. Sus senos caben perfectamente en las palmas de mis manos, su vientre plano, sus airosas caderas y su pequeña cintura le dan vida. Su espalda es tan lisa, llena de pequeños lunares que parecen estrellas esparcidas en un hermoso cielo. En su espalda baja dos pequeños hoyuelos se asoman antes de llegar a su trasero. Sin omitir sus largas y esbeltas piernas, que te dan ganas de enredarte en ellas.
Pero, hay un pequeño detalle que también se convierte en su único defecto: la elegante mascara que siempre porta. No opaca su sublime hermosura, pero no encaja con ella, ni siquiera su larga y ordenada trenza hace ese efecto, más bien se acopla.
Fácilmente podría levantarme y decirle a mi madre que soñé con una elfa, con un hada, con un ser mítico, el más bello de todos eso sí. Me lo creería al oír mi tono de fascinación, incluso hasta yo mismo.
Soy un estúpido por pensar que le daría placer a esta atractiva mujer, cuando es ella quien me llevó a otro universo en una noche. Pensé que esta atracción que se sentía por ella reduciría cuando al fin la hiciera mía, pero para mí desgracia, fue todo lo contrario. Ninguna mujer había causado tal efecto en mí, ni siquiera Celine, con quien me había acostado incontables veces por su buena paga.
Normalmente ese gusto, esa atracción y deseo que sentía por cada una de ellas era totalmente efímero. Con ella no, en vez de esfumarse se desarrollaba. Monik se había convertido nuevamente en otra de mis primeras veces.
Estaba contando las horas para ir a verla en casa de Celine nuevamente, no podía esperar más, estaba ansioso. Me tenía desconcertado el interés que había despertado en mí, pero al mismo tiempo me gustaba.
***
Celine se encontraba sentada en un sillón cerca del ventanal, mirando las hermosas flores del jardín. Con un aire decaído, casi triste, algo le pasaba. A pesar de que he tenido una relación muy diferente con ella, me preocupaba, he estado a su lado mucho tiempo para estarlo.
—¿Qué te sucede? —pregunte sin más.
—Nada que deba inquietarte Danielle —respondió secamente sin mirarme, pasando por mi lado.
Ni siquiera se había arreglado. Celine era amante de la perfección. No había un día en que la vieras en malas fachas, ni si quiera cuando enfermaba, pero hoy había sucedido.
Su rubia melena caí por sus hombros en todas direcciones. Tenía ojeras bajo sus ojos, y sus labios estaban pálidos como su rostro. Ni siquiera se había quitado el camisón que usaba para dormir. Era extraño verla así, sus razones tendría y yo no era nadie para obligarla a decírmelas.
Monik apareció poco después con los mismos ánimos que Celine, ¿acaso las dos estaban en sus días?, ¿todas las mujeres sangraban al mismo tiempo, no?
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El Gigoló Francés
RomancePensaba que era cómodamente felíz, con un buen esposo, un hermoso hogar y un buen estatus. Pero ese pensamiento se desvaneció cuando conocí al Gigoló Francés. Quien me llevó por el camino de la tentación, ahora yo me pregunto ¿tendrá este salida?