Capítulo 26

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Angelique.

Los siguientes días fueron tranquilos, demasiados tranquilos. Pude convencer a Fiorella de que ella convenciera a la abuela de creer que, entre Danielle y ella había un romance, y que yo era su celestina. Esa era la única forma para que Danielle viniera seguido a casa y no sospechara. Claro que la abuela le encantó la idea de un romance entre ellos dos.

No puedo decir lo mismo de ellos, quienes mientras la abuela los veía se decían cosas cursis, pero cuando no, se lanzaban miradas asesinas mutuamente.

Claro que esto me costó algo, tuve que acceder a comprarle: cuadernillos, plumas y lápices nuevos.

Ya había terminado mi trabajo con madame Celine. Me había entregado un sobre con la paga, la que mantendría guardada para una ocasión de emergencias.

Danielle y yo, nos veíamos tanto aquí en casa de la abuela, como en la casa de su tía, la cabaña abandonada y la colina perdida. Eran nuestros lugares. Por supuesto que seguí usando mi mascara, a pesar de que no lo estaba retratando, no quería crear el rumor de ''Angelique con otro hombre''. Mejor evitarlo a toda costa.

Se había vuelto un chico tierno, claro, sin dejar de lado su lado seductor y pasional. Lo cual lo hacía mucho más encantador. No quedaba nada de aquel chico arrogante y presumido que alguna vez no me llego a caer bien.

Con él, las cosas no eran ni aburridas ni monótonas, siempre encontraba algo que hacer con su espíritu aventurero.

No hacía falta que nos dijéramos palabras de aprecio, con una sola mirada bastaba y hablaba por nosotros.

Louise no me había escrito aun. Lo que me tenía tranquila, eso quería decir que su proyecto se tardaría más de lo que pensábamos.

—Estoy hastiada de tener que fingir amor con Danielle, cuando solo quiero vomitarle encima—expresó Fiorella desde el otro lado de la cocina.

—¡Fiorella! —la reprendí medio divertida.

—¡Es la verdad! Contigo puede que se comporte todo amor y rosas pero conmigo no. Es un idiota.

—Solo será por un corto tiempo.

Suspiró exageradamente. Antes de que respondiera llamaron a la puerta.

—Debe ser el—blanqueo los ojos—. Si sale con cualquier estupidez antes de entrar, le cierro la puerta en sus narices—advirtió.

Negando reí mientras dejaba las berenjenas en el horno.

Fiorella se estaba tardando ni siquiera escuchaba los gritos que se intercambiaban cuando se veían. Así que decidí ir a ver qué sucedía.

—Fiorella, ¿Por qué...?

Y allí estaba él, bajo el marco de la puerta. Con su sonrisa brillante y perfecta, con aquel porte que denotaba elegancia y clase.

—¡Cariño! —caminó rápidamente hacia a mi abrazándome. Luego de hacerlo me planto un tierno beso en los labios. —¿Acaso no estas feliz de verme?—frunció el ceño, quizá porque mi expresión en vez de alegría, era de asombro y estupefacción.

Tan de prisa salgo de mi trance.

—Louise... no sabía que ya estabas de vuelta— dije con una sonrisa casi forzada.

—¿Me extrañaste?

—Claro que si—lo abrace. Si lo extrañé, no de la misma manera que lo pude haber extrañado hace un mes, pero si, lo extrañaba a pesar de todo lo que estaba sucediendo.

Lo llevé a la cocina. Fiorella estaba tan pálida como un papel. La abuela bajo tiempo después.

—Oh, querido. No sabía que ya estabas de vuelta. —lo recibió con una abrazo y un sonoro beso.

El Gigoló FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora