Capítulo 29

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Angelique.

Cuando vi a Danielle frente a mí el día del festejo, sentí que mi corazón se paró por completo. El miedo se apoderó de mi piel, pero como pude lo sobrelleve y lo oculté.

Tenía miedo, sí, pero no de que las personas a mí alrededor se enterasen de él. Tenía miedo de que Danielle me odiara por no haberle hablado de mi verdadera identidad, de mi verdadera posición.

Y así fue. Las palabras que me dio luego de verlo me hicieron ver cuánto daño le había hecho. Pensé que este sería menor si se lo decía yo. Pero, fue una equivocación de mi parte no haberlo hecho antes de venir aquí. De lo cual estaba arrepentida.

Verlo besar a Fiorella, me hizo sentir molesta. Quizá de esa forma se sentía el, pero multiplicado por mucho. Así que lo entendía, le entendía.

Danielle y su tía tuvieron que quedarse en casa luego de que una fuerte lluvia llegara. No les quedó más remedio que aceptar.

Lo cual me tenía aún más nerviosa. Fiorella quien había ido a mi recamara varias veces estaba pálida y asustada. Tanto, que estuvo a punto de ponerse a llorar del desespero, de la angustia y el suspenso que la situación traía consigo.

No niego que este igual. Pero lo puedo sobrellevar.

Aparte de este también tenía otro problema navegando en mi mente. Uno que solo podía hablar con Fiorella, pero el cual no sabía cómo decirle sin que le diera un infarto.

Así que cuando esta se calmó y relajo un poco viendo a través de mi ventana. Lo solté como si de un explosivo de tratara.

—No he manchado.

Fiorella voltea a verme con el ceño fruncido sin entender mis palabras. Hasta que segundos después sus ojos se abren como platos mirándome con expresión de horror.

—¿Q-qué?

—No he manchado—repito.

—¡Si! Ya lo sé. Pero ¿no te estabas cuidando? —se levanta esperando mi respuesta.

—Si. Bueno... eso creo.

Fiorella respira por la boca, sus ojos mirando hacia todos lados sin quedarse quietos.

—No, no, no—cierra los ojos— Hay que ir con un doctor. El sabrá si estas en gestación o no.

—Sí, pero no puedo ir con el doctor de la familia. Se lo diría a Louise.

—No. Sé quién podrá ayudarnos—dijo marchándose.

Me sorprendió como tomo el control y no se desvaneció por mi suposición.

Pase toda la tarde en mí recamara con la excusa de que no me sentía muy bien. No quería encontrarme con Danielle, no aun. No creería que le dijera nada a Louise sobre nosotros, lo que me tenía un poco tranquila, solo un poco.

Al caer la noche Louise vino a la recamara agotado. Yo me había hecho la dormida ya. Era una manera de retener a Louise y su deseo.

Antes de dormirse besó mi cien y sobo mi brazo izquierdo. Espere un rato a que pudiera sumergirse en un profundo sueño, en el que ni un mínimo movimiento pudiera despertarlo.

Tomé mi bata. Y descalza salgo de mi recamara con todo el cuidado del mundo dirigiéndome a la de Danielle. Sabía dónde dormiría, había escuchado del padre de Louise antes de irme.

Por suerte, la puerta de este no tenía seguro. Estaba oscura, la única luz que había, era aquella que la ventana que daba al balcón dejaba entrar.

Afuera estaba haciendo brisa, pues las cortinas danzaban de un lado a otro. Danielle estaba en el balcón, recostado con los brazos cruzados, viendo a la nada o quizá a todo.

El Gigoló FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora