Angelique.
Febrero 11 de 1970.
El pincel resbala de mis dedos y cae al suelo, manchando a su vez mi delantal.
̶—¿Matrimonio? —Una sola palabra que podría ser la felicidad de mucho y la condena de otros, en mi caso es la segunda opción.
̶ —¡Sí! —Afirma mi madre—, el joven Lecomte vino a pedir tu mano ¿No es maravilloso?
̶—¡Es una tragedia!
̶—Pero ¿Qué dices Angelique?, si es la mejor noticia que hemos recibido hasta ahora.
̶—¿La mejor noticia para quién, para ustedes? Madre, apenas tengo quince años, no quiero casarme. En realidad, aun no sé qué quiero.
̶—Cariño, yo tenía catorce cuando me case con tu padre. Además, el joven Lecomte tiene un buen perfil para ser tu marido, estoy segura de que cuidara bien de ti, ¡él te representa.
̶—Seré una infeliz madre, yo no quiero a Louise —confesé al borde de las lágrimas.
̶—Tienes que hacerlo, por tu bien y por el de la familia Angelique.
̶—¡NO QUIERO!
̶—Escúchame bien niña —me toma del brazo tan fuerte provocando una mueca de dolor en mi rostro —, más te vale que me respetes, y esto ya está decidido, lo haces o lo haces. No existe un NO en esta situación —finaliza soltándome con brusquedad, saliendo de la recamara con un portazo.
Los primeros diez años de edad, la vida te regala un mundo de fantasías, donde piensas que no hay un solo ser malvado en el planeta. Donde crees en cuentos de princesas y cuentos de hadas, esperando así a que llegue el príncipe que aquellos cuentos te ofrecen o simplemente, el final feliz. Te hacen creer que no hay problemas, que todo es alegría.
Pero, luego que pasas esa edad llega un punto donde la vida te da el primer golpe de realidad, dándote a entender que no todo era color rosa, o como lo veías desde pequeña. Ahora ves los problemas, las malas intenciones y la gente mala.
Este fue ese primer golpe que me dio la vida, casarme por obligación y conveniencia, muy pocas eran las mujeres que lograban ser felices con estos tipos de matrimonios, y yo sabía que sería parte de ellas.
Odiaba que pensaran que el matrimonio era una aspiración para las mujeres, simplemente era una construcción social mal fundamentada.
Quizá es un pensamiento bastante profundo para una chica de 15 años, pero mis pensamientos, creencias y religiones, estaban basadas en lo que yo creo que es bueno y conveniente. No en lo que veía o mis padres me decían. En algunos acertaba, en otros estaba equivocada, pero nada mejor que tener un criterio propio a uno dependiente, y eso, pocas lo sabían.
̶—Ya no llores pequeña. —murmura mi abuela trenzando mi cabello—. Mientras más te rehúses peor será, lo mejor que puedes hacer es tratar de llevar las cosas con el joven Lecomte. Quien sabe, quizás con el tiempo termines enamorada de él, sé que tuviste sentimientos por él, puede que regresen, ¿no crees?
Seguía viendo por la ventana de mi recamara, sollozando, mientras veía a Louise y a su padre hablar con el mío en el patio trasero de la casa.
Cuando era pequeña, Louise fue mi primer amor platónico, pero eso cambio con el tiempo. Cuando Louise cumplió catorce años se volvió aburrido. Ya no quería jugar conmigo a las escondidas, ya no salía a jugar bajo la lluvia y saltar en los charcos de agua, y no le gustaba ensuciarse las manos con barro.
Todo eso lo dejo a un lado cuando los cumplió. Ahora era refinado, elegante y educado. Yo era todo lo contrario, amaba las cosas mundanas y aquellos pequeños placeres que él veía como una pérdida de tiempo. Desde ese entonces, Louise dejo de ser el niño de mis sueños, lo veía como un hermano mayor y aburrido.
No podía casarme con él...
̶—Nunca podre lograr mi sueño abuela, eso me tiene desbastada. Louise odia ese tipo de cosas, dudo mucho que me deje seguir con la pintura.
̶—Siempre hay un camino, tú encontraras como hacer lo que realmente quieres pequeña. — Susurró en mi oído— Solo debes buscar la manera, además, tienes suerte de que te haya tocado Louise. Hubiera sido peor si en vez de él, fuera un hombre viejo y feo.
Dijo sacándome una sonrisa, siempre sabia como mejorar las cosas por muy malas que parecieran.
Tenía razón en lo que decía, al menos me había tocado alguien que conocía muy bien y no un extraño. El padre de Louise y el mío han sido mejores amigos desde la infancia. El señor Lecomte tiene un alto estatus, es decir está muy bien económicamente, lo que a mi padre le favorece para su negocio: La relojería. De por sí ya es buena, que esté vinculada con el apellido Lecomte es un éxito, y que mejor vinculo que un matrimonio entre sus hijos.
̶—¿Por qué siempre tienes razón? — cuestione entrecerrando los ojos.
—Porque soy una anciana—guiña un ojo—Todo tiene solución menos la muerte.
̶—¿Me estás diciendo indirectamente que me suicide para evitar casarme abuela? —bromee.
̶—Oh no, no, no ¿Qué cosas dices Angelique? —dijo asustada.
—Solo bromeaba— reí.
Debía hacerle caso y encontrar un camino.
Narrador omnisciente.
Dos meses después de que se anunciara el compromiso de estos dos jóvenes, se llevó a cabo la ceremonia matrimonial.
Aquella celebración fue sencilla, pues así lo quería la joven Angelique, quería que fuera íntimo, pues para ella no había mucho que festejar. Creía que lo mejor para aquella ocasión era hacer la pequeña celebración en un cementerio, para así poder enterrar su alma después de haber firmado aquel papel que la uniría con el joven Louise.
Por otro lado el susodicho si estaba feliz con lo de su matrimonio, el adoraba a la pequeña Angelique. Contaba los minutos para que por fin fuera su esposa.
Al mismo tiempo estaba nervioso, pues uno no se casaba todos los días.
Angelique entró a aquel lugar de la mano de su padre, con un hermoso vestido blanco el cual representaba su total pureza. Un vestido sencillo pero que resaltaba su belleza, no era ostentoso ni simple, era perfecto e ideal.
Su larga cabellera negra hacia contraste con el vestido y con la blancura de su piel, estaba totalmente hermosa. Louise siempre había sentido cariño por la muchacha, pero no fue cuando esta cumplió catorce años de edad que se dio cuenta de que su cariño fraternal iba más allá de eso. Pensaba que estaba mal, pero cuando su padre le propuso que se casara con ella le cayó como anillo al dedo. Angelique era una chica rebelde y amaba ser libre, a veces algunas de sus actitudes no le parecían, pero sabía que con el tiempo ella se acoplaría a él y él a ella.
Era un joven muy deseado por las jovencitas del pueblo, buenmozo, elegante, alto y adinerado. Un hombre ideal para ellas. Pero este solo tenía ojos para la pequeña, quien lo había embrujado con su belleza.
Nunca faltaban las miradas para la joven, pues su belleza era digna de admirar, y eso lo volvía loco. La quería solo para él.
Angelique estaba asustada, nerviosa y triste por el momento. No pudo convencer a sus padres de que esto era una mala idea, por lo que no le quedó de otra.
Quería salir huyendo de aquel lugar, pero sabía que no podía hacerlo.
La única opción era seguir la corriente, hacerles creer que estaba feliz por ello y lo muy enamorada que estaba de la noche a la mañana por Louise, pues esa sería su manera de sobrellevar las cosas, quizá de tanto creérselo se hacía realidad como su abuela le había dicho. Solo tocaba esperar a que pasase.
Louise beso aquellos carnosos labios color carmesí natural, luego de que las palabras ''puede besar a la novia'' fueran pronunciadas. Había anhelado tanto aquel momento.
Angelique por otro lado no sintió nada, ni siquiera asco o repulsión, pues el joven no era de su total desagrado.
Ahora era la señora Lecomte.
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El Gigoló Francés
DragostePensaba que era cómodamente felíz, con un buen esposo, un hermoso hogar y un buen estatus. Pero ese pensamiento se desvaneció cuando conocí al Gigoló Francés. Quien me llevó por el camino de la tentación, ahora yo me pregunto ¿tendrá este salida?