La carta de Fiorella.

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Muchas veces tuve miedo.

Miedo a tu pensar, a tu decir y a tu actuar.

Tuve miedo también de las personas me cortarían la cabeza con su repudio.

Que hicieran cicatrices en mi piel, junto a la burla y humillación.

Si, fui una cobarde.

Cobarde por no hablarte, por no confesarte.

Y, ahora estoy aquí haciéndolo en un papel, adorándolo con letras.

Letras que no leerás, o quizá sí, no lo sé.

Arrepentida de no haberte dicho lo mucho que te amé.

No como una hermana ama a su hermana.

No como una amiga ama a su amiga.

Te amé, no, te amo como lo hacen los amantes.

Siempre supe que mis sentimientos no serían correspondidos.

Me conformaba con tu felicidad, por eso siempre te apoyé y casi nunca negué cuando de esta se trataba.

A pesar de que en el camino de tu felicidad, tu vida fue arrebatada, no me arrepiento que la hayas conocido.

Me habría odiado a mí misma, de tanto solo verte triste y decaída.

Sin embargo, duele.

Duele tampoco que respirar quema.

Pero poco a poco el dolor se va menguando.

Poco a poco voy aceptando.

Y poco a poco te dejo ir.

He guardado una copia de mi libro, de nuestro libro.

Es para ti, solo para ti.

Para ti, que siempre quisiste leerla.

Que siempre me apoyaste.

Que siempre me ayudaste.

Es para ti, mi querida Angelique.

El Gigoló FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora