Our flag means Sorry

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Stede había tenido sueños recurrentes con Edward en la playa desde aquel fatídico noche en la que el capitán Bádminton lo había obligado a salir de la cama y lo había llevado al bosque para asesinarlo, con un inesperado resultado.

Durante un breve periodo de tiempo, la mente de Stede había estado evadiendo el hecho de que Ed había estado esperándolo en la playa, solo y sin saber qué le había ocurrido. Después la verdad cayó por su propio peso y lo imaginó allí, parado durante horas con una sonrisa llena de inocencia y esperanza como la que le había visto hacer cuando él le había dado el "sí". Ya no debía imaginar cómo traslucía esa felicidad en los ojos de los protagonistas de las novelas de amor, lo había visto y, Dios, aquella imagen de Edward lo torturaba.

Antes de reencontrarse con su tripulación, el sueño solo consistía en eso. Después, el rostro de Edward se volvió cada vez más tormentoso y cuando Stede aparecía en la playa, con un amanecer rojo como la sangre, Edward siempre intentaba matarlo. Las peores veces, era un disparo en la distancia, las mejores, lo abrazaba antes de apuñalarlo. Y la noche anterior, por si no tuviese suficiente, se había añadido otra colorida versión de la pesadilla en la que Barbanegra lo mataba estrangulándolo lentamente, y había sido una sensación tan vívida que casi le había hecho mojar la cama.

Llevaba días que no quería dormir, menos en su camarote. Aunque esa hubiese sido su cama y su habitación, sabía que Ed la había estado usando en su ausencia y no mejoraba su ánimo que Edward le hubiese obligado a seguir allí mientras él desaparecía por las noches, quién sabe dónde, si dormía bien o si estaba tranquilo. Stede estaba casi tan preocupado por él como aterrado.

Después de haber permanecido con los ojos fuertemente cerrados durante casi media hora en su cama, haciéndose el dormido y haciendo en definitiva el ridículo, pues nadie lo estaba mirando en realidad, decidió que tenía suficiente y se levantó.

Se puso la única bata que le quedaba, que era la única que Ed no había arrojado por la borda, aquella fucsia con un diseño de hojas y pájaros que tanto le gustaba, y arrugó la nariz por el olor acre que desprendía. 

Se había dado cuenta desde que se había despertado después del disparo y Lucius se la había puesto. Aquella bata estaba usada, muy usada. La última vez que Stede la había visto antes de firmar la amnistía, la prenda colgaba de su guardarropa secundario, limpia y con olor a lavanda.

Se quedó un rato sentado, pensando sobre quién podía haber estado usándola y solo se le venía una nombre a la cabeza, lo que le hizo progresivamente derretirse como mantequilla. Decidió que no le importaba un poco de olor, al menos de momento, y se la ató con más fuerza para que le abrazase bien el cuerpo, antes de levantarse.

En otras circunstancias, habría caminado los pasos que le separaban de su biblioteca y habría leído un buen libro para coger el sueño, pero dado que eso no era posible, cogió la vela y se frotó las mejillas y la nariz mojadas antes de salir de su camarote.

Caminó hasta la cubierta, donde la mayoría de la tripulación dormía en hamacas y camas improvisadas y sonrió enternecido al ver que lo hacían plácidamente. Aquella era su familia y su corazón siempre encontraría algo de paz si ellos estaban bien y estaban todos juntos. No sabía cuánto duraría, pero quería disfrutar el momento.

Con cuidado, alzó la pierna y saltó un cuerpo, en busca de un hueco para sentarse en la fría cubierta junto a ellos. 

Se acurrucó junto a Wee John, mientras tiritaba por la brisa.

Sin darse cuenta, sus movimientos nerviosos despertaron a Wee John, y con él a Frenchie.

—¿Capitán? —murmuró un adormilado Wee John, extrañado.

Our flag means Love [BlackBonnet]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora