CAPITULO 19

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CAPÍTULO 19
————————𑁍

—Estamos por llegar, joven —anunció el viejo cochero que iba dirigiendo el carruaje de caballos, donde Terry estaba sentado en la parte trasera. Él no contestó, puesto a que estaba enfocado en la nieve que caía lentamente sobre el suelo, formando una suave alfombra blanca. El viejo fue incapaz de leer la expresión que Terry llevaba en el rostro. No sabía si se trataba de nostalgia, tristeza o incertidumbre, pero no quería preguntar ya que el joven no le había dirigido la palabra desde que le había pedido que lo llevara a su destino deseado.

Terry suspiró con voz temblorosa. Tomó su capa roja, y trató de envolverse lo más posible. En esos momentos de extremo frío, deseaba estar en su recámara en el Saint-Paul, o en su habitación en el palacio arropado de pies a cabeza con las sábanas que sin chistar los sirvientes le traían una vez ocurriera la primera ráfaga de viento.

Dejando esa idea atrás, se llevó las manos a la boca en un intento por calentarlas, pero estas al igual que sus labios, estaban al borde de convertirse en hielo.

—Señor, puede bajarse. Cómo ve, allí está la iglesia, el hogar de Pony, solo debe caminar un poco —indicó el cochero, señalando a una iglesia rodeada de un bosque cubierto de nieve.

—¿Podría esperarme aquí? —preguntó Terry ya cuando se había bajado—. Deseo que me lleve de vuelta a la estación después de esto.

—Le costará más dinero.

—Estoy consciente de eso.

—Está bien, pero si se tarda más de una hora, me iré.

Terence caminó con lentitud hacía el edificio hecho de ladrillos blancos. Admiró la simpleza del lugar donde su amada rubia había crecido. Era justamente como ella lo había descrito, y pudo imaginar con más facilidad a Candy corriendo por todo el lugar. Observó el pozo de agua y los baldes que estaban tirados a su lado, y recordó cómo Candy le había contado todas las veces que tuvo que sacar agua para lavar las sábanas de los niños que mojaban la cama. Era una historia algo extraña para él, pero Candy la contaba como si fuera un recuerdo muy feliz. Luego miró la reja de madera que rodeaba el hogar, y supo que era la reja que Candy le había dicho que solía trepar, y por la cual recibía varios regaños. Se acercó a tocarla, pero la sintió débil. La madera era vieja, pero al parecer era lo suficientemente fuerte como para sostener a una pequeña Candy.

Subió la mirada y analizó lo pequeño que era el Hogar de Pony. Pensó en la gran cantidad de niños que compartían las habitaciones y las duchas, y se preguntó cómo era que cabían todos ahí. Candy nunca se había quejado con él sobre eso, al contrario, lo único que le había repetido era la bendición que había sido ser criada ahí. Deseaba poder escuchar de nuevo a Candy contándole anécdotas sobre su infancia, pero se encontraba muy lejos de ella, y el momento dónde la volvería a ver era incierto.

«Me cala el alma estar separado de ti, Pecosa», pensó, viajando su mirada hacía las ventanas, y justo ahi, su corazón dio un vuelco al encontrarse siendo observado por una monja.

Ella estaba agarrando las cortinas con la intención de cerrarlas, pero al ver a un joven debajo de la nieve, se apresuró a salir.

—¿Puedo ayudarte en algo? —cuestionó la monja con la preocupación escrita en la mirada. El joven se veía triste, así que su primer instinto fue pensar que necesitaba ayuda. Lo tomó de las manos en señal de compasión, y le sonrió con amabilidad. Terry trató de apartarse de su alcance, pues no esperaba la repentina acción—. Tus manos están heladas, joven. Por favor ven conmigo adentro o si no te resfriaras. —La monja lo atrajo sutilmente hacia ella, pero Terry se zafó de su agarre.

Terence Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora