CAPITULO 4

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CAPÍTULO 4
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—¿Eso le dijiste? —Charlie lo miró sorprendido a la vez que bebía un refresco de frutilla que Terry le había traído.

—Si, pero solo me llevé un regaño de mi padre. ¡Aun así, mi punto se queda! —Pateó una pequeña piedrita brillante hasta hacerla rebotar tres veces en el río.

—Entonces, ¿qué quieres ser?

—No lo he pensado. Solo sé que duque nunca seré.

—No te entiendo, Terry. Es decir, si a mi me dijeran que voy a ser duque estaría brincando de una pata.

—Charlie... —Terry sabía por dónde iría la conversación—, no es solo el título, sino todas las responsabilidades que vienen atadas a él. ¡El hecho de tener que ser como mi padre me da escalofríos! Yo quiero ser yo mismo, y quiero hacer lo que yo quiera. Tú puedes jugar cuando se te da la gana, puedes correr, brincar y gritar mientras yo estoy metido en el palacio estudiando cosas que a nadie le importan.

—Bueno, sí... Pero al menos vives bien. Tienes una buena educación y no tienes que preocuparte de no tener un plato en la mesa. Realmente no te falta nada.

—Claro. —Bajó la mirada hacia sus pies tapados por unos zapatos de piel, y luego miró los zapatos de madera que Charlie utilizaba. Sabía que lo tenía más fácil que su amigo, y se sintió culpable por quejarse—. ¿Tú qué quieres ser?

—Supongo que estaré ayudando a mamá a hacer flores. —La madre de Charlie vendía flores de papel a los teatros, ya que así no se marchitaban con el tiempo—. Son muy bonitas, deberías verlas. Es más, te haré una algún día.

—¿Y yo para qué quiero una flor de papel?

—Se la puedes dar a tu mamá... Puede que le guste.

—No la conoces. La duquesa me detesta. —La piel se le erizó al recordar todos los gritos e insultos que había recibido en la mañana.

—¿Es mandatorio decirles a las mamás por su título noble?

—No. ¿Por?

—Siempre la llamas duquesa. Si me lo preguntas, es algo raro.

Terry se había acostumbrado a dirigirse a Beatrice como «duquesa»  o  «su excelencia» después de la manera tan grotesca en que le había restregado que no era su hijo, sino el de una pordiosera Americana.

—¿Puedes guardar un secreto? —Terry preguntó tras pensárselo mucho.

—No —fue su respuesta inmediata y sincera—. ¡Oh! Pero por ti, claro...

—Está bien. En realidad... Ella no es mi verdadera madre. —Dio una pequeña pausa al ver como Charlie subió la mirada, demostrando su asombro—. La duquesa sólo finge serlo para no manchar el apellido. Según lo que entiendo, mi padre tuvo un amorío con otra mujer. Me dijeron que era una pordiosera Americana que me abandonó. Es por eso que la duquesa me odia, solo soy un recordatorio de que mi padre le fue infiel.

—Eso es horrible —dijo, curvando la comisura de sus labios de manera molesta—. Eso debió hacerte sentir mal, pero, en cierto modo, te entiendo. Mi padre me abandonó cuando nací. No sé quién es.

—Pues yo tampoco sé quién es mi madre. A veces me pregunto cómo será...

—Lo más seguro se parece a ti. Vi a tu padre una vez y pensé que eras adoptado... Bueno, no estuve tan lejos de la verdad.

—¡No seas tonto! —Lo salpicó de agua, iniciando una pequeña guerra amistosa, olvidando el tema doloroso de hace un rato.

Lo único que se escuchaba cerca del río eran los gritos y carcajadas de ambos niños junto a los grandes chapuzones que hacía Terry cuando Charlie lo empujaba sobre el agua cristalina. Todo ese ruido alegre viajaba a través de los múltiples árboles frondosos que los rodeaban, grabando sus recuerdos infantiles. 

Terence Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora