CAPITULO 40

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CAPÍTULO 40
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El sonido hueco de su puerta despertó a Terence de golpe. Alguien lo llamaba con insistencia y maldijo bajo su aliento al darse cuenta de que se había pasado de su hora de despertar. Esa era la consecuencia del insomnio, aunque, a veces, leer hasta la madrugada lo ayudaba.

Se quitó las sábanas que se ceñían a su cuerpo y se puso de pie como si fuera un resorte. Se colocó la camisa de pijama y pasó de largo hacia la puerta de su habitación, ignorando el calendario en su pared, el cual señalaba el mes de Junio.

—¿Qué quieres? —interrogó Terry, abriendo la puerta con un humor temible. Al otro extremo de la puerta se encontraba Allen y detrás de él Karen.

Después de todas las veces que se había quedado dormido y que Allen se había quedado esperando por él fuera de su apartamento, Terry le había cedido una copia de la llave para que pudiera llegar hasta él con más facilidad, solo que ahora se arrepentía.

—Buenos días a ti también —respondió Allen con tono sarcástico, aunque su sonrisa no iba con sus palabras.

—Buenos días, idiota —saludó Karen, entrando junto a Allen, mientras Terry regresaba a la cama.

—¿Qué hacen los dos aquí? Se supone que estén de camino al teatro. —Terence se volvió a cubrir con su sábana, volteandose para quedar contra la pared.

—¿Nosotros nada más? —cuestionó Karen, alzando la ceja.

—¿No vas a audicionar para Julio Cesar?

—No.

—¿Por? —preguntaron ambos.

—Hathaway no me lo permite aún. Ahora, si eso es a todo lo que vienen, se pueden retirar. Todavía tengo mucho por dormir. —Cerró los ojos, dando por terminada la conversación, pero estaba equivocado si creía que los jóvenes se rendirían tan fácil—. ¡Ah! —El jalón que le dieron por las piernas terminó por llevarlo al suelo con fuerza—. ¡Allen!

—¡Fue Karen! —se justificó el rubio, riendo junto a la castaña.

—De que vienes, vienes.

—No tengo por qué.

—Podrías apoyarnos —dijo Allen, sonriendo con calidez. Realmente lo único que necesitaba era el apoyo de Terry. Se sentía más seguro cuando lo tenía cerca—. Es mi primera audición y... Tú eres mi tutor.

—Tiene razón —apoyó Karen con tal de fastidiar a Terry. Este último suspiró.

—No me dejan otra opción, ¿verdad?

—¡Nop!

—¡Cómo quieran entonces! —Se fue a vestir. Estaba molesto, pero en realidad sabía que, aunque quisiera, no podía decirle que no a Allen. De una manera u otra siempre terminaba complaciendolo.

En el teatro, Terry se sentó unas cuantas butacas más atrás de lo que estaban Robert Hathaway y su esposa. No le importaba en lo más mínimo las audiciones de los demás participantes, solo quería ver al rubio y la reacción de Hathaway. Quería verlo tragarse sus palabras.

Terence Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora