CAPITULO 39

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CAPÍTULO 39
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Una nube de humo fue exhalada por las fosas nasales de Terry. Estas pronto se disiparon en el aire, pero el aroma a tabaco se quedó presente, provocando que la tos repentina de Allen resonara en las paredes.
Ambos estaban en la sala del apartamento de Terry, dónde Allen tomaba sus lecciones, puesto a que el teatro estaba ocupado.

—Últimamente estás muy apasionado, eso es bueno, pero no me gustó tu ritmo.

—¡Tal vez sería mejor si pudiera respirar!

—No hay excusas. Desde el comienzo, apresúrate. —Chasqueó los dedos de una manera demandante. Le encantaba molestar a Allen—. Quita esa cara —advirtió, a lo que el rubio giró los ojos. Sostuvo el libreto y lo repasó, sonriendo como un tonto en una de las líneas—. ¿Y eso?

—¿Eso que?

—Esa sonrisa de pendejo que tienes. ¿Qué te hace actuar así estos días? De la noche a la mañana las frases románticas te salen casi perfectas.

—Digamos que... Tengo una musa. —Guiñó el ojo y Terry soltó una carcajada limpia.

—Cuídate, eso no dura —habló por experiencia.

—Ojalá que sí. Se siente bonito estar enamorado. Me topé con ella hace poco en el teatro, no hablamos mucho, pero desde ese entonces no dejo de pensarla. Le pido a Dios volver a verla algún día.

—Hm, pues sigue pidiéndole. No te va a escuchar.

—¿Por qué lo dices?

—Ese tipo ni siquiera existe, Allen, al menos no del que tanto hablan.

—Yo creo que sí. Después de todo, no puede ser solo una casualidad haberla conocido. Alguien tuvo que haberla puesto en mi camino, ¿no crees?

Terry puso cara de asco, aunque sabía perfectamente lo que Allen estaba sintiendo en esos momentos. Se sentía bonito estar enamorado, eso era cierto, pero la caída era todo lo contrario. Prefería entonces no volver a enamorarse. Tampoco creía que era capaz.

Esos pensamientos fueron expulsados a la misma vez que exhaló el humo de su cigarrillo. Nuevamente, Allen se ahogó con el mismo aire.

—¡Deja esa porquería! —gritó el rubio, arrancándole a Terry el cigarrillo en su boca y arrojándolo al suelo para así pisotearlo—. Necesitas abrir la ventana. Estoy a punto de vomitar. —Agitó su mano frente a su rostro en un intento por espantar el mal olor.

—Acabas de estropear mi alfombra —señaló Terry al ver la pequeña mancha negra en su alfombra blanca. No mostró mucha importancia, más bien se preocupó por el hecho de que aquel había sido su último cigarrillo. Se puso de pie e hizo lo que Allen le había pedido. Retiró las cortinas color burdeos y levantó la ventana, ventilando el lugar, pero también llenándolo del ruido que había afuera.

—Eso está mucho mejor. En serio deberías dejar ese vicio. Masca un chicle o algo.

—Vamos, exageras. —Se arrojó sobre el mueble, dejando su pierna colgar sobre su rodilla.

Allen frunció el ceño y se mordió la mejilla interna. Su rostro estaba casi verde.

—Es muy dañino en realidad. Vas a terminar matándote.

Terence Granchester La Historia DefinitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora