IX

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Todo era caos en aquel momento. 23 se había imaginado un bucle de toda su vida, desde que era una niña, observando aquel mural del sol y la luna, hasta su adolescencia, armando y desarmando a ciegas, entrenando para ser una Guardiana y algún día explorar la superficie. Se había imaginado el calor de las manos de 19 y lo bien que se sentía a su lado, y así mismo, también había tenido un recuerdo muy aletargado de su subconsciente. Se había visto a sí misma en una camilla. Dos Alphas Tech con bata blanca la observaban.

-Sus niveles de autoconciencia son anormales.-dijo una de ellas, en tanto que la otra iba haciendo apuntes.

-Señora, sugiero suministrarle más bloqueadores neuronales.-comentó la otra, que era un tanto más joven que ella.

-Es terrible, nunca antes una Alpha clonada había salido con tantos fallos en el sistema nervioso.-comentó la Tech que estaba al mando.

Pronto los recuerdos neblinosos se disiparon. Los párpados le pesaban, pero para cuando abrió sus ojos vio un techo de madera, rudimentario. Rápidamente echó un vistazo a su alrededor y sonaron las alarmas, no había rastro de 19. En su lugar, se encontraba sola ante una cama, en un coto rústico decorado con hojas de árboles. Le dolía mucho la cabeza, y la presión y la angustia de la realidad que estaba viviendo le hizo sentir náuseas.

No pasó mucho tiempo y una niña de tez morena, de no más de diez años entró al coto de caza. Lo que veían sus ojos no era nada que pudiera dar crédito.

-Veo que ya te has despertado, chica. Has estado mucho tiempo dormida.-comentó con una sonrisa.

-¿Dónde estoy?-preguntó 23 muy nerviosa.

-Toda respuesta lleva su tiempo.-le sonrió.-¿Cómo te llamas?

23 no pensó muy bien nada de lo que estaba sucediendo, y se limitó a solo contestar sin pararse a cuestionarse nada, a fin de cuentas, le dolía la cabeza horrores.

-Mi nombre es Alpha-23.-comentó, llevándose las manos a su cabeza.

-¿Qué clase de nombre es ese? Nunca antes lo había oído.

-Es el que me asignaron cuando era niña.-respondió.

-Pues, yo me llamo Sue. Y mis padres te encontraron en las ruinas de Nueva York.

Sue. Ese nombre le contrarió. También le contrarió el hecho de encontrar a una niña de tez morena, pelo rizado hasta sus hombros y unos ojos pardos muy bonitos. Su nariz era pequeña y redonda, y sus manos muy delicadas. Vestía con un vestido blanco donde algunas zonas había cogido algún tono grisáceo. Pero este hecho ya le preocuparía mucho más tarde. Ahora solo le importaba saber dónde estaba 19.

-Oye, Sue. ¿Has visto a una chica idéntica a mí?

-Ah, ¿tu hermana gemela? Los Foxter se la llevaron a su coto para cuidar de ella.-le dijo, agachando un poco la cabeza.

-¿¡Sabes si está bien!?-preguntó 23, muy angustiada con aquella situación.

-Sí, está bien, o eso me han dicho. Dicen que tardará un poco en recuperarse. Aún no ha despertado.

Alpha-23 guardó silencio por un instante. Estaba muy confusa por todo lo que estaba sucediendo. Pero pudo respirar un poco más aliviada al saber que estaba bien y no había muerto.

-Oye, dime la verdad, ¿cuál es tu nombre?-preguntó de nuevo la niña, cuya sonrisa era tan cálida que pudo llenar un pequeño vacío que sentía 23 al recordar las manos de 19 con las suyas.

Pero entonces 23 cayó en la cuenta de que su nombre solo era una identificación ordinaria. Una combinación alfanumérica para poder distinguir seres humanos clonados en aquella sociedad. Aquella sociedad donde todos eran iguales, y ahora estaba viendo a una persona con nombre propio, con un aspecto diferente, y de nuevo, la cabeza parecía estallarle. Le asaltaron nuevas dudas acerca de todo lo que estaba viviendo.

-Realmente nunca he tenido un nombre más allá de Alpha-23.-le confesó.

-¿Puedo llamarte Susan?-le preguntó sonriente la niña.

23 se lo pensó muy seriamente, y había caído en la cuenta de que había una terrible verdad que tal vez desconociera. Ella creía que no existían más seres humanos en la superficie, pero entonces, ¿qué estaba haciendo esa niña ahí delante de ella?
Finalmente, decidió que ya era hora de salir a descubrir la verdad.

-Llámame Susan, Sue.- dijo finalmente.

La conversación se vio interrumpida cuando una mujer de mediana edad entró en el coto. Su cuerpo era esbelto, moreno y con alguna que otra cicatriz. Vestía pantalones de cuero negro con una chaqueta marrón oscuro. Se acercó a la niña y se agachó para abrazarla. Echó un vistazo a Susan y le dedicó una sonrisa.

-Por fin estás despierta, clonada.-le dijo a la joven.

-¿Dónde estoy?-se atrevió a preguntar nuevamente, esperando respuesta.

-Estás en Babel, cielo. Y no te preocupes ahora mismo por nada. Todas tus preguntas vendrán, pero lo primero que necesitas saber ahora es que estás a salvo con nosotros y que has sido engañada toda tu vida.

-¿Cómo que he sido engañada?-le preguntó más intrigada todavía, pero con un tono más elevado donde parecía estar realmente molesta.

-Es normal lo que sientes ahora, pero no te preocupes, todas tus preguntas vendrán con respuesta. Lo primero que tienes que hacer si quieres quedarte con nosotros es bautizarte con un nombre, clonada. ¿Cómo quieres llamarte?

No se lo pensó dos veces.

-Mi nombre es Susan. ¿Cómo te llamas tú?

La dama de pelo con rastas trenzadas sonrió con una blanca y bien cuidada dentadura.

-Mi nombre es Verónica. Y mi marido se llama Carl. Ahora mismo está cazando.

¿Cazando? Se suponía que no existían otras especies animales en el mundo, que habían sido extinguidas. Otro misterio más que aparecía en un rompecabezas donde cada vez tenía menos piezas para completarlo.

-No te preocupes, en Babel vas a estar a salvo. Tu compañera está a buen recaudo. Cuando te recuperes, iré contestando a cada una de tus preguntas, Susan.-continuó, al ver la expresión de confusión y falta de credibilidad de estaba mostrando la ahora bautizada Susan.

-Oye, Verónica.

-Dime.

-Muchas gracias por rescatarnos.

-Dáselas a mi pequeña Sue. No se ha despegado de ti en dos semanas que has estado en letargo.-sonrió.

-Bienvenida a Babel, Susan.-dijo finalmente Sue, con una sonrisa en sus labios.

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