XV

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Tan pronto como se hizo la noche, ambas estuvieron alertas por si la jauría de mutantes volvía de regreso a acosarlas debajo de aquel viejo roble. Al no sentir rastro de ninguna de las voraces bestias, ambas bajaron del árbol con sus pertenencias, extremando toda precaución. Caminaron sigilosamente por el claro, hasta llegar a un sendero montañoso donde tuvieron que caminar en terreno elevado, lo que las hizo cansarse de mala manera. Aún así, no podían detenerse, pues en aquella naturaleza cruel jamás pudieron encontrar un buen sitio para cobijarse, y ciertamente quedarse en aquel árbol era poco acertado, ya que la jauría de canes diabólicos volverían, sabiendo de la posición de la chicas.

Ninguna pudo mediar palabra alguna mientras emprendían la continua marcha errática hacia las ruinas de lo que antaño fue una ciudad. Las siniestras casas polvorientas que podían verse desde lo lejos eran el testimonio del paso del tiempo y de la destrucción del proyecto Génesis. Proyecto que, sin duda, resonaba en la cabeza de Susan con la fuerza suficiente como para despertar una búsqueda compulsiva de más información sobre aquel hecho. Sabía que si se ganaba el favor de los babelianos, tal vez pudieran contarle más sobre ello. Pero para ello tenían que dirigirse hacia las ruinas señaladas por Verónica y saquear sus fuentes energéticas. El norte soplaba con fuerza, y el viento ululaba en aquella caminata nocturna. Era gélido como el hielo, y tan incesante como la oscuridad de aquella noche, solamente iluminada por el manto argento de la luna.

Pasaron las horas, y las horas se convirtieron en una eternidad cuando escucharon los aterradores gruñidos de bestias de origen desconocido cerca. Se agazaparon entre los huecos del sendero para evitar producir el máximo ruido posible. De cualquier manera, ninguna de esas bestias podrían haber captado su atención, ya que realmente corrían en pos de otras bestias, sometidos a sus fuertes instintos primitivos.  Antes de llegar al alba, consiguieron llegar hasta las ruinas de la ciudad que parecía tenebrosamente solitaria. Las carreteras estaban propagadas de restos de ropa, esqueletos humanos y otros artefactos cuya utilidad era desconocida para las chicas.

-Creo que por fin hemos llegado, Alex.-susurró débilmente, agotada por el sobreesfuerzo.

Alex también estaba cansada, hasta casi agotar sus límites, pero sabía que no habían cruzado tantos kilómetros fuera de Babel para que ahora se rindieran, presa de sus propios esfuerzos. Rápidamente reaccionó, agarrando de la mano a Susan y juntas empezaron a adentrarse en aquellos despojos urbanos. Cruzaron sinuosas calles, buscando en tiendas comerciales de la época. No tardaron mucho para descubrir una tienda de suministros generales. Se adentraron y dentro habían tres infectados, desgarrando los restos de un animal de gran tamaño, que parecía también portadora de la infección mutagénica. Rápidamente se agacharon y caminaron con todo el máximo sigilo posible mientras se hacían señas. Estaban acostumbradas a este tipo de trabajo. Burlaron en un principio a sus principales depredadores, y llegaron hasta unos estantes donde habían unas baterías antiguas, pero en aparente buen estado. Las guardaron con mucha cautela, intentando no cometer errores del pasado. Los traumas de las anteriores incursiones les había servido esta vez para mucho, ya que, sin lugar a duda, les había atormentado. Tan pronto como tuvieron suficientes baterías para completar su prueba, salieron de aquella tienda. Vieron la sombra, a lo lejos, de dos figuras. Eran muy familiares para ambas. Aquellas sombras percibieron la presencia de las chicas, y empezaron a correr hacia ellas. Se alarmaron. Sabían que si el ruido de las pisadas eran muy fuertes alertarían a los infectados. Les hicieron señales pero los chicos que, ahora reconocían como Beta-02 y Beta-28, no hicieron caso. El ruido fue lo suficientemente atronador para que una horda de infectados surgieran de entre las sombras. Todos apretaron a correr hacia la entrada de la ciudad. Beta-02 ordenó una maniobra evasiva, y todos se dedicaron a esquivar obstáculos, desequilibrar algún infectado y a correr.

Hasta que salieron. Entonces ya, los sudorosos miembros del escuadrón Delta volvían a reunirse. Estaban agotados, y por fin, al cabo de unos minutos se adentraron en los senderos para por fin despistar a la masa mutagénica que les perseguía.

-¿Dónde habéis estado todo este tiempo?-preguntó, feliz y aliviado 02.

-Es una muy larga historia, y tenéis que saber que no pensamos volver a Génesis.-respondió Alex.

-Nosotros tampoco.-se adelantó 28, un tanto serio.

-Como bien dice 28, no pensamos volver tampoco. Las cosas pintan muy mal en Génesis, y me han llegado soplos de que un descontrol ha provocado un cambio drástico en la jerarquía del consejo. Además, nosotros fuimos testigos de algo que se nos había ocultado. Una conspiración a escala mayor.

02 parecía entender lo que suponía que ambas llevaran ropas totalmente distintas a las reglamentarias, y eso solo le hacía suponer algo que tenía rondando en su cabeza desde aquel fatídico accidente.

-Nos han ocultado muchas cosas, y lo que es peor, nos han hecho creer algo que no es ni de lejos la gran verdad que nos han hecho creer.-afirmó Alex.

-¿Y qué es esa gran verdad?-preguntó 28, ahora más interesado.

-Que todos hemos sido un experimento. Que solo somos parte de un proyecto que solo busca crear la perfección, pero que en realidad doblega nuestras voluntades y pretende tener el control autoritario de todo el mundo.-respondió Susan.

Los rostros, perplejos e incrédulos se tornaron rápidamente en la viva imagen de la reflexión. Se callaron durante unos segundos y Susan pudo contemplar con cierta familiaridad las dudas que surgían de sus lenguajes corporales.

-Existe una ciudad de humanos. Babel. Ahora somos babelianas, y tenemos nuestro propio nombre. Yo soy Alex, y ella es Susan.

Nombres. Humanos. Ciudad. Tales palabras causaron una extrema confusión en los dos muchachos.

Si queréis saber más, tenéis que descubrirlo vosotros mismos. Nosotros os acompañaremos hacia la ciudad, si es lo que queréis ver. Allí probablemente descubráis más de lo que os estamos contando.-sugirió Susan, quien miró con seriedad a 02 a los ojos. Pudo ver dudas, preguntas, y misterios sin resolver en aquellos ojos color esmeralda, que se habían dilatado al imaginar tantas cosas que, sin duda, aún tenían que descubrir.

Se miraron, hubieron dudas, pero tanto el chico del cabello largo como el hombre de mirada cansada aceptaron. Y siguieron caminando de vuelta a Babel. Por el camino, se aclararon ciertas dudas ya que, evidentemente, hubieron preguntas, y a cada respuesta surgían más preguntas. Las chicas preguntaron por qué se habían exiliado, y los chicos acerca de todo lo que habían visto. De pronto, cuando a la mañana siguiente estuvieron de regreso, ante los imponentes muros de Babel, los dos muchachos se sintieron débiles y desnudos ante la verdad. Y un caos indescriptible se adueñó de sus pensamientos. Un guardián salió de las puertas e identificó a los nuevos visitantes. Les pasó un escáner por el cuerpo para comprobar si habían síntomas de la infección, y al no haber ningún problema, dejó pasar a todos y cada uno de ellos.

-Bienvenidos a Babel, chicos.-dijo Susan, quien se adelantó, extendiendo sus brazos para mostrar todo lo que existía a su alrededor, ante las miradas estupefactas de sus compañeros.

Proyecto GénesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora